jueves, diciembre 27, 2007

Yo

Hace veinte minutos que es mi cumpleaños, tan sólo veinte minutos que terminó mi primer cuarto de siglo, veinte minutos que me separan de una vida. Hoy es mi cumpleaños y he decidido celebrarlo de la mejor forma posible y de la única forma posible: sola. Caminar por las calles llenas de gente y sentirme verdaderamente sola, respirar, concentrarme en mi respiración, acercarme a la taquilla y comprar una única entrada (aún con carnet de estudiante), una botella de agua pequeña y dos chupachups (uno de naranja y otro de limón, la mezcla de lo dulce y lo ácido siempre ha sido mi perdición) y disfrutar de la pantalla grande. ¿La película? Ninguna obra maestra, ningún director aclamado, Ensemble, c'est tout con mi querida Audrey Tautou a la cabeza y un chico bastante mono acompañándola, cine francés en mi cumpleaños ¿cómo no? Una de esas películas para salir de la sala pensando que todo tiene su lado positivo y que tenemos que arriesgarnos un poco para encontrarlo.

Salir y caminar por las calles ahora vacías, sonreírle a la luna casi llena que se asoma en el cielo entre los edificios, olvidar el mundo, respirar el aire, concentrarme y escuchar el sonido de mis pisadas en el suelo, observar la forma de todas y cada una de las baldosas, extasiarme con las luces colgadas de balcón a balcón, descubrir como el mundo nace en cada sonrisa, en cada mirada, con cada roce y con cada palabra dicha. Escuchar de fondo el ruido de la gente, fotografiar las palmeras navideñas, y acercarme a ver el Belén en el que el niño duerme ajeno a la vida en su cueva rodeada por verodes; y acercarme a la avenida, sólo dos minutos, y respirar todo el mar que pueda para llevármelo muy dentro y fotografiar la luna intentando conquistar a las olas, y descubrir, de repente, veinticinco años después que las baldosas de la avenida imitan envidiosas la forma de las olas, y sorprenderme por ello, y alegrarme y sentirme un poquitito más feliz.

Y entonces llegar corriendo a la parada y pillar por los pelos la última guagua (para no dejar de ser yo) y sentirme en casa y perderme en Las ciudades Invisibles de Italo Calvino, y recordarlas y recordarme paseando por sus calles y sorprendiéndome de nuevo por tener la sensación de haberlas visitado todas y cada una de ellas, y llegar a una única conclusión: no puedo seguir buscando por el mundo mi ciudad, mi ciudad se va conmigo y por eso consigo ser feliz en todas partes y volver y ser feliz también en casa, donde nunca pensé que podría serlo, y ser y estar triste en todas esas ciudades porque la vida, como las ciudades, tiene un poco de cal y un poco de arena.

Mirar por la ventana, respirar el olor a tierra mojada, a hierba mojada, a casa, y seguir leyendo.

Pasear a solas por las calles vacías, por los atajos oscuros y encontrarme con él, un gato que me llama como siempre y espera mi respuesta, y maullar y pararme a disfrutar del silencio y reírme muda con la rana que lo rompe para saludarme, saltándose todas las normas.

Y ser yo, verdaderamente yo, completamente yo, absolutamente yo, en mi vida (que hacía tiempo que no me lo permitía) y aquí en el blog (por primera vez), sin literatura, sin exageraciones, sin narrativa, sin imaginación, sin florituras ni personajes secundarios, sin prosa y sin poesía, sólo yo, hoy, el día de mi cumpleaños.

Yo con un cuarto de siglo a mis espaldas, un año más vieja, un año menos sabia y un año más de supuesta madurez, pero también un año más curiosa, un año de tener menos los pies en el suelo y un año más de [re]encontrarme conmigo misma, menos real pero más verdadera. Disfrutar de haberme regalado hoy un poquito de soledad, un poquito de éxtasis y un poquito de maravillarme con el mundo y sentirme contenta, feliz por primera vez en mucho tiempo de que hoy sea mi cumpleaños, y saber que eso mola, que es buena señal.

Y llegar aquí y escribir, con sinceridad y de corazón como nunca antes, porque sin esto, mi yo verdadero no tendría sentido.

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lunes, diciembre 24, 2007

Una Navidad diferente

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sábado, diciembre 15, 2007

Vivir sin aire

Prefiero morir de sueños.

Sí, prefiero hundirme en esta ilusión que me carcome el alma, enterrarme bajo las esperanzas en todo aquello que deseo, caer hasta la esquina que formarían tus brazos en mi cintura, enmudecer ante todas esas sonrisas que me enviaste mientras dormía, recordar como acariciabas mi pelo en un pasado que no existió, entristecerme a ratos por amarte tanto, desfallecer entre suspiros de amor por ti, agonizar por debajo de tu ombligo y sucumbir a ese deseo que nos mataba a besos en mis peores pesadillas, escapar al encanto inquieto y triste de la histeria compartida, de la locura repartida y la vida en tus ojos, perder la vida entre las manos que ni siquiera llegué a rozar, desplomarme en el lóbulo de tu oreja, perecer en tu pecho y apagarme poco a poco, beso a beso, y salir de este mundo por el hueco que te reservo entre mis piernas.

Soñar es desear sin cuerpo, concluir sin alma, perder la consciencia en las comisuras de tus labios y quedarme ciega mientras iluminas mi vida con tus ojos, extinguirme con cada roce imaginado y exprimirme con cada beso soñado, humillarme sin más dueño que mi propia imaginación, recluirme entre mi sábana y mi mente, olvidarme cuando mis dedos te persiguen y te desean hasta desfallecer.

Vivir de sueños es abandonar este mundo paralelo, esta vida inventada y llegar a sentir por todos los poros de la piel, rendirme cuando aún no ha comenzado la historia y escapar, escapar muy lejos donde los sueños no se acaban y la imaginación no depende de metros en hora punta o escaleras de caracol, huir en el silencio de mis propias palabras, llorar en el lugar donde el mar se tragará mis lágrimas, claudicar e instalarme en la tristeza mejor, refugiarme en un te quiero, desistir ante mi miedo y el tuyo, esconderme cuando suplico por ser vista, renunciar a morir sin ti y a vivir contigo.

Despertarme a medianoche y flaquear a tu lado es parte de ese sueño en el que vivo y prefiero vivir, parte del lado interno más fogoso de esta timidez externa. Por eso, prefiero compartir almohada con mi sueño, arruinar mi vida entre sus plumas, y caer en picado de esta nube, porque sólo así podré fallecer en vida, morir en sueños, sonreir en la tristeza, encontrar tranquilidad en este mundo de relojes andantes y princesas sin cuento, entregarme sin dudas y vivir, sí, vivir sin aire.

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sábado, diciembre 01, 2007

A través de las rendijas


Madrid se viste de frío. Se viste de bufandas y de abrigos, se viste de gris.

[Cambiemos la escala de colores y redibujemos el mundo.]

Se viste de gris, pero es un gris dorado, azul, como este cielo que sonríe prepotente sobre nuestras cabezas. Y el frío se cuela por sus rendijas, esas que todos dejamos entreabiertas por miedo a perder los rayos de sol. Es un frío helado, constante, inteligente, que siempre sabe quienes no se han abrigado lo suficiente. Se esconde aquí o allá para aparecer cuando menos se le espera.

El frío de Madrid es astuto y descorazonado pero no profundo, no es un frío real, no te atraviesa a cuchilladas ni te congela el alma. Es un frío superficial, aparente, que viene con ganas de asustar pero le pierde su timidez y le pierde su pánico.

Ayer, él y yo nos sentamos a hablar con una cerveza de por medio. Me confió asustado que tiene miedo a desaparecer y que ya sabe que en algunos aspectos de la vida su marcha supondrá una mejora, pero que en otros Madrid, su contaminación y los madrileños podrían terminar pagando las consecuencias. Nuestra charla se alargó hasta muy entrada la madrugada, y con la perspicacia que me caracteriza conseguí que me contara sus miedos más secretos, aquello que le atemoriza de verdad, aquello que ve a través de las rendijas de las casas. Esas soledades eternas, ese orgullo petrificado, esos miedos helados, al futuro, al presente, al pasado; ese mundo que corre deprisa y se olvida poco a poco de amar despacio, esas tormentas internas que enmudecen el alma y congelan los sentimientos, esas miradas guardadas y esos silencios incómodos que pueblan el mundo.

Y luego se marchó, después de robarme las horas y arrancarme el corazón a hachazos. Se marchó, dejándome con esta especie de agua helada en medio del pecho, hurtándome mis emociones y olvidándome aquí, temblando de frío, odiándome por haberlo abrazado con tanta efusión y rezando por salir algún día de este gris oscuro.

[Cambiemos la escala de grises y redibujemos el mundo. Por favor.]

