lunes, diciembre 21, 2009

365 palabras para 365 días

Este año, cuando comenzó, vino con un pan bajo el brazo, un pan de esos que te aportan la energía suficiente para seguir adelante durante doce largos meses, un pan de esos que te ofrecen en la sala de espera en la que has estado durante años y en la que conoces a otras personas que como tú han estado esperando su momento y a las que irremediablemente echarás de menos.

Ese pan fue el alimento diario para esta montaña rusa que comenzó con la creación de más de mil grullas que exige la tradición japonesa para poder pedir que se cumplieran mis sueños, más de mil grullas que me llevaron a ver mis escritos al otro lado del Atlántico, a filmar con mayor o menor acierto todo lo que encontré a mi paso, y a volar por primera vez como una verdadera abeja reina, sin prejuicios, sin remordimientos, a dejarme llevar más allá de mis límites y a traer de vuelta a mi vida a aquella niña que aún se permitía soñar.

"Siento que el 2009 va a ser un año en el que nos pasarán cosas importantes", fue la profecía de una pequeña bruja que me visita en ocasiones. Y así ha sido. Ha sido el año del aprendizaje, del autoconocimiento, de bordear los límites, de superar los errores y sobrellevar algunas pérdidas -una vez más-, el año de aprender a dejarse llevar -y de todo el esfuerzo que eso supuso-, para que la vida pudiera acercarme a todo lo que realmente estaba esperando.

Y lo que parece un final, un final de año, de ciclo, quizás de ciudad, no debería ser más que un alto en el camino, una parada para coger aire y recuperar lo conseguido durante el último año, lo avanzado. Pero como cada año, nuestro calendario anual culmina a las puertas del invierno, que este año parece mucho menos frío, que parece por primera vez en mucho tiempo, un buen invierno, quizás porque tú estás aquí, porque has llegado y nunca es tarde para hacerte un hueco en el nuevo año que comienza, si te apetece quedarte, y porque pase lo que pase, todo va a salir bien.


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martes, diciembre 08, 2009

To Chicago

Es el momento en el que el tren se pone en marcha el que paraliza nuestros sentidos, ese segundo, ese casi imperceptible vaivén en el que toda la maquinaria retrocede un milímetro para reemprender su camino, esta vez con nosotros dentro. Es el momento en el andén, la incertidumbre, las carreras, las prisas, la vida, que te empuja hasta ese preciso momento, en la puerta de un tren que no sabes a dónde se dirige, que no sabes ni siquiera de dónde viene, ese momento en el que sólo el instinto te puede ayudar a decidir si debes o no entrar, si quieres saltar de un tren en marcha a otro, o prefieres quedarte a esperar el siguiente tren en el andén.

Y de repente, una mano que se tiende, una ayuda, una mano que te promete que todo saldrá bien, una mano que surge de la nada, que no sabes de dónde viene ni a dónde va, que no puede decirte que dirección tiene ese tren porque probablemente tampoco lo sepa, pero que te promete, sinceramente, que todo va a salir bien, que no importa a dónde te lleve este tren, o el siguiente, o el que decidas coger, pero que va a salir bien, que en esta vida no nos queda otro remedio que seguir adelante, cambiar de tren, saltar en marcha, subirnos en el último momento, pero seguir adelante, dejarnos llevar, arriesgarnos, hacia algún lugar, y no tener miedo a ser felices, y ocupar nuestra plaza en el nuevo tren, porque el tiempo que se pierde en los andenes nunca se recupera y todos, o casi todos, tenemos en nuestros billetes demasiado tiempo perdido en el andén que recuperar.

Y hay mil trenes que se cruzan cada día, gente que ha saltado, que ha subido en trenes paralelos, gente que cambia de tren, gente a la que te encuentras en el nuevo tren después de años de aquel primer encuentro en aquel vagón lleno de gente a la que detestabas, gente que te sacó a rastras de varios trenes que te estaban matando por dentro, el olor, el ambiente, direcciones equivocadas, quién sabe, son trenes que se quedaron atrás, trenes en los que nunca te sentiste totalmente cómoda, trenes en los que no había asiento para ti, trenes completos, sold out, vuelva otro día, trenes sin destino, trenes perdidos, trenes que dejaste perder por tu bien o el de otros, o el de muchos otros y tantos otros que llegaban tarde, plazas para viajar en otros trenes que regalaste, trenes que nunca pasaron, trenes y más trenes.

Un pitido, la puerta va a cerrarse, ¿te atreves a probar el nuevo tren?¿Te arriesgas?

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domingo, noviembre 29, 2009

Un sandwich con huevo

Aquella tarde la cafetería estaba casi vacía y mientras yo me manchaba los dedos perfilando el borde de la taza de café que todas las tardes me tomaba en aquel mismo asiento, en aquella misma mesa, junto a aquella misma ventana, ella había usurpado mi lugar (sí, en aquel asiento, en aquella mesa, junto a aquella misma ventana) convirtiendo una tarde cualquiera en un amasijo de nervios en las manos, de rabia en los ojos y de desesperación. ¡Que se vaya! Y cuanto antes mejor. Que me deje mi lugar en la cafetería y releer los primeros versos de este nuevo libro, que aquí no puedo abrirlo, no hay suficiente luz, hay demasiado ruido (me molesta el ruido de la máquina de café y el camarero que grita a cocina un sandwich con huevo y el clinc clinc de la máquina registradora), y porque aquí me llega el frío de la puerta al abrirse, y después el de la señora que se queda en la entrada, que habla con alguien de afuera, que no se decide, y la puerta que sigue abierta y el frío que me llega, hasta que por fin entra y cierra y yo ya me he desconcentrado y así no puedo leer y mejor que se vaya, que me deje sentarme en mi asiento, en mi mesa, junto a mi ventana. No quiero nada más, gracias, ¿sabe si esa chica lleva mucho tiempo aquí? ¡Cómo que toda la tarde! ¡Cómo que debe esperar a alguien! ¡Cómo que es la primera vez que la ve! Y no se marcha, no parece tener intención de marcharse, dos tés, un croissant a la plancha, mientras mira por la ventana y pierde el tiempo y yo me desespero y no tengo nada que hacer, y me fijo en que casi no parpadea y que al otro lado no hay nada que mirar, y me desespero y pago y me levanto y todo a la mierda. Mañana pienso volver y espero por su bien que haya vuelto a parpadear de nuevo, pero en otro sitio.