Alnitak. Epicentro 2.5: El Frío

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domingo, noviembre 25, 2007

No te salves - Mario Benedetti

Tiempo atrás quise poner esta poesía en medio del caos, en medio de este pequeño rincón perdido en el espacio, pero por alguna razón sentí que no era el momento. Ahora, quizás porque he vuelto a escribir algo de poesía (nada comparable a esto, por supuesto), quizás, porque más que nunca el "No te salves" se ha convertido en mi pequeño credo personal, quizás, por eso, y porque no hay poesía que consiga removerme por dentro tanto como ésta.
Para ustedes que aún me siguen soportando y leyendo después de un año y medio:

No te salves


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jueves, noviembre 15, 2007

Perderme entre tus verbos

Quiero sentirte, quererte, besarte,
ser como el aire que acaricia tu rostro.
Que me desnudes, me vistas, me bailes
que peines mi pelo con tus dedos.
Me gustaria cansarte, aburrirte, extasiarte
aprender de una vez todas tus cicatrices.
Que me mientas, me llores, me extrañes,
que cuentes mis horas y mis segundos.
Querría colgarme de tu cuello, abrazarte, pensarte,
deletrear sin pausa todas tus letras.
Que me espies, me desees, me tientes
y me ates a los entresijos de tu cuerpo.
Si tan sólo pudiera recorrerte en verso, pintarte, reirte,
y encadenarme la piel a tus sábanas.
Que pudieras tatuarme, olvidarme, soñarme
y deshacer de un plumazo todos los verbos.
Entonces sería yo, serías tú,
y podría seguir sin continuar buscando.

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martes, octubre 30, 2007

Cerrar con llave

Hace días que te miro por el hueco de tu cerradura. Tú no lo sabes y yo no lo sé, pero no puedo dejar de hacerlo. Espío cada uno de tus movimientos, los comparto, los vivo y me pregunto qué podría guardar dentro de esa sonrisa que le dedicas al espejo. Me deleito contemplando el azul y el verde de tu jersey a rayas mientras el cielo deja de ser azul y en esta zona el verde brilla un poco por su ausencia. Esta ciudad se me resiste, me engaña, me embelesa, me distrae y pierdo la noción del tiempo. Aún no he salido a contar las hojas que caen en tu parque ni a descalzarme para poder saltar en cada charco. No entiendo que hago metida en estas cuatro paredes, deshojando sueños sin margaritas y contando estrellas a plena luz del día.

Y mientras tanto sigo espiándote. Quizás cuando pueda irme habré visto pasar tantos madrugones y tantas chicas por tu cama que seré inmune a cualquier cosa que digas o hagas, o tal vez te desee tanto que esta cerradura no pueda controlar mis instintos. La de ayer no te merece y lo sabes, pero ya me he dado cuenta de que te gusta traerlas a casa aunque lo sepas de antemano. Y disfrutas imaginando donde estará la que sigues esperando.

Y yo debería también estar buscando, pero sé que aún no es el momento ni el lugar, que debería estar reinventando esta ciudad, modelándola a mi manera, marcando escondites mágicos en algunas de las calles de ese gran mapa que he comprado para el salón, pero la magia me ha dejado, quizás para siempre, justo en el momento en el que me retabas a esconderme en el hueco de tu cerradura.

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viernes, octubre 19, 2007

Resurrección

Renacer y retomar su vida. Eso era lo único que le faltaba a Zaida. Renacer, crear su mundo, su entorno, reconocer las calles y revivir los momentos perdidos. Dejar de llorar en mitad de ninguna parte y sentirse parte de la muchedumbre que espera en el metro. Cambiar un tren por un metro. ¿Y eso qué significaba? No encontraba nada que calmase su desazón ni tiempo material para seguir buscando pero sabía, allá donde sólo se saben esas cosas, que le tocaba renacer de una vez y para siempre, con calma, con sigilo, con tranquilidad, pero renacer al fin y al cabo, para volver a ser sólo ella.

El mundo seguía girando a su alrededor sin comprenderla, sin intentarlo siquiera. Sentía que volaba sobre un suelo que no le pertenecía, que añoraba el mar de antojos y el cielo polvoriento, amarillo, opáco, pero en el fondo, acá en ese fondo, se sentía bien, tranquila, ilusionada, recostada sobre el mar de dudas y la imparable nitidez del tiempo. A Zaida le maravillaba la inquietante pasividad de Paula, me gusta mi trabajo porque el tiempo se me pasa volando, decía. ¿Volando? ¿Por qué volar? Cuando tenga 60 años podrá decir, me gustó mi vida porque pasó volando. No, eso no era lo que ella quería, quería desentumecerse y vivir, no volar, vivir, notar el suelo bajo sus pies y notar cómo de su cuerpo crecen una vez más nuevas raices.

Era otra persona, en otro lugar, con otros objetivos. Era un mundo aparte, una incertidumbre en un mar de dudas andantes, pero con una meta clara: Renacer, renacer de corazón por primera vez en su vida, renacer de veras, creer de veras, llorar de veras, y decidir que nunca más, nunca más amaría sólo a medias.



Video: Un mensaje, un mundo
Autor: As de piqas

Pd. As de piqas, como homenaje para desearte lo mejor en tu nueva vida, pongo el video tuyo que me cambió la visión del You Tube. ;-)

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miércoles, septiembre 12, 2007

Érase una vez el Caos...

"Los babilonios decían que el principio de todo era el Caos; que es el mito de la creación, y luego llegó el orden con su régimen circular y su tiranía. Todo se repite casi infinitamente, pero se llega a un punto, que dura un instante, en el que algo se rompe y ese es el momento del Caos: se vuelven a crear reglas a partir de una situación diferente. Esta transformación tiene una acción creativa. La película describe ese camino hacia la fractura de la circularidad, que es, también, un proceso de liberación".
Julio Medem (sobre su película Caótica Ana)
Fotogramas Número 1967
Actualización: Aún no la he visto. Acabo de llegar a Madrid y no he tenido tiempo para nada. Pero prometo acercarme esta semana y escribir aquí mi opinión. Todo lo que tenga que ver con el caos me apasiona, porque en el fondo me parece el orden más perfecto.

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miércoles, agosto 29, 2007

Reflexiones de verano

Sentir, notar como el aire sube por mi garganta y agarrarme al suelo, sonreír a medias, y cantar a voces, despertar en sueños, y saltar sin red, escuchar silencios y susurrar deseos, olvidar dolores y cerrar heridas, hablar sin pausa, jugar sin miedo, sentarse entre cojines y leer con gafas, llorar ensueños, temblar de frío, acariciar el tiempo, refrescar los pies, recuperar recuerdos, reír por culpa de los nervios, esperar acatarrada, volar sin besos, vivir de besos y sombrear los huecos, regatear unos euros, vender el perro y echarlo de menos. Y luego, volver, llegar, y ser yo.


Y entonces sí, de verdad, cantar a medias, cerrar cojines, hablar dolores, saltar silencios, despertar a voces, susurrar heridas, sonreír con lupa, sentarse sobre un montón de libros, vivir sin miedo, sonreír a voces, hablar sin tregua, olvidar colores, esperar deseos, despertar inquietos, caminar descalzos, notar como el aire recorre todo mi cuerpo y agarrarme al cielo, y esperar sentada, y conocer mis miedos, y volar sin alas, regatear engaños y recuperar enfados, reír conmigo, soñar heladas, crear regalos y sombrear mis besos, acariciar sus manos, y refrescar miradas, comprar un perro y llamarlo Pana. Y ser yo, otra vez yo, y para siempre yo.

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viernes, agosto 17, 2007

Búscame

Búscame entre los pasos que un día di, entre los recuerdos que hace tiempo creé y entre las rosas de aquel jardín. Búscame entre esos desiertos que dejé tras de mí cuando le robé al mar todas sus lágrimas, pero búscame también en esos mares que nacen en los lugares más inesperados porque fue precisamente allí donde me fui a llorar.
Hoy, cuando el tiempo ha curado todas mis heridas y he conseguido guardar mi pasado en una pequeña caja de Pandora, siento que debo arrancar a gritos todas esas páginas, guardarlas, recordarlas, pero no vivirlas ni releearlas. Borrón y cuenta nueva, un piso vacío y sólo dos cajas: yo y mis sentimientos.
Búscame allí, pero ya no me encontrarás. Porque he decidido sentarme a tu lado, arrancarte el corazón del pecho, pisar a conciencia tu mano izquierda para que te sientas incapaz y te maldigas por ser zurdo a estas alturas. Estaré esperándote en el rellano, observándote mientras cruzas la calle y persiguiéndote cuando el sonido de mis pisadas te haga correr a través del parque a medianoche.
Pero búscame allí, porque así te quedarás tranquilo. Pensarás que no tienes nada que temer, mientras los kilómetros te mantengan bien alejado de mí. Búscame, búscame porque me divierte ver tu cara de preocupación mientras recorres desiertos y lagunas siguiendo los pasos de lo que un día fui, con miedo a mirar atrás y descubrirme tras tu sombra, anudando tus sueños y jugando a la ruleta rusa con tus momentos felices.
Búscame, pero no desesperes, porque aún te queda mucho por buscar.

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lunes, agosto 06, 2007

Caminando descalzo

Una vuelta y una sorpresa. De repente estabas ahí. Tras una esquina, inesperadamente y me sorprendí mirándote a los ojos como entonces. Después de tantos años, por fin comprendí por qué significó todo tanto para mí. Por qué esa pequeña historia se grabó en mi memoria para siempre. Hace años que se clavaron en nosotros esos dardos, la misma noche a ti y a mí, muchos años después de habernos conocido, muchos años después de cruzarnos de verdad. Y entonces también me sorprendí, me sorprendí queriéndote bajo la luz de la luna y haciendo desaparecer el mundo alrededor para quedarnos a solas, rodeados de la gente y el barullo, rodeados de la música pero a solas, en aquella playa y bajo aquel cielo.
Hoy he vuelto a sorprenderme descubriendo por qué sucedió, reconociéndome por fin en aquellos recuerdos, y alegrándome por poder guardarme en este bolsillito de mi chaqueta miradas guardadas, magia conservada y una complicidad única, algo que se quedó ahí entre los dos con el paso de los años y que nos lleva a escondidas y a saltos por esto que llaman vida.
Hoy he vuelto a sentirme feliz, por haber sido feliz, por haber vivido una de esas historias de verano, cortas, intensas, inimaginables pero reales en el fondo. Una de esas historias que se recuerdan para siempre. Y hoy me alegro de haberte visto aparecer tras esa esquina para recordame que ese tipo de cosas también me han pasado a mí. A ver si ahora te encuentro en otra esquina, bajo otros ojos, bajo otro cuerpo, caminando descalzo por la vida como siempre, pero con toda esa misma magia.
Estaría bien.

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domingo, julio 29, 2007

Amores de verano sin verano

Soñar despiertos. Mirarnos cara a cara bajo las sábanas. Escuchar de fondo a Frank Sinatra y a Björk a ratos, a cuadros. Hablar sin pronunciar palabras. Besar sin usar los labios. Sentir como todo el deseo y la magia del mundo se está reuniendo a nuestro alrededor. Visitar otros mundos y otros sueños sólo con un chasquido de nuestros dedos. Ver el color de tu aura. Sentir bajo la piel el roce de tus murmullos. Estar seguros, absolutamente seguros. Asegurar que los sábados son púrpuras y las aes de color turquesa (una yo y otro tú respectivamente). Estremecernos con los pasos de todos esos duendes que rozan nuestra piel sin querer, intentando no molestar mientras construyen a nuestro alrededor esta pequeña burbuja. Sentirnos sanos y a salvo. Perder el tiempo y recuperarlo junto a tus pestañas. Besos de mariposa y retratos con pintura de dedos. Sentir la piel de naranja y notar cómo se eriza el vello poco a poco. Aspirar el olor de esa nube que se forma entre tu cuerpo y el mío, esa que nos mece como un niño a su madre, esa que nos asegura que no hay nada más allá. Sentirnos uno. Vivirnos uno. Crearnos en uno nuevo. Solapar momentos y establecernos juntos en esta cama. Y después, mucho después de todo eso: ser conscientes de que hace ya mucho que conseguimos parar definitivamente el tiempo.

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lunes, julio 23, 2007

Siguiente destino: Madrid

Bueno, ya lo hemos conseguido. No sabemos si es la mejor o la peor opción. Si es buena o mala, si pasaremos frío o calor, o si los vecinos serán insoportables o no, pero lo hemos conseguido. Al menos ya tenemos un techo bajo el que dormir y a mí personalmente, me sobra y me basta.
Muchísimas gracias a todos por vuestro interés en ayudarme y por contarme las opciones que teníamos por ahí. En estos momentos es cuando me doy cuenta de que mis lectores y yo formamos ya una pequeña familia, y de lo que es capaz de organizar este nuevo mundo, el ciberespacio.
Mientras llega mi tren -para el que afortunadamente ya tengo billete- seguiré aquí, en este andén, algún tiempo más, a ver si ahora, por fin, puedo descansar y coger aire para coger carrerilla tranquilamente para empezar de nuevo.

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miércoles, julio 18, 2007

Se busca piso para tres en Madrid

Siguiente tren destino Madrid.
Estamos desesperados, buscamos piso para tres en Madrid. Si alguien sabe de algo o de alguien que que deje un piso o cualquier cosa que pueda ayudarnos se agradecería muchísimo.
Es el ticket que me falta para coger el siguiente tren, aún me queda un rato en este andén, pero prefiero no quedarme sin billete, a ver si se van a acabar las plazas.
Así que todos los madrileños o visitantes que puedan echar un cable, conozcan, vivan o padezcan el mundo inmobiliario de Madrid, que tengan contacto con gente que se vaya de la gran ciudad o que necesiten inquilinos. Estaré aquí en el caos, esperando sus noticias.
Cualquier cosa a:
eraseunavezelcaos@yahoo.es
Muchas gracias de antemano.
Saludos

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viernes, julio 13, 2007

Corazón de Mudanza (En el Andén - 2ª parte)


Otro andén. Otra parada. Otro tren por el que esperar. Mientras, fuera, el mundo sigue su ritmo, la gente continúa viviendo sus vidas, sus rutinas, sus amaneceres. Yo he decidido quedarme aquí, en este andén durante un par de meses, como otras tantas veces, esperando a que la vida llegue, esperando a que me recoja un nuevo tren y preparándome para todo aquello que tenga que mostrarme.


A veces la vida me pregunta cómo lo hago, cómo soy capaz de provocar estas pausas, de buscarlas, de digerirlas, de aislarme del tiempo y del espacio y rellenar los huecos vacíos y los meses pasados en este andén. A veces yo también me lo pregunto. A veces ni siquiera creo que yo sea capaz de hacerlo, creo que es la vida la que me arrastra por este mundo de insensateces, y me dice: Nena, esto es lo que hay, lo tomas o lo dejas. Y yo lo tomo claro. Dejar las cosas no va conmigo, aún me queda mucho por tomar, espero.


Otras veces, la vida me acuchilla y me desangra, se vuelve inquisidora y me escrutina con desespero esperando verme meter la pata en la próxima parada y se sienta paciente para observarme caer al subir al tren. Pero por ahora no le he dado ese placer, ya no. He conseguido llegar a ser lo bastante hábil como para tropezarme sin caer, para perder el equilibrio y desestabilizarme sin llegar siquiera a rozar el suelo. Alguna vez en los últimos meses me quedé a las puertas de probar el suelo, sentí el roce de las vías junto a mi cara, pero conseguí ponerme en pie antes de que mi tren llegara a la estación.


Me ha costado y lo reconozco, me ha costado mucho más de lo que pensaba salir de ese tren en marcha. Al principio no me gustaba, parecía feo, inhóspito y no me aportaba nada, pero de repente se llenó de gente, personas maravillosas que viajaban en el mismo vagón que yo, personas que me hicieron sonreir, que me hicieron ser feliz y que me agarraron fuerte del brazo cuando estuve a punto de bajarme en marcha a mitad del recorrido. Sé que no debería echarles de menos, porque este tren pasará a menudo por mi vida, porque muchos se han bajado en estaciones anteriores y posteriores a la mía, y que otros cogerán conmigo el próximo tren. Sin embargo, siento que dejo atrás algo importante, algo de verdad, uno de esos momentos que no se repiten nunca pero que sobreviven al tiempo y el espacio y se quedan en nuestras vidas para siempre.


Ahora, estoy aquí. Tiempo muerto. No pensar, no vivir, no sentir. Sólo un poco de estrés y más tareas en las que ocupar mi tiempo, sólo un poco de calma en la tormenta, sólo un pequeño espacio para tomar carrerilla y saltar mucho más lejos. Pero no quiero resignarme, no quiero mirar atrás y pensar que perdí esta trozo de mi vida. Necesito un descanso sí, pero un descanso no sólo mental y emocional. Necesito VIVIR, en negrita y con mayúsculas, y sé muy bien que sólo cuando se tienen los días contados puede hacerse de verdad. Ahora me toca, comprometerme a cumplir la norma.

Pd. Estos tiempos de verano sin verano, me obligan a actualizar con menos frecuencia. Disculpen las molestias. ;-)

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miércoles, julio 04, 2007

Será mejor...

Será mejor que bajes del mundo las mareas
y del cielo los encantos,
será mejor que vistas al rojo de azufre
y desvistas las paredes de blanco.
Será mejor que saques del armario
todos tus escombros,
resucites la fuerza de tus sueños
y me imagines cansado,
sin prisa,
esperando a tu lado,
observando como desandas uno a uno
todos tus pasos.



Será mejor que dejes la puerta abierta
y que minimices abrazos,
será mejor que cierres los ojos al viento
y abras sin querer los labios.
Será mejor que te desvivas a besos
entre citas y desvaríos,
pero no derroches esfuerzos ni debilites
tus manos,
porque tendrás que dividir el alma
en cientos de pedazos
y vaciar de una sola herida
todos tus armarios.

Llorarás por no ser capaz
de acallar el llanto,
reirás por dejar atrás (por voluntad propia)
una historia, un papel,
y un pequeño legado:
siete silencios dormidos en tazas de té
y sin pastas;
dos girasoles inquietos
y un horizonte anclado
junto a ese pequeño duende
que se quedó de tu lado.

Entonces,
será mejor que bajes del mundo las mareas,
y del cielo los encantos.


Nota: Perdón, por el atrevimiento. Hacía años que no escribía poesía (para ser exacta, 7 años) pero hoy justo antes de irme a dormir he comenzado inconscientemente a recitar este poema en alto, y no he podido evitar sentarme y terminarlo, sé que probablemente no encaja con nada, probablemente otros ni siquiera lo considerarán poema. Poema en prosa o prosa poética o lo que sea, me gusta seguir estos impulsos que me llegan de repente, y ser capaz de ponerlos por escrito, sean lo que sean...

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jueves, junio 28, 2007

Lunes 4 y cuarto menguante

Uno, dos, tres, cuatro… Hace días que los cuento a todas horas, y aún no he conseguido contar siempre el mismo número de barrotes. No sé, tal vez sea la vida, el sueño, las horas, la oscuridad. Tal vez sea el cansancio, el aburrimiento, la soledad.

Nueve, diez, once, doce… He perdido la cuenta, igual que perdí hace meses la cuenta de los días que he pasado encerrada en estas cuatro paredes, sin luz, sin nadie con quien hablar, sin nadie con quien compartir una mirada, a oscuras, absoluta y terriblemente a oscuras.