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miércoles, noviembre 11, 2009

Íntimo y personal

En el lugar del que vengo las nubes, que nos visitan sólo de vez en cuando, no miden más del equivalente al uno cincuenta de la medida de la altitud. Son nubes bajas, ínfimas comparadas con sus primas madrileñas, y han aprendido el arte de disfrutar de las cosquillas de los pinos en el vientre y del eco de la música de taifas que desciende por los barrancos.

Allí basta con elegir un avión al que le guste volar más o menos alto para atravesar el manto de nubes por el hueco de algún ombligo y tenderse a coger el sol a temperaturas de más de 25 grados centígrados sobre la alfombra rosada que surge de los rayos de sol que se entretienen jugando con ellas.

En el lugar del que vengo los peces juegan a deslizarse entre los pies, huyen de los niños traviesos, buscan trocitos de pan escondidos entre los dedos y bajos las uñas y se escabullen, como en todas partes, cuando vislumbran alguna red que se empeña en darles caza.

Allí, en ese mismo lugar, el mar frío y seductor acaricia los cuerpos desnudos y se deleita con enamorados que hacen el amor en pleno día bajo sus aguas. Ese mismo mar es torbellino, ira, corrientes, temor y olas de más de cinco metros de altura y cobra intensidad cuando llegan las mareas del pino, pero es también calma, tranquilidad, sosiego, paz, serenidad y anestesia.

En el lugar en el que nací las gentes son amables, sonrientes y deambulan con vientos calmos, no precisan de citas prefijadas ni huecos en la agenda, rehuyen las histerias estresantes, gustan de vestir ropas tradicionales en el rememorar y en la melancolía o la locura que se desata en sus variadas fiestas, y despliegan raudales de creatividad, originalidad, habilidad y fantasía en la confección de las vestimentas correctas para dejar de ser ellos mismos durante unas cuantas semanas al año.

Allí, en el lugar en el que me crié, las chicas son altas y guapas, tienen la tez dorada por el sol y la suavidad de los alimentos de la tierra en el rosado de sus mejillas, miran a los ojos con dulzura, a través de unas pupilas color miel y los reflejos dorados que el sol y el mar han pintado el los mechones de su pelo. Ellas llevan la gracia de sus gentes guardada en los hoyuelos de la sonrisa, la talla media de sus sostenes supera la media nacional y disfrutan, mucho más que la mayoría, de la ropa interior alegre y colorida, según las declaraciones de la responsable de una conocida franquicia comercial.

Las chicas del lugar del que vengo, se sientan a mi lado en el avión cuando vuelvo de visitar mi entrañable continente en miniatura y me recuerdan que lo único que anula mi pasado tropical es no parecerme a ellas ni una pizca. ¡Qué asco de féminas!

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jueves, noviembre 05, 2009

Dos entierros

Quiero una pierna rota, una vía muerta, una historia ya vivida, un antihéroe tópico, una sonrisa forzada, un condón usado, una escalera mecánica sin electricidad, un infierno para jugar a los bolos, quiero dos entierros, una vía forzada, una historia mecánica sin electricidad, un condón roto, una escalera ya vivida, una pierna muerta, una sonrisa usada, un antihéroe para jugar a los bolos, un infierno tópico y dos entierros, uno por cada uno de los días que pienso llorarte y ni uno más.

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martes, noviembre 03, 2009

Índigo

Por la ventana del pasillo entra la luz de la luna esta noche, como todas las noches en las que la luna me castiga y me desata y no se apiada de mí mientras revuelve mis pensamientos con jirones de locura, de reflexiones y de sueños, mientras me traspasa su locura, así a cuentagotas, con la punta de los dedos, con las páginas de todos los diarios que nunca llegué a escribir.

En estos días, la imagen irreal de las sábanas tintadas por los haces de luna es el detonante para poner en marcha los conjuros de todas las brujas urbanitas que continúan vivas en el bajo de las escaleras de los zaguanes olvidados y se reunen endiosadas a planear la forma de manejarnos como marionetas insípidas, alienadas, insulsas, autómatas e impúdicas.

Y a veces conmigo lo consiguen, porque me dejo convencer, me deslizo y me rindo a sus sortilegios, porque me hechizan los tacones de aguja que nunca usé y la excusa perfecta de sentirme bajo encantamiento para poder dedicarme a vivir plenamente, sin prejuicios, sin límites, sin convenciones sociales, sin miedos.

La magia que despiden sus ojos de color índigo, inquietamente penetrantes, es también el color de las auras marcadas bajo sus encantamientos y el del rastro que dejan las pisadas de sus víctimas en el bordillo de todas las aceras de la ciudad donde ellas les obligan a detenerse a hacer acrobacias peligrosas antes de salir a comerse el mundo.

Hace tiempo que soy incapaz de ver el rastro de mis pisadas y mis músculos no me permiten repetir las acrobacias que hace unas semanas realizaba sobre el bordillo con tanta facilidad, incluso le he pedido a él que baile para para mí en el límite de la acera antes de que se marchara a demostrarme que es capaz de vivir en un carpe diem continúo y me trajera las pruebas de sus historias, y no tuvo problema para hacerlo. Sus pisadas azules se quedaron profundamente marcadas frente a mi portal incluso más vibrantes que las que yo conseguía dejar en mis mejores épocas.

Hoy al mirarme en el espejo bajo el reflejo de esta luna insidiosa me he preguntado si la culpa de mi impotencia para dejarme hechizar no la tendrán estas pupilas color azul oscuro que me miran desde el otro lado del cristal.

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miércoles, octubre 14, 2009

Mi pequeña muerte

Para esos lectores anónimos
que siempre me leen,
y para Dani, por sus inestimables consejos.