Veintitrés, veinticuatro, veinticinco,… Cada una de las esquinas de este cuarto lleva escrita mis horas bajas en este encierro, cada una de ellas me ha visto pasar por momentos de locura y de histeria, de resignación y desesperación, cada una de estas esquinas me ha visto realmente como soy, como la lunática que llevo dentro, porque en ellas he depositado mis máscaras, mis infiernos, mis poses y mis otros yos, condicionados por lo quiero ser y lo que no soy.


Treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho,… En la esquina derecha superior de esta celda he dejado mi seriedad, mi yo excesivamente responsable que hace años que yo no encuentro pero la vida se encargó de depositar sobre mis hombros para siempre, inamovible, incansable, presuntuosa y centro de atención, mi tan odiada supuesta seriedad.


Cuarenta y nueve, cincuenta, cincuenta y uno,… En la esquina izquierda inferior mi agresividad, acompañada de mi seguridad que se contenta con asomarse tras la sombra de la primera, mis respuestas exactas y precisas, mi actitud lógica y realista, mi yo práctica y ambiciosa. Se han quedado ahí mirándome con cara de no entender nada, con cara de destierro, mientras yo las miraba desde aquí sin ser capaz de reconocerlas como parte de mí, como parte de este olvido y de este trocito de cielo en el que solía vivir. Nunca me sentí identificada con esta esquina de mi apariencia y nunca entendí como mi Yo subconsciente era capaz de transmitirlas como máscara y parte de lo que algún día fui.


Sesenta y dos, sesenta y tres, sesenta y cuatro,… En la esquina derecha trasera, he depositado mi timidez después de que mi yo charlatana, se descojonara –sí, sí, descojonara – a lágrima viva al descubrirla. ¿Tímida yo? A ratos, a veces, a intervalos tan pequeños de tiempo que resultan casi imperceptibles. He descubierto que sólo se mostraba durante los dos pequeños segundos del comienzo de una conversación, quizás se estiraba hasta alcanzar los primeros veinte minutos cuando se trataba de conversar con posibles candidatos a mi cariño, desilusionados y extrañados. Escurridiza, inadvertida, precavida y bien disimulada timidez.


Setenta y cinco, setenta y seis, setenta y siete,… Y allá, en el fondo en la esquina izquierda, distraída, ensimismada y atolondrada está mi distancia, que se ha quedado ahí quieta, indiferente e independiente, pero inseparable de mi frialdad aparente y mi supuesta madurez. Yo, abrazadora por naturaleza, cariñosa sin solución, bañada por una capa distante y fría, una máscara de hielo de lo que fui y de lo que aún no he dejado de ser. Nunca pensé que aún siguiera ahí ese disfraz, después de años de haberlo tirado a la basura, después de haber proclamado orgullosa a los cuatro vientos que me había librado de él. Ya ves, mi distancia emocional sigue aquí, dando coletazos en la vida y desmotivando corazones.


Ochenta y ocho, ochenta y nueve, noventa… Bajo esa cama, he guardado todos mis miedos, mis derrotas y mis inseguridades, esas que sí tengo y que nadie parece ver, esas que son lo que hay y lo que creo que muestro. Esas que me amarran a estas cuatro paredes y me condenan a este insensato y deleznable encierro, esas que se empeñan en impedirme ser feliz, esas que he conseguido extirpar a base de llantos y quejas sin sentido en conversaciones de horas y de amigos. Bajo la cama que vigilo de medio lado, para evitar que se escapen, para evitar que me pillen desprevenida otra vez.


Noventa y tres, noventa y cuatro, noventa y cinco… Aquí, aquí en el centro y en el suelo de esta maldita celda me he quedado sólo yo, me he desligado de todos los fantasmas del pasado y de todos los disfraces del presente. He permitido a mis emociones bailar a gusto, a mi Yo lunática, esa que soy y he sido siempre, esa que nadie ve, esa que sólo se muestra en silencio, en sueño interno, esa que sólo quiere aparecer cuando nadie la observa y en los lunes 4 y cuarto menguante. He olvidado mis prejuicios, y he comenzado a hacer todo aquello que siempre quise hacer, todo aquello que me define de verdad y todo aquello que le facilitará reconocerme entre la multitud, y Mirarme a los Ojos como dijo A., y dejar que el mundo nos permita compartir un par de conversaciones a solas. Eso bastaría. Y ha sido entonces, justo en el momento en el que me quedé sola, sola de verdad con mi Yo real, cuando conseguí terminar de contar.


Ciento seis, ciento siete y ciento ocho. Ciento ocho barrotes que me impiden ver el sol, ciento ocho barrotes que me han tenido aquí encerrada durante tanto tiempo y se han encargado de olvidarme como siempre fui. He terminado de contar, de una vez y para siempre, porque ahora que tengo claro cuántos barrotes me retienen en esta cárcel filosofal puedo mirar sin miedo al techo y descubrir que esta caja no tiene tapa y que me basta escalar un par de metros para volver a ver la luz. Por fin.

pd. Sabes que va dedicado a ti, niña, sin tu ayuda nada habría sido posible.



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miércoles, junio 20, 2007

Viento en popa a toda vela

Volvamos atrás. Atrás en la historia, atrás en el mundo, atrás en el sueño. Si me dedicas tus besos de nuevo, podré ser capaz de descubrir mil canciones bajo tu almohada y robarle al tiempo los sentidos y los silencios como antes lo hacíamos. Volvamos atrás. Atrás entre los besos de la gente y las lágrimas de los alegres, entre aquella sonrisa y la mía bajo la luz de la farola que nos despidió en el puerto. Permíteme rozar apenas ese pelo y contar los pasos que hay desde tu boca hasta el lóbulo de tu oreja, reanudar los viajes en tu cintura, y sentir bajo mi piel el roce de tus manos.

Si la vida nos diera un minuto, sólo un minuto más, regresaría a ti sin duda, a perfilar la comisura de tus labios y a robarte los suspiros bajo las sábanas. A quererte como nunca te quise y adormecerme en tu regazo como si el mundo aún pudiera ponerse en pie. Ya sé que nunca te quise, ¿pero no puede la vida hacerme cambiar tanto? Quizás habría preferido amarte menos y quererte más, sobre todo si eso te hacía permanecer a mi lado y me permitía volver a sentir tu aliento junto a mi nuca. Sobre todo si eso me hubiese ayudado a continuar navegando sola, como siempre, sin tu ayuda.

Me prometiste que te quedarías aquí para siempre, aquí en este cuarto cerrado, con este millón de estrellas bajo mis ojos, a navegar desde este barco, viento en popa a toda vela, y evitar pisar el suelo para que ese tiburón llamado realidad que se encuentra bajo nuestros pies viniera a destrozar mis sueños. Prometiste quedarte aquí a mi lado escuchando el mar, con la brisa que empapaba mi pelo con descaro; rescatando juntos los delfines, jugando con los caballitos de mar y superando tempestades. Permanecer aquí asidos a este timón que llevábamos siempre juntos, siempre los dos, siempre.

Pero mentiste, y la mar no es clemente con los errores, y me ha dado su permiso para castigarte. Ya no importa cuánto supliques, ni que me denuncies en los siete mares, ya no importa que grites a pleno pulmón porque nadie va a escucharte, no te sirve de nada suplicar mi perdón, ni gimotear por tu vida, ni desear otro sueño, porque la mar no perdona y tú te has ganado a pulso permanecer encerrado dentro de mi camarote.

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martes, junio 05, 2007

No Surprises


Son las 8 de la mañana de un martes cualquiera de un mes cualquiera. Suena el despertador y lo apagas en sueños. Son las 8 y 10 minutos de un día normal de un mes normal. Puedes escuchar bajo la almohada el ruido de un despertador que vuelve a sonar y la vida que llama a tu puerta sin pedir permiso. Aún dormida las gotas caen por tus mejillas y te das cuenta de que no eres tú. No eres tú desde hace días, desde hace meses quizás… Y hoy te va a llevar mucho más esfuerzo sentirte cómoda ante ese reflejo que tienes delante.

Sabes que toca disfrazarse, disfrazarse como siempre has dicho que no harías, pero sabes que aliviar esa molestia interior conlleva primero sentirte a gusto con esta chica de ojos grandes que te reta a través del cristal. Llevarte bien con ella, permitirle sus caprichos, para que te devuelva la boca del estómago y la deje donde estaba, en su sitio, en tu sitio. Abres el armario y encuentras un escote bonito, provocativo pero discreto, no es tu estilo pero un escote de vez en cuando no le hace mal a nadie y al menos la chica del espejo parece un poco más contenta.

El nudo del estómago sigue ahí, te aprieta, te amordaza, te impide respirar con normalidad, te patea las entrañas recordándote a ratos que nadie es tan fuerte, que ni siquiera tú, allá, mucho más allá, donde te deja tu distancia emocional y tu intuitiva esencialidad eres capaz de aguantar ciertos dolores.

La culpas, la miras, ahí, está en frente de ti, en ese cristal y en esa imagen que fue tan tuya y la culpas por todo lo que te está pasando, sabes que en el fondo no estás culpando a nadie, es sólo un reflejo, pero el muy cabrón sonríe ante tu desesperación. Decides que hoy toca presumir de lo que no eres, y maquillas sin piedad esos grandes ojos: sombras, rímel y eyeliner, todo en uno y todo oscuro. Hoy necesitas apagar esos dos focos, necesitas sentirlos muy tuyos, muy adentro, y robárselos a esa desconsiderada que te mira desde el espejo.

Ella se enfada y te patea las entrañas de nuevo, rehace el nudo de tu estómago, corta el paso al aire y a los suspiros, se revuelve y se retuerce dentro de ti, mientras te mira fijamente bajo esos párpados teñidos. Y a pesar de todo te resistes, te levantas y pretendes seguir con tu vida.

Las ganas se te escapan por las mangas de la camiseta, se te escurren las ilusiones entre los dedos de las manos y se te suben los miedos a la cabeza. Y piensas en todas las cosas que te han pasado, piensas en todas las cosas que aún te quedan por pasar, y te das cuenta de que esta lucha interna contra tu yo vencida no te guarda ninguna sorpresa. Te das cuenta de que esta lucha diaria contra tu estómago y tu yo interior al que hace tiempo que no quieres escuchar no tiene sentido. Y en ese instante, cuando dejas de pelear con el nudo que tienes en el estómago, entonces, sólo entonces, mueres de verdad.

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martes, mayo 29, 2007

Más a secas

Hoy somos más, somos más sin menos, somos más a secas. Hoy la gente ha empezado a hablarme como si ya no estuviera aquí, como si ya me hubiese marchado, como si hoy fuese el último día de mi verdadera vida. Hoy nos vamos, hoy somos más los que buscamos en Internet una nueva forma de sobrevivir, los que nos alegramos porque las cosas se vayan resolviendo solas, los que nos fiamos de las señales que nos va enviando la vida, los que sonreímos por fuera aunque lloramos por dentro, pero siempre todos juntos. No me gusta pensar que ya no estoy aquí, que ya me queda poco, que se van estrechando caminos y alejando espacios, que soy y sigo, pero con todos, con más.

Aunque en el fondo después sólo quedo yo, porque me quedo yo sola, yo a un lado, yo a secas. Yo de camino a una de esas nuevas vueltas que da la vida, de camino al futuro y al presente, de camino a no se sabe donde, de camino aquí y allí. Pero nos vamos, nos vamos porque me los llevo conmigo, porque me niego a empezar a echar de menos, prefiero echar de más, echar de más muy adentro, al fondo a la derecha, allí creo que aún queda un huequecito, y llevármelos conmigo, somos más pero podremos hacerlo juntos, somos más y nos vamos todos.

Hoy la gente ha empezado a pedirme que no me vaya, y lo escribo y mientras lo hago me ha dado un pinchazo en el costado derecho, me duele, es más me está doliendo mucho. Supongo que son todos aquellos a los que me llevo dentro que me gritan que no otra vez, o tal vez mi cuerpo que ha puesto toda su energía en conseguir gritar al unísono que no me vaya.
Joder, y es que me duele de verdad, a lo mejor no termino de escribir esta entrada, me caigo redonda y no voy a ninguna parte, y me quedó aquí, tumbada, derrotada, me quedo a secas. Y entonces seremos más, más de verdad, más que se querrán apuntar al carro, más que querrán tomar parte, pero ya eso no tendrá sentido. Para poder encontrar un hueco muy adentro, hay que conseguir primero agrandar el corazón, el aforo es limitado, y muchos compraron su entrada hace tiempo, disculpen las molestias.

Disfruten de la sesión.

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sábado, mayo 19, 2007

Otra vez

Paso la tarde entera sin ti. Otra vez. Esperándote sentada aquí mientras veo las horas pasar. Otra vez. A veces me pregunto si toda esta espera merece la pena. Otra vez. A veces me pregunto si realmente estoy aquí esperándote. Otra vez. O si tan sólo es el reflejo eterno de la esperanza perdida y la paciencia olvidada que camina junto a mis ojos desdibujando los tuyos.

Paso la noche entera sin ti. Otra vez. Esperándote agarrada a mi almohada y escondida entre sus besos. Otra vez. Sé que no apagarán el fuego de tu cuerpo contra el mío, sé que no apagarán el deseo que se despierta al imaginarte junto a mí. Otra vez. Pero no quería dormir sola, hoy no. No otra vez.

Paso la mañana entera sin ti. Otra vez. Desayuno con diamantes. Otra vez. Un abrazo desconsiderado y un beso en la nuca. Otra vez. Me imagino que son tus brazos y el recuerdo aparece confuso, difuso, borroso. Otra vez. No sé, tal vez no esté tan mal desayunar acompañada. Quizás pueda repetirlo.

Otra vez.




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jueves, mayo 10, 2007

Bálsamo revitalizador

27 de abril - 6 de Mayo. San Telmo.
Blanco y Negro. Ying y Yang. Unos cuantos corazones solitarios y diez días por delante para conocerlos. Una sonrisa, un abrazo. Dos poemas y la primera señal. "No me lo puedo creer. Esta semana promete".
Rosa. Risas, un poco de solito, unos cuantos niños y un libro rosa sobre sexualidad femenina y Ying Tao. Tú Aries y yo Capricornio, tu impulsividad y sentimiento y yo reflexión y pensamiento, tú con un mundo interior gigante, yo con el mío aún en obras, pero igual de pasionales la una y la otra, para bien y para mal.
Rojo y Negro. Abrazos, más risas y algún cohete desbocado, explosiones y caramelos, risas, sueños y energía positiva.
Azul. Bilbao, teoría en clase y práctica en la calle, Argentina, "¿dudas? , "tenés un acento muy bonito", Uruguay, Chile, Guatemala, Unicef, un Piscis trotamundos y un montón de niños, "¿pero tú cuántos años tienes?", mil fotos llenas de colores, una ventana sobre una pared magenta, y Neruda desde la casa de la chascona: "He vivido tanto que un día tendrán que olvidarme por fuerza, borrándome de la pizarra: mi corazón fue interminable", más fotos, Jorge y su gran sonrisa, y una foto con la segunda gran señal escrita bajo las alas de una paloma gigante: Soplan nuevos vientos...; no lo olvides niña, las cosas se van a ponerse bien para las dos, yo casi lo noto ya.
Rojo. Una sonrisa enorme, unas gafas de sol y un carácter fuerte, otra Capricornio que se lleva la vida por delante, Pop, libros y Audrey Hepburn que me mira con esos ojos pícaros, previendo lo que pasará. Una Cáncer espontánea y pizpireta, dos niños ya grandecitos, "¿pero, ¿y tú? ¿tú cuántos años tienes?" ¡Socorro! (¿y yo? ¿qué he hecho con mi vida?). Una guía es 1Euro. "Un Euro. Pues no me la llevo, que mi casa no aparece" ¿Su casa? ¿Acaso no sabe llegar a su casa?
Naranja. Algunos satélites, la del Cabildo haciendo Sudokus, y saliendo a saludar con la sonrisa siempre puesta, "¿ustedes están siempre aquí afuera no?" y el chico de Clek sonriendo siempre por los rincones, "niño, enamoras sólo con tu paso".
Marrón. Chocolatinas que no llegan, agua con gas y sin gas a ratos, a días; para el Domingo, para el domingo despedida con chorizo de Teror y pan de leña, faltaría más. Más abrazos, sí, sí, se te nota que das abrazos gratis, y ven aquí a ver si notas mi energía.
Verde. Y de repente el sábado una alfombra roja con mensajes en una botella, para una Aries confusa un corazón rojo y una reflexión profunda, para un Piscis aventurero de vuelta a casa una mariposa (símbolo de resurrección) y un Ying Yang dibujados por una niña de 5 años, para una Cáncer, la familia y los amigos, para la otra Capricornio, un dibujo abstracto, para mí, un par de lágrimas traviesas y una reflexión muy propia: "De niño me fascinaban los mapas y pensaba que algún día estaría en los lugares más ignotos, ahora sé que el viaje es el camino. ¡Largo viaje a Ítaca!"
Viajaré, viajaré, lo prometo, ya me toca, mil gracias por recordármelo.
Violeta. Un matrimonio mayor, con un aura de mil millones de luces, un libro de poemas, dos dedicatorias, y otro poema revelador...¿cuánto vamos a seguir así? Tenías razón, sí, tenías razón niña, este año nos abrirá a todos la puerta de nuestros sueños.
Un arcoiris. Un arcoiris en mi agenda, en mi vida, en los vasos que trajiste para la despedida, "es que tú buscas cualquier excusa para hacer una fiesta", ¿qué esperabas? Eres Capricornio, lo llevas en la sangre. Unos bocadillos de chorizo de Teror, una que vuelve a olvidar las chocolatinas, pero esta vez nos traemos las nuestras, gente que mira y no comprende, gente que nos observa y se ríe, "¿y este libro? ¿éste cuánto cuesta?". Más risas y un bocadillo que se va de regalo, pan de huevo. Un arcoiris, en nuestros ojos, en nuestras miradas. Una encuesta, "¿condiciones de la caseta? No sé, nunca estuve", ¡Socorro!, al final nos vamos a echar de menos y lo saben. Inventario, cajas, un niño con un libro de Historia de la Ciencia, mil recuerdos y un nudo en el estómago, un poco de tensión de última hora, tu Rescate, la vuelta del matrimonio, y la aparición del Arcoiris verdadero sobre el horizonte. Me miras y te miro, esto es increíble, guardémoslo en una cajita bajo llave para no olvidarlo nunca. Estaba escrito que teníamos que estar juntas esta semana y no sabes cuánto me alegro.
Blanco. Cerramos, cerramos por última vez, y por vez primera, Doctor Grillo, un abrazo inesperado de última hora, "vuelvo en dos minutos", ya, encima haciéndote de rogar. Yo doy abrazos, lo siento, cuídate, quedamos para comer cuando vuelvas, sí, sí, lo prometo. No me llores, gracias por todo, me voy con la promesa de que vengas a verme, no dentro de mucho. No voy a mirar atrás, me da pánico, pero "no les echo de menos porque eso sería reconocer que están fuera de mí, y la verdad es que les llevo muy dentro". "Sucede que voy a vivirme, sucede que soy y sigo".*

Fin de la Feria del Libro 2007. Fin de la historia. Pero esta vez tengo claro que no es el final, ni siquiera es el principio del final, sólo es el final del principio. Yo he vuelto por fin con las pilas rebosando energía positiva. Ya era hora.