Mi orgasmo es una noche de fuegos artificiales

y ese hormigueo, continúo, cauto,

apenas audible,

que comienza allá

en la punta de los dedos de los pies

que recorre esos lugares que pensé inexistentes,

en el rincón luciérnaga de la mácula

que ilumina mis ojos.

Es una explosión perfecta de caramelos de sal

y de fruta

en paladares expertos,

es el porqué de los cuerpos celestes

que desenredan los hilos de sus vidas

para descubrirse inmortales

eternamente efímeros

placenteramente exánimes.

Es, en su etimología: arduo,

apenas cansado,

adrenalina digestiva que se esparce

en la montaña rusa de mis venas,

durante el último tirabuzón

que deja marcharse el gas hilarante hasta la médula,

infinito en el ocaso.

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jueves, octubre 01, 2009

Amarillo flower

Para one flower.
Espero que te guste,
son las únicas palabras que he podido escribir
aún me aprieta fuerte este nudo en la garganta.


Da miedo el silencio que recorre algunos días el vagón del metro. Tiendo a pensar que es en los días más fríos, en los que la gente se levanta con pereza de la cama y se aprieta contra la multitud casi por inercia, por frío, por silencio. Ese silencio es más doloroso que pasar la noche junto al altavoz, o las mañanas ante una excavadora en funcionamiento y hoy me hacía aún más daño, me dolían los días pasados, los tiempos no vividos, quizás más, quizás me dolía tu falta y era eso lo que se escuchaba en el vagón de metro, el sonido de tu ausencia amarilla y un poco violeta o lila o como te guste llamarla, un poco flor y un poco carcajadas huidas, sonrisas, abrazos eternos, un poco el silencio que dejan todas las veces que no te dije cuánto te quería y todas las miradas cómplices y los sueños que no llegamos a cumplir, juntas.



Dan miedo las estaciones de tren de madrugada y las paredes de una casa vacía, y aún más terroríficas son las cajas de cartón amontonadas en la entrada, cajas de las de Tontxu, y algún pequeño desastre animal, y el miedo que da analizar la anatomía de la risa con Luis y explotarla a ratos y no tanto como nos gustaría, al cien por cien, porque si lo hiciésemos seríamos capaces de comprender que todo lo que ocurre es para bien.


Hoy, como ayer, el miedo se me ha metido en el cuerpo como la abeja que de repente se queda sin colmena y comienza a volar dando vueltas en círculo, infructuosamente, sobre el lugar en el que algún día hubo algo parecido al hogar, sin cajas amontonadas en la entrada, sin silencios que recorren el metro en las horas punta, sin el miedo de las risas contenidas ni el dolor de los tímpanos que se esfuerzan en seguir escuchando la ausencia de lo que algún día fue una flor.


Aquellos días, como hoy, me llenaba el alma, la inquieta sensación del amor, puro y verdadero que puede surgir de una única flor amarilla, más amarilla que todas las flores amarillas del mundo, más amarilla que las 23 flores amarillas que deberé apuntarme al final en mi lista de cosas ganadas, tan grande como el amarillo de las playas donde te marchaste con toda la envidia que pienso seguir ocultando tan bien.


Hoy camino a lo largo del Paseo del Prado enumerando de nuevo todos los pasos, todos los destinos cruzados, todas las razones equivocadas y las decisiones erradas que nos llevaron a cruzarnos en algún tren que recorre un sendero también de baldosas amarillas y cuento las caras de todos aquellos que sin querer hicieron ese encuentro posible y todas las que sin querer me graban hoy a fuego, sobre la piel, tu nombre, como aquel, que sin saber por qué, se tatúa en el brazo amor a madre, como hoy que esta camiseta negra que huele a ti, deja justo un pequeño espacio visible en mi brazo para tatuar una pequeña flor amarilla, pequeña por humilde pero tatuada de por vida.





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lunes, septiembre 07, 2009

Instantes que merece la pena vivir

1.30 de la mañana.
Último metro.
Lo escucho llegar cuando aún no he terminado de bajar las escaleras mecánicas.
Decido correr, no tengo otra opción.
Al final de la escalera escucho el pitido que me anuncia que el tren se marcha.
Corro, corro más de lo que me permiten las sandalias que llevo puestas.
En el último segundo entro en el vagón de metro.
Allí una chica suspira y luego sonríe.
Me dice "uff, menos mal que has llegado, me alegro" y me lo dice con los ojos, mientras sonríe.
Sonrío, y la sonrisa ya no desaparece de mi boca.
Salgo a la calle y me preguntan por una dirección: Siga todo recto y luego al final de la calle gire a la izquierda.
"Mil gracias", y me lo dicen unos ojos oscuros, alegres.
El chico era bastante guapo, y sonríe y el tiempo se detiene durante un instante.
Delante de mí camina una pareja mayor y escucho su conversación.
No entiendo nada: se ríen, hablan de errores, de una llamada de teléfono, un "vamos de camino en el metro", y un "¿por qué has dicho eso? y más risas, y muchas más risas, y dos manos que se entrelazan.
No lo entiendo, es entrañable, como diría cierto amigo, es infinitamente entrañable.
Sonrío, si es que es posible sonreír más cuando ya se está sonriendo.
Sonrío y me doy cuenta de que se necesita tan poco para ser feliz.
Tan poco.

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sábado, septiembre 05, 2009

Hogar abierto

Mi hogar sabe a minúsculas gotas
de miel sobre los párpados
de hiel sobre los sueños,
aún se respira canela y chocolate
en el incesante suspirar de sus ventanas abiertas
y en el recuerdo oblicuo de vidas paralelas.
Mi hogar se sostiene sobre cuatro girasoles insumisos
y se ilumina, en momentos provisionales,
con el ardor de mis cinco lunas
una por cada beso que se marchitó en la hoguera.
Aún me despierta cada noche
el aullido de las magas secuestradas
y el olor a elixires sagrados
en la llama de las velas extintas,
aún, en estas paredes vacías,
siento el rugir de las diosas en mi pecho.

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sábado, agosto 29, 2009

Origen

A veces las palabras se quedan escondidas en la garganta y ya no vuelven a salir, están ahí, lo sé, pero mis cuerdas vocales no tienen suficiente voz fuerza para dejarlas escapar, ni mis dedos suficiente precisión para teclearlas en esta pantalla o en otra, o simplemente como bien me dijo una amiga una vez, la creatividad se comparte, quieres hacer de todo, me dijo, elige algo, una cosa y serás un genio, eso es lo que hacen los genios, tienen capacidad para elegir para dar su vida por algo. Yo no sé si quiero dar mi vida, me gusta así, tal y como está, por eso de repente tengo miedo a perderla y el caos vuelve con mucha más fuerza, tanta que da miedo, o hace más visible el miedo que ya estaba ahí antes.

Esta es la vida, así soy o creo ser, crisis y miedos incluidos; locuras incluidas; derrotas ganadas, conversaciones sin tapujos; de frente y con la soledad como mejor amiga -pero esa soledad necesaria, esa que te ayuda a desconectar y mirar las cosas con perspectiva-; acumulando primeros momentos, porque son los primeros momentos los que conforman la vida; evitemos que todo se estropee guardemos en la memoria esta noche como un rosario de momentos felices, de sonrisas, de redobles y mariposas en el estómago, de caos, tan verdadero y tan saludable.

Esta película se estrenó cuando Érase una vez el caos... ya llevaba un tiempo funcionando, pero fue la primera que vi como habitante de esta ciudad, Madrid, y hace unos días una compañera me lo recordó en su blog y hoy, aquí, he querido regalarles esa escena en la que tanto me vi reflejada - y a ratos aún me veo-.

Gracias Monstruos


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martes, agosto 11, 2009

Cuando se para el tiempo...

Esta noche pensaba volver a casa sola, como de costumbre. Me había acostumbrado a que nos besáramos casi sin saber, casi sin entenderlo y me parecía habitual que el tiempo se parara y las cosas nunca siguieran su curso. No nos llega la pasión, no para tanto, mejor así, pensaba. Y ahora te tengo aquí, atrapado entre mis piernas mientras te beso la espalda poco a poco y maldigo todos los besos que nunca nos dimos, todos esos besos que dejamos marchar.

¿Sabes que me vuelven loca las espaldas?, y lo suelto así, casi sin pensar, mientras apoyo mi cabeza en tu columna vertical para escuchar tu respiración. ¿Todas?, contestas, no has cambiado nada, te sigue excitando más que nada en este mundo la competición, conseguir el trofeo, disfrutas dejando que otros me seduzcan y me enamoren para demostrarles luego que ni siquiera eso podría impedir nuestros besos apasionados. Esos que compartimos todos estos años, robados a las madrugadas, soñados en pisos ajenos, besos para comenzar el año, cada año, esos en los que tu boca me penetraba tanto que parecía que ibas a absorber mis labios de un momento a otro, esos en los que te robaba a mordiscos los restos de mazapán, de turrón y uvas.

No todas, me gusta tu espalda, tu piel suave, tostada por el sol, el sabor a agua salada y arena, pero eso no te lo digo, mis manos contestan colándose por debajo de tus brazos apoyados en el borde de la cama, y yo te recuerdo de nuevo que soy incansable, incansable de ti, de sábanas, de sudor, de sexo, encerrémonos en esta sauna de sensaciones durante días, dejemos que el mundo se pudra fuera, que se paren los relojes, que se congelen las sonrisas, gastemos en esta semana todos los orgasmos de algún país europeo poco apasionado, recuperemos los besos con sabor a alcohol, a borrachera, a costa y fuego, los que nos hemos regalado a cuentagotas durante estos años, recuperémos el tiempo que no volverá.

Quiero repetir, y eso sí lo digo, alto y claro, quiero que vuelvas a beber de mí, hasta la última gota, que me deshidrates si es necesario, como hace veinte minutos o diez o hace un rato, que me tiemblan las piernas sólo de pensarlo y ya no soy capaz de medir el paso del tiempo. Aún noto tu lengua vaciándome desde adentro, tus ojos mirando curiosos, pícaros, intentando seguir la pista del próximo orgasmo. Podría beber de ti toda la noche, tu vagina sabe a sexo y a sal, me susurraste al oído entre respiración y respiración, y aún escucho el eco de tus palabras en mis tímpanos... Vuelvo a sentir las ansias de ti en la parte interna de mis muslos, entre la realidad vivida y la fantasía imaginada de lo que aún está por suceder.

Y me deslizo en tu regazo y te dejas convencer por mi boca que se posa suavemente bajo tu abdomen, porque no te queda más remedio, porque ya es demasiado tarde, porque aún puede esta cama arder tanto y más que las cuatro horas anteriores, porque te suplico al oído que me mates, que me partas en dos, que rompas de inmediato, que te olvides de todo el romanticismo si alguna vez lo hubo, que me hagas tuya, sin tapujos, sin miedos, por la espalda y sin avisar, porque te necesito dentro, una y otra vez, porque quiero dejar grabada esta noche en la pintura de tu pared, en los muelles de tus camas, porque quiero que la recuerdes como la mejor, como la que nunca viviste, porque quiero seguir siendo tu trofeo después de hoy y para siempre, porque quiero que vuelvas a mí cuando otras no sean capaces de darte lo que necesitas.

Y entonces, despiertas, y te levantas y me arrastras contigo hasta la pared y allí me dejas mientras noto el deseo que reboza tus ojos, y tu respiración descontrolada como un perro en situación de ataque, y me volteas, me cacheas, me paralizas contra la pared como a los delincuentes, porque lo soy, porque hacerte esto debería estar prohibido, porque sé que en el fondo me odias por arrebatarte la calma, pero te desvives por follarme aquí, sin preliminares, sin palabras, sin besos, contra la pared, como castigo, porque no hay nada que te guste más que llevarme la contraria, y me miras de reojo sin que tus manos dejen de violar cada rincón de mi piel, con las pestañas bajas, pidiendo permiso para hacerlo, para perderme el respeto, para sentirte dueño y hombre y recuperar el poder, la libertad y la autoestima que te robaron mis proposiciones intimidantes cuando aún vivíamos de noche, porque tú y yo sabemos bien que eso es lo único que aporta la dominación.