Mil gracias a los olvidados de la Feria, por suerte, nos pusieron a todos juntos. Hoy, yo "pido permiso para nacer".*


*A vueltas con Neruda.


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jueves, abril 26, 2007

Cumplo un año

Bueno, yo no, de hecho ni siquiera Alnitak cumple un año. Cumple un año este blog, este mundo, este cuento. Algunos pensarán que no, que cumplimos un año en marzo pero se equivocan: darse de alta en el servidor y comenzar esta aventura son dos acciones diferentes y el Érase una vez el caos que conocen nació el 26 de Mayo de 2007. Felicidades a todo lo que significa, a todo un camino recorrido y todo el que nos queda por recorrer y Gracias a todos los que nos han leído alguna vez durante este año, a los que han leído a Alnitak, y a mí a través de sus letras, a los que se han perdido en este caos y han decidido quedarse o visitarlo frecuentemente, a los que acaban de llegar y a los que no volvieron. A todos, porque este cumpleaños es también de ustedes.

Ahora, y con razón, nos tomamos unas vacaciones. Sólo diez días, a lo sumo quince, pero unas vacaciones, al fin y al cabo para celebrar este aniversario. A ver si podemos traer algunos cambios... Nos vemos a la vuelta.

Alnitak y el Duende de los Girasoles

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miércoles, abril 25, 2007

En la arena de la plaza

Llevaba años entrenando, preparándose para enfrentarse al animal que en esos momentos corría en la arena dejándose burlar por su compañero. Mientras esperaba observando desde la barrera, su corazón se volvió revoltoso y decidió por su cuenta prepararse en serio para la corrida. Se escurrió desde su pecho y decidió situarse en la boca del estómago, provocando que los nervios y la tensión se multiplicasen infinitamente. Le faltaba el aire y le sudaban las manos, su compañero continuaba lidiando en la plaza y el toro parecía mucho más bravo de lo habitual. De repente, y entre los griteríos de la muchedumbre, una cornada le atravesó las costillas, dejándolo en el suelo, inmóvil, indefenso ante los constantes ataques del toro.
Entonces la vio, mientras el público se desgarraba las gargantas y se escandalizaba ante su compañero moribundo en el centro de la plaza, mientras el mundo desataba uno de esos episodios de caos inminente y secuestraba los sentidos, Carlos sintió como el mundo se silenciaba súbitamente.

Allá entre la multitud, más allá del bullicio y el pánico, ajena a lo que sucedía en la plaza, ella besaba apasionadamente al que había sido su maestro durante todos estos años. Ignoraban que desde la barrera un par de ojos los miraban escrutadores, unos ojos que se negaban a derramar ninguna lágrima, pero notaban como el peso del llanto comenzaba a ser insoportable bajo sus párpados.
Todo dejó de tener sentido, esa iniciación, tomar la alternativa, esa corrida de toros, la vida, pero sabía que le tocaba enfrentarse al toro que había dejado a José Antonio en el suelo. Y por primera vez miró a la vida a los ojos.
El animal se había detenido a escasos metros de su compañero, había dejado de golpearle y ajeno a las llamadas de los banderilleros y picadores, parecía dar cabezazos contra el aire, como si una pared invisible se hubiese construido para salvar a José Antonio de su, hasta entonces, previsible muerte.
Esa suerte de milagro provocó un aplauso general y un griterío alegre entre el público asistente, pero Carlos, sumido en toda su rabia y gestando ese rencor amargo en la boca del estómago fue capaz de ver el vuelo de un pequeño escarabajo que se había plantado orgulloso frente al toro lo había despistado y entretenido, propiciando que las personas allí presentes volvieran a tener fe.

Había llegado el momento de saltar al ruedo, de dejarse la vida frente a ese toro de lidia, ya libre de las triquiñuelas del pequeño escarabajo y conseguir esas dos orejas para mirarla a ella de frente y regalárselas como agradecimiento por todo aquel tiempo de engaños.


(Explicación eliminada por el autor)


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lunes, abril 16, 2007

Segundos en el tintero

Álex ha estado repasando sus recuerdos y ordenando sus memorias. Ha pasado una larga tarde de domingo, dándole vueltas a su pasado y midiendo el tiempo que pasamos juntos. Posiblemente nunca me habría contado que había invertido su tarde de domingo en esa curiosa tarea si no fuera porque al final, como cabía esperar, le ha pasado factura.
Eran las 6 de la tarde cuando mi teléfono sonó.

-Niña, sólo quería contarte una cosa que me ha dejado un poco preocupado -le escuché balbucear al otro lado de la línea-.

Yo esperaba alguna queja, algún silencio desagradable y un siento haberte llamado para esto pero necesitaba desahogarme, que se había vuelto tan común en nuestra relación últimamente. Pero su revelación fue mucho más sorprendente.

-He estado haciendo inventario del tiempo que pasamos juntos y las cuentas no cuadran: nos dejamos cientos de segundos en el tintero.

Cientos. Eso era mucho más de lo que pensé dejar. Estaba acostumbrada a vivir mis relaciones intensamente, segundo a segundo, minuto a minuto, viviendo siempre cada momento como si fuera el último. Para mí el tiempo juntos no eran sólo los momentos que compartimos sino todo lo que hicimos los dos solos, juntos o con otras personas durante los años que duró nuestra relación. Haberme dejado segundos en el tintero era algo que no encajaba con mi forma de ser y tampoco con la de Álex.
Él no quiso ahondar más en la cuestión y colgó el teléfono con un sobrio "Sólo quería decírtelo", pero sin quererlo me metió de lleno en su saco de preocupaciones. Ambos sabíamos que muchas otras veces perdimos un tiempo considerable en otras relaciones, puesto que no todo el mundo está dispuesto a administrarlo y aprovecharlo de esa manera. Pero hasta ayer los dos pensábamos que eso no había ocurrido entre nosotros, estábamos completamente de acuerdo en lo que significaba para nosotros el tiempo juntos y por eso encajábamos a la perfección. Posteriormente, cuando consideramos separarnos fue debido a otros motivos que no tienen ahora ningún interés real, pero mientras lo nuestro duró aprovechamos cada segundo. O eso creíamos.
Cientos de segundos en el tintero... La frase estuvo rebotando en mi cabeza durante toda la tarde y hasta bien entrada la noche, pero por más vueltas que le daba no conseguía recordar cuándo olvidamos esos segundos, cuándo los perdimos...
Quizás fueron los segundos anteriores a nuestro primer encuentro, nuestra primera sonrisa, nuestro primer beso, nuestro primer polvo, esos en los que deseas a gritos dar el primer paso pero el miedo a ser rechazado te paraliza y lo retrasa eternamente. Quizás fueron los segundos posteriores a nuestro primer desacuerdo, nuestra primera discusión, nuestro primer enfado, esos en los que el orgullo te impide acercarte cuanto antes a solucionar la situación. Quizás fueron los segundos que pasaron hasta que pudimos mostrar nuestro amor en público, hasta que ambos reconocimos que se trataba de algo más que un lío de una noche, hasta que fuimos capaces de aceptar el compromiso, los segundos hasta nuestro primer Te quiero, esos segundos que perdimos cuando el miedo al compromiso y a perder el tiempo nos ataban a nuestra aparente independencia. Quizás fueron los segundos que perdimos cuando olvidamos nuestra pasión en el armario, cuando comenzamos a disfrutar del coqueteo con otras personas, cuando nos aburrimos de nuestras conversaciones, cuando pensábamos que sólo era una etapa a superar, esos segundos en los que aguantamos y tiramos de la relación hasta que nos obligamos a reconocer que todo había acabado.

He seguido dándole vueltas toda la noche, y he llegado a la conclusión de que Álex está equivocado: no sólo nos dejamos cientos de segundos en el tintero, dejamos miles... pero al menos esto nos ha enseñado que no siempre es posible vivir segundo a segundo.

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jueves, abril 05, 2007

Correspondencia con la línea 4

Mirarte a los ojos a través de los cristales del metro se ha vuelto un desafío incontrolable. Rehuir tu mirada desde el asiento contiguo es sencillo, Alicia a través del espejo se lleva durante esos instantes toda mi atención. Recorrer con mis ojos la costura de tu pantalón es una tortura que estoy dispuesta a pasar. Rezar porque aparezcas un día más entre los transeúntes, una obligación y suplicar para que no te acerques es la actividad a la que dedico el resto de mi tiempo.

Te deseo tanto que me da miedo pensar que todo pudiera terminar en un ¡cuánta gente hoy en el metro! ¿no? Te deseo tanto que no me importaría arrancarte a tiras la camiseta en medio de este sucio vagón de metro y descubrir a dentelladas los secretos escondidos bajo tu ropa, y los misterios de tu figura que se intuyen bajo el abrigo.

Sé que me deseas como yo lo hago, porque me lo contaron tus ojos desde el andén, a través de estos cristales del vagón de metro. Sé que me deseas como yo lo hago, porque me persiguen tus miradas lascivas entre la multitud y se cuelan por debajo de mi falda las garras de tus ansias y me destrozan las medias los arañazos de tu libido.