Adelante, te digo, y, entonces, el tiempo se para.


* Este relato lo escribí para el Encuentro de Relatos Eróticos que organizó un amigo, espero que lo disfruten.

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martes, julio 21, 2009

Corazas

Le conocí previsiblemente desnuda
a falta de blindajes equívocos
le observé eludir mis aldabas
sin las corazas idóneas
percibí su olor,
arrastrándose en mis entrañas,
sin los permisos previstos
sin mancillar las cerraduras
filtrándose, sin más,
como la arena entre los dedos.
Ví como sus dedos serpenteaban mis cicatrices,
el color revuelto de sus púpilas
se clavaba en la parte interna de mis lunares
y la tortura de su mano en mi yo más íntimo
levando las anclas de aquella máscara
del hielo, que se postró sobre mis hombros.
No me sirven ahora los recuerdos
ni la sensación vacua de su incursión en mí
aquí, un silogismo queda sólo desierto,
lisiado, deforme, incapaz,
falto de la respuesta que juraron sus labios mudos
a la espera de esa proposición certera
que el ruido de sus pasos intentaban deducir.
Y en su lugar tropiezo con los escombros
con las armaduras quebradas
abierta en dos mitades irremediablemente opuestas
apuñalada de muerte en el hueco del ombligo
justo donde comienza la vida.
Hoy anochece sobre mis lorigas raídas
tras la pasión sin palabras
que trepó hasta la boca del estómago
y después emigró a París
como emigran los sueños robados
abandonándome a la soledad
y a la magnitud de las sábanas vacías.

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martes, julio 14, 2009

Lunes felino

Para la reina Monde,
no como despedida

sino como forma de comenzar
a construir la nueva colmena.





Dejé de contar al llegar a los 21.457 pasos. Demasiados para una sólo noche, incluso para mí.


En aquella cuenta estaban todos los minutos que tardé en llegar a su casa mientras descubría, no sin sorpresa, que comencé a buscar el portal 142 caminando desde el único punto que conocía de su calle, un centenar de números -y no menos glorietas- antes.

Hice un poco la vista larga entre vaso y vaso de vino para retomar la cuenta en el alféizar de su ventana, en los saltos y el gato que nos miraba suplicante desde el borde del pasillo verde -ahora que se ha corrido la voz sobre lo que mostraba aquella película para los no tan niños-, y nos miraba como si saltar al vacío fuera cosa de una raza superior -la suya- mientras recitaba el cógeme si te atreves en minino antiguo a los ojos penetrantes de su amada que se mecía impasible en el siguiente balcón.

Aún no sé si incluir en la cuenta los pasos en falso y los de la cuerda floja y el gateo seductor que resultó ser la única forma de traer a nuestro galán de vuelta a casa, no sin antes terminar la demostración de sus destrezas saltando estoicamente sobre mis hombros.

Entonces recuperé mi vaso -el tercero- y saludé con una reverencia al público que había presenciado nuestra actuación: un par de parejas y un par de cervezas en una terraza tranquila de verano, alegres por descubrir que ellos nunca fueron los locos de la historia.

Lo que vino después no lo recuerdo con precisión. Pelos de gato, pasos, vino, una cuesta, pasos y más pasos, un teatro, unos ojos azules, una pendiente y más pasos, una nueva pausa y cerveza con limón.

Entonces, disfruté por primera vez del papel de sujetavelas, captando al vuelo las miradas furtivas que se lanzaban al aire aquellos dos tintos de verano junto al Puente de Segovia, hasta que decidí marcharme, tras haber recopilado suficiente información para las crónicas del día siguiente y con la esperanza de dejarlos a buen recaudo en una cita con billete para asistir en primera fila a la despedida de dos cuerpos desnudos en las saunas madrileñas.

Y retomé la cuenta: pasos hasta el teatro de La Latina, más pasos hasta la Plaza de Tirso de Molina, el metro en obras cerrado antes de tiempo y más pasos dirección Antón Martín, las dos de la mañana al enfilar la calle Atocha y parar al fin junto a las vías del ferrocarril a esa hora dormidas.

Perdí la cuenta al llegar a los 21.457 pasos junto a la estación de Atocha porque las gotas de Madrid que me resbalaban por la espalda me gritaban a voces que aún me restaban como mínimo 60 pasos más hasta mi tercero sin ascensor para pasar una noche en la sauna real, ya sin gatos, pasos ni tintos que sólo se enamoran en verano.




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jueves, julio 09, 2009

Imposibles #3 (Día 891: Desesperación)

Sin saber
por qué se me ahogan en la pupila
las gotas de esta tortura china
por qué se me arrastran
las caras largas, los sueños vacíos,
las realidades susurradas al oído
y los pinchazos
del cañón en la nuca
de la vida que dispara a traición
del final de los finales
que acecha cada vez más cerca
de este infierno
que es cálido y suave y tentador
donde tú sólo apareces en el retrato
sobre la chimenea
y en mis recuerdos
del filo de la navaja en tu barbilla
y el olor de tu sangre
cayendo a borbotones sobre mis manos.
Sin saberlo
te extraño tanto
como en aquel momento.

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jueves, julio 02, 2009

Mi pequeña muerte E

He visto mi vida pasar ante los ojos, bueno, en realidad no, quizás sea porque tampoco he vivido lo suficiente. Durante unos minutos eternos sólo he pensado que mi vida terminaría así, lentamente, sin agua ni alimentos, mientras miraba cómo mi cara amarilleaba por la deshidratación y el espejo me devolvía una silueta deforme, insulsa, de una persona que no ha vivido lo suficiente, de alguien que en su momento quiso vivir más, y no le dejaron. Estaba sola, sentada sobre una cama con las sábanas por cambiar, un plato y una botella de agua vacía y un par de zapatos nuevos que ni siquiera tuve tiempo de sacar de sus cajas. Esa era mi única opción de muerte, la otra, la descartada, era saltar al patio interior desde mi tercer piso, intentar no hacerme demasiado daño con las cables donde mis vecinos cuelgan sus calzoncillos que siguen sucios, evitar que alguna pinza se colara disimuladamente en alguno de mis ojos o se clavara en mi estómago con la inquietante curiosidad del cirujano que siempre quiso ver el lugar dónde comienzan los ombligos. La otra, la soñada, era la de caminar en equilibrio por la liña de la ropa hasta la ventanta -medio abierta desde hace meses- del soldado de enfrente, que dicen que es marine y nunca viene, y encontrármelo mirando con las persianas abiertas, sólo para recordarme que estoy utilizando su lugar para tender y que por favor, tenga usted la bondad de dejar de pisar ahí, que luego se me ensuciará la ropa que nunca tiendo y que nunca lavo. La otra, la posible, era la de morir de inanición justo en el momento en el que terminara de ver el último capítulo de la última serie que encontrara en Internet, porque hasta la muerte puede ser más agradable si se tiene banda ancha y wireless y la batería no se acaba y la tormenta de verano no nos deja sin suministro eléctrico otra vez.

No he visto la vida pasar ante mis ojos, menuda estúpidez, sólo pensaba en morir en medio de un orgasmo eterno, extraordinario, etéreo, emocionante, estelar, epícureo, especial, exquisito, espléndido, entrañable, elegantemente erótico, exuberante, exitantemente elíseo, mi pequeña muerte E.

No he visto pasar ante mis ojos los mejores momentos de mi vida, sólo he visto como la nueva novia de mi compañero de piso rompía calladamente la cerradura de mi puerta, así en silencio, sin hacer ruido, como quien no quiere la cosa y me sacaba de mis ensoñaciones y de mi bien fingida claustrofobia y me devolvía a mi vida sin imágenes y sin pequeñas muertes.

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viernes, junio 26, 2009

No sirvo

No sirvo. No sirvo para decirles a las personas que las quiero, que las necesito, que quiero que formen parte de mi vida, que me abracen, que no soy tan mala, ni tan dura, que a veces, sin ellos, no soy nada.

Yo no sirvo. Soy como el hombre de hielo de Murakami, frío, intenso, huidizo, rehaciendo una nueva vida en el Polo Sur, olvidando que están aquí, a mi lado, que no vivo rodeada de pingüinos famélicos que te comerían sin duda si cayeras a esta océano helado que me rodea en los días de lluvia. No sirvo para mantener a las personas junto a mí porque no soy capaz de demostrar mis sentimientos, después de dos frases ya se han ido, y ya me han dejado aquí con la palabra en la boca, cotorreando en voz alta que nunca les quise lo suficiente. No sirvo para decirlo, ni para demostrarlo, ni para conseguir que te enamores de mí y que tengas claro que te he elegido "one in a million" aunque ya no haya flores en mi ventana ni sea capaz de escuchar a Travis sin dejar caer una lágrima. Tampoco se me da bien aparentar imposibles, yo soy así, lo que ves, incoherente, contradictoria, indecisa, excéntrica, payasa, histriónica, melancólica empedernida, imposible. Yo no sirvo para prometerte la vida, no sirvo para asegurarte que mañana aún estaré aquí, que te seguiré queriendo, que te echaré de menos, que me moriré si no estás, que es el destino, que eres mi vida, que no te vayas, que aquí te espero. No sirvo para rogarte que te quedes, que inviertas en mí tu tiempo, que me llames a las tres de la mañana, y me despiertes y me cuentes un cuento de hadas que acabas de leer en una revista gratuita al volver en el último metro. No sirvo para que construyamos casas comunes, para hacer planes y que tu hermana me venda la parte de la casa que tiene contigo y acordemos en el contrato que tú tengas derecho de compra preferente, por si algún día dejamos de ser y estar. No sirvo, precisamente porque nunca lo tuve claro.

Yo sirvo para contar los lunares que tienes en la espalda hoy y bailarte a solas, sirvo para pintar tu cara con pintura de dedos, para perderme en ti, para quedarme dormida gracias a la nana que me canta tu pecho, para comprarte batido de vainilla o hacer tiramisú y transportarte en nuestra burbuja personal a visitar uno de los mejores atardeceres junto al mar, y para pasear de mano sólo si vamos caminando por la playa, para deformar las nubes sobre nuestras cabezas, para mirarte a los ojos muy de cerca y convertirnos en un único unicornio. Sirvo para enseñarte rituales para poder lanzar al agua anhelos propios y hacerlos realidad, y trazar un círculo muy pequeño entre tu signo y el mío, allá en el firmamento, y liberar a Orión y devolverlo a su Artemisa que en ningún momento quiso enviarlo al cielo. Sirvo para contarte teorías cada vez más locas, para desatar tormentas y vendavales si sabes darle rienda suelta a mis instintos, sirvo para prometerte esta noche, las dos próximas horas, para empezar hoy aquí contigo un amor eterno de dos días y renovar licencia de explotación si a su término aún nos queda amor pendiente de hacer o labios a punto de besar. Pero nunca tuve el tiempo suficiente de mostrártelo a ti ni a nadie, porque siempre espero que los demás digan lo que sienten e intento no decirlo ni hablarlo, porque yo no sirvo para nada de eso.

Sólo hay una cosa que tengo clara: sirvo para quererte, sin decírtelo nunca, más de lo que nadie te pudo querer, pero nunca me oirás reconocerlo en voz alta porque, la mayor parte de las veces, ni siquiera me doy cuenta de que está sucediendo, o quizás sí, y por eso, por miedo, prefiero callar.

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miércoles, junio 10, 2009

Imposibles #2

Dos horas aún
me sobra el tiempo,
me falta el aire,
me falto yo.
Dos horas faltan
hasta aquel café con prisas
para dejar la tarde
transformada en noche
y perseguir presas alcanzables
como el guepardo
que sobrevive acechando
los sueños de los demás.
Dos horas
inimaginables, imposibles, eternas,
de releer a Cortázar
de entablar relaciones esporádicas
-y romperlas-
y volver a tu piel
rozando mi brazo junto a la mesa
a tu respiración en mi cuello
a tus dedos
dibujando la línea de mi nuca
y a suspirar el olor de tu pelo.
Dos horas de fallecer
en tus ojos negros
en tu palpitar inquieto
en tu ser hiperactivo
y escuchar la invitación
a una cerveza pendiente,
y dejarlo ir
y oir un hasta pronto
y pensar un hasta nunca,
y un te echaré de menos
y yo también.