Y sin embargo, evito rozar tu mano cuando te sientas a mi lado, y susurrarte mis anhelos al oído cuando la multitud me coloca tras de ti. Disimulo ante posibles miradas furtivas, ante la curiosidad ajena de los viajantes y ante tu consabida prepotencia que utiliza mis ardores como apoyo a tu ya crecida autoestima.

Y bajo del metro en marcha y te miro a los ojos a través de los cristales para sacar de quicio a tu impaciencia y prometer para mañana lo que nunca pasará. Quizás algún día podamos decidirnos a follar con el metro en marcha y la multitud sumida en su atontamiento eterno.

Quizás algún día, pero hoy no, que después de cinco años casados, tengo suficiente con hacerte el amor entre bambalinas y jugar a los desconocidos en el metro.

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viernes, marzo 30, 2007

Enfermedades comunes

En días como hoy, a Lidia le duelen las pestañas. Se le quedan atravesadas ahí en la garganta, sin saber muy bien por qué están ahí ni como llegaron. No es la primera que vez que ocurre, pero las veces anteriores habían resultado mucho más dóciles y habían respondido a sus gritos ahogados y sus inspiraciones profundas.
Quizás hoy no es un día como esos, o tal vez esos días no son como hoy, porque hoy se han acomodado en su garganta y no parecen tener intención de volver a salir.
En días como hoy, o en días que parecen como hoy, yo solía cantarle alguna canción a Lidia. Alguna de esas que salen en los anuncios de televisión, o alguna de su serie favorita, a veces incluso le cantaba alguna de esas tan horribles que nos cantaban de pequeñas, y ella asentía con la mirada notando como sus pestañas comenzaban a volver a su lugar.
Hoy, sin embargo, no vuelven, pero a Lidia le siguen doliendo las pestañas. Supongo que será como esa sensación después de una de esas noches más o menos divertidas, más o menos locas, en las que me descubro maquillándome entre bastidores, y me levanto pegada al rimmel olvidado en mis pestañas. Esa sensación de "sé que eso que debe verse en el espejo, aunque no lo parezca, soy yo" que, por otra parte, soy incapaz de ver porque mis pestañas se niegan a separarse. Se han enamorado, solía decir Alejandro.
Pues las de Lidia a estas alturas deben estar con los papeles del divorcio sobre la mesa, y con un puñado de verdades bajo el brazo que han sido escondidas durante todos estos años esperando el verdadero momento para herir de verdad.
Lidia es fuerte, eso es cierto, pero también es un manojo de nervios y una cotorra sin remedio -aunque eso sea sólo algunas de todas las cosas que también es- y el dolor intenso y la incapacidad para hablar la están sacando de quicio. Los médicos dicen que si esta situación se alarga demasiado, podría morir de dolor de pestañas.
Siempre sería mejor que morir de un ataque al oído interno o una infección de uñas, pero no me gustaría estar aquí cuando sus cuerdas vocales se cansen definitivamente de permanecer tapadas por las pestañas y decidan instalarse en la planta del pie. Eso sí que sería verdadero dolor.
En días como hoy, preferiría tener amigas con enfermedades menos comunes, pues al menos no podría prever como va a acabar todo.

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jueves, marzo 22, 2007

Mándale recuerdos

- Dale recuerdos de mi parte- dije-.
- ¿De qué color?- contestó él.
- ¿¿De qué color??

Sabía perfectamente lo que estaba preguntándome, sabía perfectamente de qué color eran mis recuerdos, pero me extrañó que alguien me lo preguntara con tanta tranquilidad. Respondí con la misma pregunta para hacer tiempo en una situación de emergencia, para calmarme y asimilar lo que estaba sucediendo.

- Sí, ella me pregunta que de qué color son tus recuerdos.

Mis recuerdos. Normalmente las personas no preguntan de qué color son los recuerdos, normalmente las personas pasan por alto el color de los recuerdos, normalmente algunos ni siquiera saben que los recuerdos tienen color. En aquel instante fue consciente de que el mundo está lleno de personas increíbles por descubrir y que yo, conozco y vivo solamente en una parte muy muy pequeñita de él.

- Sí, los recuerdos son un concepto abstracto y por tanto cada uno le da la forma y el color que considera en su cabeza. ¿De qué color son tus recuerdos?

Lo sé, construimos castillos de conceptos abstractos en nuestras cabezas, y les damos forma a nuestra manera. Para algunos, los recuerdos son una postal que sólo dice: Hola, ¿que tal estás?. Para otros, es un osito de peluche que se deja de regalo para que te acuerdes de mí. Para los más, un puñado de memorias que quieres traer a la mente del destinatario. No, mis recuerdos no eran así, ni siquiera la conozco, así que no puedo enviarle un puñado de memorias inexistentes.

- Azules- dije firmemente.

Lo tenía claro, mis recuerdos eran azules, azules como el mar que te envuelve y te acaricia; azules como el cielo que siempre está a nuestro lado no importa momento o lugar; azules como los ojos de ese niño que me miraba desde el parque el otro día, ése que me miró con los ojos bien abiertos recordándome que aún me quedan muchas cosas por las que sorprenderme; azules como mis gafas y como mis gafas de sol; azules como las paredes de mi habitación y las sábanas de mi cama, simple y llanamente azules.

-Azules, eso va a gustarle.

Y respiré hondo. No sólo había sido capaz de identificar con claridad el color de mis recuerdos, sino que además iban a gustarle, y eso ya eran dos cosas buenas en un único día.

Para Carmen, con todo mi cariño. Gracias por recordarme que los recuerdos aún tienen colores.

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viernes, marzo 16, 2007

Usen Protector Solar

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viernes, marzo 02, 2007

Pérdida de consciencia


"A veces creo que te invento, para poder seguir viviendo, aunque sea una quimera, un tesoro en la encimera".*


A veces creo que todo no fue más que un simple sueño. Siento como si el tiempo que pasó entre tus ojos y los míos, el tiempo que se paró a nuestro alrededor, no fue más que una ilusión, un salto en el tiempo, un vacío, un hueco inexistente creado por dos segundos de pérdida de consciencia.
A veces me sorprendo de las estrategias de este universo, que nos presentó, nos revolvió, nos encontró, nos separó y nos juntó, y todo ello en dos segundos de pérdida de consciencia, en un segundo de silencio entre la multitud, en medio segundo de encuentro de tus ojos y los míos.
A veces creo que sólo fue un cuento, un truco del destino, ese destino que se hace presente sólo cuando lo cree necesario. Sí, ese destino que de alguna forma quería decirnos que todo pasa, que todo mejora, que a veces es necesario arriesgarlo todo por dos segundos de pérdida de consciencia.
Y es justo entonces cuando me acerco a este espejo y veo que la imagen que me devuelve tiene aún marcadas las cicatrices de tus caricias en mi mejilla, y mis labios aún sufren las consecuencias del calor extremo de tus besos. Es entonces cuando, al mirarme, descubro en mis ojos esa luz, esa que dicen que hace días que me acompaña, esa que nos rodeó con sus brazos, esa que le dio a mi mirada ese color gris azulado, esa que me devolvió la vida.


"A veces dudo de tu presencia, de que me tengas en cuenta, entonces se me abre la herida , que me dejo tu partida".


Pero sé que se marcharán, igual que mis ojos volvieron a tener su color natural cuando olvidaron el recuerdo de los tuyos, las cicatrices desaparecerán. Y entonces volveré aquí, y este espejo sólo me mostrará lo que soy y lo que tengo, se llevará mis recuerdos y borrará para siempre ese momento.


"Y me peleo porque dicen que, el que algo quiere algo le cuesta, ese fantasma no me deja y yo me canso de luchar".


Me canso de recorrer toda la ciudad, buscando esa luz entre la gente, de mirar a tantos ojos vacíos, de rezar a gritos por tu vuelta, y de intentar buscar en otras luces, aquella que hizo parar el tiempo, que nos abrazó y nos protegió del mundo.


"Soy tu cintura, tu mi cuerpo, mi deseo está en tu piel, quizá parezca una estupidez imaginar lo que seria besarte, en este instante".


Por suerte, aún me quedarán entonces las marcas de tus labios sobre mi cuello, esas marcas que dejan las heridas más profundas, las que encienden la mirada, las que cambian el color de mis ojos y me recuerdan que una vez, al menos una vez, tuve mis dos segundos de pérdida de consciencia.




*Canción Imaginarte de Alba Gárate (LANTANA), parte de la banda sonora original de AzulOscuroCasiNegro, nominada a los Premios Goya 2007 como Mejor Canción Original

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martes, febrero 27, 2007

Página 123

Mi amiga Eika me ha dejado tarea pendiente, y yo que siempre hago los deberes aquí la pongo.
Página 123 del libro que leo en este momento, Primer párrafo (lo siento no puedo coger el segundo porque no hay segundo párrafo, esta página sólo tiene uno y chiquito, ;-)):

"Los hombres grises, que un ratito antes tenían un aspecto tan decaído, levantaron las cabezas. En sus labios había una delgada línea de triunfo. Aplaudieron, y el ruido se repetía en los interminables pasillos de tal manera que parecía un alud de piedras."
Momo, Michael Ende


Pd. Ya, ya sé que es un libro para niños, pero es que a veces necesito alimentar un poco a mi niña interior, y otras es porque ella me lo pide a gritos, como ahora.