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lunes, junio 08, 2009

Imposibles #1

Lunes, sin más.
Las ganas bajo la almohada.
El hueco de tus ojos respira aún ayer
sobre mi pecho
y durmieron hoy tus arañazos
como látigos de besos arqueados
sobre mis muslos vacíos
de ti
de la noche vendida al mundo
regalada al tiempo
olvidada
como se olvidan los sueños cumplidos.


Lunes, a mi pesar.
El sueño reboza los párpados.
Me duelen los orgasmos relegados
a tu agenda
y los que guardaremos para ayer

como ya vividos
en la caja de Pandora
del deseo
y los que gastamos para mañana
sobre sábanas huidizas
cobardes
como las flores que se niegan a brotar.

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domingo, mayo 31, 2009

Una nueva era

Por fin, los cambios anunciados han llegado. Este es mi nuevo rinconcito, como ven, Érase una vez el caos y yo nos negamos a cambiar demasiado, porque nos gusta nuestra esencia (los girasoles, las mariposas, la música, el cine) pero una crece con el tiempo y evoluciona y aquí está el resultado de tres años de aventuras junto a todos ustedes.


Tres años ya. Aún no puedo creermelo de verdad, que Érase una vez el caos haya sobrevivido a los cambios de tres años en mi vida, la vida de Alnitak, y en este mundo. Algunos de los que empezaron leyéndome (y yo leyéndolos) aún siguen por aquí, otros desaparecieron (incluso de la red), otros mutaron hace tiempo, se multiplicaron, otros llegaron en el último año, en la última semana, con el último post, y a ellos también les agradezco que todo esto siga teniendo sentido, tres años después y que hoy me apetezca empezar con este nuevo diseño como si lo hiciera de cero.


Me ha costado desprenderme de mis viejas vestimentas, puedo asegurarlo, pero creo que al final el resultado ha merecido la pena, al menos a mí y a mis duendes nos gusta mucho, espero que a ustedes también.


Tengo que darle las gracias a Eli B., por el dibujo de la mariposa, que ahora sí, es la mariposa de Érase una vez el caos... porque ha sido creada por y para este blog, y la paciencia de los que me han visitado durante las dos últimas horas y no han podido acceder a Érase, porque las he necesitado para poner un poco de orden en este nuevo rinconcito.


Por ahora, sigo mejorando pequeños detalles que, por extraños secretos del lenguaje html, no funcionan como deberían, pero prometo ir solucionándolo todo cuanto antes.


Para terminar, hoy me gustaría brindar por unos cuantos años más, los que vengan. Gracias de corazón a todos por estar ahí.


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sábado, mayo 30, 2009

Recuerdos

Devuélveme la sonrisa.
La que dejé juntos a tus labios.
Devuélveme la noche y las estrellas que robas secretamente para traerme engañada hasta tu habitación.
Los sabores con los que pinté el camino que baja por tu pecho.

Devuélveme los besos que te regalé mientras nos ocultábamos del mundo bajo tu almohada y los que me robaste a sabiendas de que nunca me marcharía sin recuperarlos.
Devuélveme el roce de las yemas de los dedos sobre tu piel y las formas que reflejaba la luz que se colaba por tu ventana.
Devuélveme los reflejos del amanecer en los mechones de tu pelo y las caricias sobre tu espalda.
Tus manos, alrededor de mi cintura y la sensación de tenerte dentro bajo esta habitación llena de estrellas.

Lo he pensado mejor. No devuelvas nada, sólo quiero recuerdos nuevos entre tus sábanas y verte sonreír y expirar una vez más.


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viernes, mayo 22, 2009

Las niñas buenas

Las niñas buenas van al cielo, o eso dicen. Yo no quiero ir al cielo. ¿Para qué? La vida ya es bastante dura como para tener que seguir viviendo una vez que consigues terminarla. Así que no tengo que ser buena.

Puedo ser todo lo mala que me apetezca ser, y sé además que así te vas a mantener a mi lado. Trátales como a perros y como perros te seguirán. Esa es la única norma, ¿no? He decidido que voy a follarte sólo cuando me apetezca, como me apetezca y donde me apetezca. Y quiero que me sorprendas, que consigas despertar en mí interés, porque no hay nada más fácil para mí que hacer borrón y cuenta nueva.

¿Jugar conmigo? Que ni se te ocurra. Tenerme como amiga o como amante puede ser para ti la mayor ventaja, no voy a hacerte trizas mientras me sirvas para algo, sea lo que sea. Pero ni siquiera te plantees alguna vez arriesgarte y ponerte del otro lado porque te aseguro que no me verás bien desde tu posición. Como enemiga no existo, no me verás, no me sentirás, no me olerás, pero notarás como tu mundo se va pudriendo poco a poco.

Aprendí de pequeña que un rumor y una mentira en el momento adecuado a la persona adecuada, pueden arruinar la vida de muchas otras, que no duelen más los puñetazos en la cara que los sablazos o la desconfianza de los que te rodean. Puedo hacer que te sientas mal por no haber felicitado por su cumpleaños a la persona a la que siempre odiaste y lo puedo hacer porque ya lo hice antes. Y eso sería sólo el principio.

Así que déjate de gilipolleces, de miedos y de excusas, y vuelve a sentarte en esta cama hasta que consigas con tu lengua que hoy pueda viajar a cualquier otro lado, o vente conmigo, que me han dicho que las niñas malas van a todas partes.


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lunes, mayo 18, 2009

La medida del sexo

El sexo no se mide en besos, ni en cajones de caricias, ni en orgasmos, ni en poemas susurrados, ni en sábanas, ni en huracanes de deseo, ni en resquicios de placer, ni en amor. El sexo se mide en momentos que te dejan sin respiración, en esos cosquilleos que te recorren la espalda de forma inesperada y se quedan grabados en la memoria.