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miércoles, febrero 21, 2007

Quiero escribir

Quiero escribir, y no puedo. Quiero escribir y no sé de qué ni sobre qué. Me gustaría tener un libro de mil pequeños cuentos escrito en mi cabeza. Todos deberíamos tener uno así, al menos aquellos que nacemos con ganas de escribir, aquellos que deseamos escribir por encima de todas las cosas, aquellos que fingimos que nos importa más la vida que este pedazo de papel. Sería sencillo buscar una palabra -por ejemplo, payaso- buscarla como quien busca en un diccionario, y toparse con un cuento, -no necesariamente con nariz colorada, no necesariamente con zapatones grandes-, no necesariamente con final feliz, pero un cuento, uno que poder poner sobre esta hoja en blanco, uno con el quitarse esta intensa sensación de desnudez.

Podríamos buscar una profesión -por ejemplo, ladrón- y escribir una misión imposible, una fecha límite, un plan, un horario, unas condiciones laborales adecuadas, un uniforme, unas herramientas necesarias y escribir en una noche la historia de una forma de vida, podríamos inventar -o encontrar en el diccionario- algunos personajes secundarios -por ejemplo, dos ladrones, algún hippie, un bañista, algún guardia, dos bebés, un oso de peluche, un par de payasos, un pollo, y unos cuantos pitufos- y escribir en una noche la historia de una vida con sus romances, sus amistades, sus bromas, sus sinsabores, sus risas y sus relaciones, sus besos, abrazos y tristezas compartidas; y rellenar esta hoja en blanco con la historia del mundo.

Podríamos buscar una forma vida -por ejemplo, volvamos al antiguo oeste- y descubrirnos en la piel de ciertas bandidas, buscadas y acosadas por la justicia, temidas y evitadas por los habitantes de la zona, podríamos crear un mundo sobre sus fechorías y sus derrotas, sus botines y sus rehenes, y escribir en una noche la historia de unas personas con sus sentimientos y sus vanidades, sus orgullos y sus aspiraciones, podríamos inventar algún personaje de su vida -por ejemplo algún obrero, Pippi Langstrump y la abeja Maya- e investigar y dibujar sobre este papel el esquema de sus relaciones y sus inoportunas -o no- coincidencias.

Podríamos... pero yo sigo sin encontrar ese libro de cuentos en mi cabeza, y sigo teniendo una página en blanco que rellenar para este viernes, a ver si de repente me canso de escribir, me pongo el pijama y me voy a la cama. Sería lo más sencillo...

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lunes, febrero 05, 2007

Un momento

Llega un momento en el que las cosas se acaban. Llega un momento en el que no dan más de sí. Llega un momento en el que alguno de los dos no aguanta más. Llega un momento en el que se pierde la confianza. Llega un momento en que desentonáis canciones y ponéis tonos inadecuados a las frases. Llega un momento en el que os pierde el orgullo. Llega un momento en el que dejáis de ser vosotros para convertiros en dos personas que viven vidas paralelas en mundos paralelos donde el cruce se hace imposible, inviable, improbable. Llega un momento en el que la paciencia se llena y las lágrimas se tragan sin cesar. Llega un momento en el que compartís malentendidos y malinterpretáis opiniones compartidas. Llega un momento en el que piensas que siempre fuisteis líneas paralelas sin posibilidad de cruce. Llega un momento en el que todo explota. Llega un momento en el que los trocitos de lo que algún día fue una sonrisa se quedan desperdigados por la habitación. Llega un momento en el que desenterráis los tabúes y acariciáis el límite del envenenamiento. Llega el momento en que tu perro se come los trocitos y te impide recomponer el puzzle de lo que alguna vez fue. Llega un momento en el que dejas de ser tú, por necesidad, por cariño, por amor a él. Llega un momento en el que tomáis decisiones precipitadas. Llega un momento en el que escribís cartas que no leeréis y leéis miradas que no escribiréis. Llega un momento en el que sacrificáis proyectos por ganar salud mental. Llega un momento en el que pierdes, y lo sabes, pierdes. Llega un momento en que repasáis lo ocurrido y no lo entendéis. Llega un momento en que te das cuenta de que esa actitud tuya es lo mejor para él, quizás también para ti. Llega un momento en el que os hacéis daño mutuamente. Llega un momento en el que tendréis que empezar a buscar el momento de devolveros a Bergmann, a Allen, y a Amanece –signifique lo que signifique eso- y arriesgándoos a lo que os arriesgue eso. Llega un momento en el que te das cuenta de que ya nada tiene sentido, al menos no así, al menos no ahora. Llega un momento en el que el dolor ocupa más espacio que la alegría, en el que los momentos compartidos ocupan menos memoria que los momentos discutidos. Llega el momento en el que tenéis la sensación de haber vivido dos historias diferentes, de haber saltado de una relación a otra sin daros cuenta, de haber pretendido vivir de la misma forma en un mundo paralelo. Llega un momento en el que la irascibilidad, la susceptibilidad y la desconfianza os tiran de la mano para que sigáis su juego. Llega un momento de miradas evitadas, de cartas olvidadas, de sentimientos que se van por el desagüe de la desesperación. Llega un momento en que se hace necesario cortar por lo sano. Llega un momento en el que no eres capaz de mirarle a los ojos sin echarte a llorar o sin echarle de menos. Llega el momento de decir adiós, de decir ay dios, y llega el momento del Momento. Lo sabíais y os arriesgasteis. Lo sabéis y os toca volver a arriesgaros por un momento, por una vida, por un segundo. Llega el momento.

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domingo, febrero 04, 2007

Problemas con el html

Debido a los comentarios que he recibido me he visto forzada a explicar lo que le ha pasado a mi blog. Mis posts tienen un fondo marrón casi negro, el que han tenido siempre, por eso las letras son de ese color tan claro, y parece ser que ese fondo no se ve. Yo no me había dado cuenta porque en Firefox sigue viéndose, pero por alguna razón en Explorer ha desaparecido y yo no he tocado nada, de eso estoy segura. Así por uno de esos muchos entresijos de la informática, ahora el fondo no se ve. Estoy intentando solucionarlo pero me toca probar mil cosas porque no tengo ni idea de programación y como en Firefox se ve bien, no sé dónde puede estar el problema, ya que al principio pensé que sería problema del alojamiento de la imagen, pero parece que no...Bueno, sólo escribía para pedir disculpas por estar obligándoles a forzar la vista y no haberme dado cuenta antes de este problema.

Disculpen las molestias.

Saludos

Actualización: Bueno, ya lo he solucionado, o al menos en parte, en Explorer se ve el fondo negro y en Firefox se sigue viendo el fondo de siempre. Pero sea como sea se puede volver a leer sin problemas.

Gracias por avisarme de lo que estaba ocurriendo.

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lunes, enero 29, 2007

Sobre el arroz

Se nos pasa el arroz. Hace tiempo que teníamos que haber apagado el fuego y sentado la cabeza. Hace tiempo que este mundo está repleto de cabezas sentadas, fuegos apagados y arroces en su justo punto. Quizás debería haber comprado uno de esos arroces que no se pasan pero no he tenido tiempo, y esa es la razón de que mi arroz no se pase aún. No se pasa porque ni siquiera he empezado a cocerlo.
Y el otro mundo está lleno de arroces que se pasan, de fuegos que no se apagan, de cabezas que no se terminan de sentar. Habría que preguntarse quién decide en qué mundo debe estar uno, quién decide la edad en la que debería mudarme al otro mundo. ¿Lo decides tú? ¿Yo? ¿El mundo? ¿Lo decide el arroz? ¿El fuego? ¿La marca del arroz? Habría que preguntarse dónde quedan aquellos cuyo arroz no se pasa nunca. ¿Están aquí? ¿Allí? ¿En ese mundo? ¿En aquel otro?

La calle aún no me huele a arroces pasados, a fuego apagado y no veo cabezas decididas a sentarse. Quizás hace años que vivo ciega, luchando en mis propias tinieblas por encontrar mi paquete de arroz, pero al menos vivo tranquila porque sé, que por ahora, no se nos pasa el arroz.

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martes, enero 16, 2007

Prisa por crecer

Mientras caminaba sumida en mis pensamientos he escuchado en la trastienda de la realidad una frase que me llamó lo suficiente la atención como para traerme de nuevo a la plena consciencia: "Sí, entonces Paris Hilton me llamó y me dijo: Vane, tu no te preocupes que los 70€ de la factura del móvil los pago yo". Tras mi sorpresa inicial comprendí que la "Vane" estaba relatando a su novio -muy entusiasmado con la historia el chico-un sueño que había tenido. Y entonces me di cuenta que las diferencias entre las personas están escritas en lo más profundo de nuestro subconsciente.
Fui capaz de observar divertida que entre Vane y yo debería haber una serie de abismos concatenados, porque estoy segura de que ni siquiera en mis peores pesadillas tendría yo el gusto de encontrarme con la "señorita" Paris y mucho menos conversando con una servidora. Pero, ¿es verdad que somos tan diferentes?
Vane debe tener unos 16 años y, como toda esa masa de adolescentes que se pasea por el país con demasiada prisa por crecer, viste como si tuviera algunos años más. Está peinada de peluquería, con el flequillo a un lado y el pelo planchado, la cara maquillada con elegancia, los labios con un toque de brillo muy natural. Lleva unos pantalones ajustados, unas merceditas, y una camiseta de tirantes que deja entrever los tirantes de un sujetador que imita la piel del guepardo. Muy mona, muy señorita, pero no me engaña: tiene 16 años.
Sí, definitivamente somos muy diferentes. Yo nunca tuve prisa por crecer, de hecho nunca quise dejar de ser una niña, por eso nunca soñé con Paris Hilton.

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martes, enero 09, 2007

La valse d'Amélie

Porque no hay mejor forma de empezar el año...

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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