De mis pasiones sólo recuerdo eso, el cosquilleo y la falta de aire, como un latigazo que marca el camino y se te graba junto a los lunares de la piel.

La medida de nuestro sexo no se mide en el calor de la habitación el pasado verano en una isla con los mejores atardeceres del mundo, ni en el par de horas que pasamos hablando para darnos cuenta de que sólo queríamos terminar a mordiscos, ni siquiera en el abrazo de amanecida con las respiraciones ya calmadas.

La medida de aquella noche no la pongo en duda. Aquella noche se mide por el cosquilleo que subió por mi espalda con el roce de tu piel en mis muslos mientras te deshacías despacio de mis pantalones, junto a la ventana, donde las luces del alba marcaban, colaborando con las persianas, un jersey a rayas sobre tu pecho. Y el latigazo, la falta de respiración y los tobillos que fallan y la falta de fuerza, y el dejarse llevar, y el cosquilleo.


Nuestra noche fue una de esas que nunca se repiten, noches de desahogo, historias puente, pasión y... (no, desenfreno, no) cosquilleo. Pero ahora, diez meses después, haciendo memoria, intento recordar los mejores momentos, medir el sexo como quien pesa un kilo de azúcar, y entre mis recuerdos se cuelan esas manos sobre mi cuerpo, ese segundo, ese cosquilleo...


... y siento como aún me sube por la espalda, el recuerdo.


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Homenaje a Benedetti

Muere un poeta que iluminó la vida de muchas personas (y seguirá haciéndolo).

Hoy estoy de luto, yo, Alnitak, Érase una vez el Caos y Sinestesia. Porque hoy sí que tengo motivos de verdad para estarlo, porque hoy me siento un poco huérfana, porque hoy siento que se ha marchado alguien que me ligó definitivamente a la literatura, que me ató a las palabras, ya sin remedio.

Hoy en Sinestesia, he escrito mi sincero y pequeño homenaje.



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domingo, mayo 17, 2009

Respirarte humo

Respirarte humo es
como recordarte por dentro,
es destriparte y saborearte
salado y esquivo,
y reparar en los detalles
como los narradores de cuentos.

Es dejar que se me escape la rima
y escuchar tus sermones por ello,
una y otra vez,
una y otra sed,
y atraparla de nuevo
y encerrarla en tus besos.

Y ser y estar
y renacer de nuevo.

Y dejar que se pase la parada
-del metro-
por ir apuntando letras
entre retazos de la rutina.


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martes, mayo 12, 2009

A cámara lenta

Mi ingenuidad aún cree que llueve despacio
a cámara lenta,
en susurros
entre los pasos de ayer y de hoy,
sin motivo
a cámara lenta.


Esquinas vacías
-perdidas, ausentes-
retazos de lo que pudo ser y no fue,
historias dormidas y lluvia torrencial
o no.


Mi inocencia ha perdido las razones
y las esquinas
incluso las llenas,
en los inviernos mojados
y en la vida
a cámara lenta.

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lunes, mayo 11, 2009

Lecturas de vagón de metro

Se ha encendido la luz. El metro está lleno de gente. Intento leer en mi interior pero me empujan, me obligan a encerrarme en mí mismo. Alguien me obliga a esconderme entre los brazos de decenas de personas que intentan entrar en el vagón. Y allí está ella. Sentada cómodamente, mientras escribe alguna historia propia o la repasa. Va vestida de negro, es increíblemente elegante, tan bella. Nunca la había visto hasta ahora, pero no me extraña, hace tiempo que esta ceguera comienza a ser preocupante. Preferiría que las páginas de mi vida no pasaran, para poder seguir viéndola, para comenzar a leerla y dejar que me lea. Pero cada vez me cuesta más mirar. He vuelto a refugiarme en mí mismo para releer mi historia. Alguien me ha asegurado que esto es sólo un ensayo, lo de mi ceguera. Espero que acabe pronto. Ella, creo que se llama Rayuela.

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jueves, mayo 07, 2009

Sinestesia

Se acerca una época de cambios. Érase una vez el caos... está preparando una pequeña renovación. Yo, mis duendes, mis girasoles y mis estrellas no nos vamos a ninguna parte, pero si necesitábamos un corte de pelo para adaptarnos a los nuevos tiempos. A ver qué les parece a ustedes, que son los verdaderos destinatarios de todo lo que sucede aquí, en medio del caos.

Pero aún queda un tiempo para eso. Y mientras tanto quería presentar por fin a mi otro yo. Para todos aquellos que no me conozcan personalmente, a lo mejor les interesa saber (o a lo mejor no, quién sabe) que soy periodista y además de escribir mis cuentos, poemas o reflexiones en este blog también dedico mi tiempo a escribir de vez en cuando en Sinestesia (http://www.daviniasuarez.com/).

Sinestesia pretende ser un blog de actualidad, pero no de la actualidad que marcan los periódicos sino de mi propia actualidad. Sinestesia es la capacidad que tienen algunas personas para percibir a través de sentidos diferentes a los habituales (escuchar colores, ver sonidos o emociones, saborear palabras, etc.). Mi blog pretende ser una visita a todo eso a lo que podemos llegar a través de nuestros sentidos, a todo aquello que puede emocionarnos, sorprendernos, maravillarnos, todo aquello que influye en nuestra relación con los demás, y todo aquello a través de lo que aprendemos, nos informamos, crecemos o vivimos. Sinestesia es mi relación plurisensorial y multimedia con el mundo. Y espero que puedan disfrutarla.

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lunes, mayo 04, 2009

Lunes especial

Desde el día que conocimos, hablabas de ellas continuamente. Supongo que me acostumbre a que me enseñaras sus fotos y me explicaras cómo habías mejorado los montajes. Cuando el tiempo pasó no comencé a llevarlo mejor. De repente su nombre me provocaba un dolor en las costillas, como una de esas patadas que alguien que te golpean en medio de una pelea y no sabes muy bien de dónde viene, ni quién es su autor pero que te destrozan el cuerpo y te llegan tan adentro que parece que te hayan clavado una lanza. Ellas ocupaban mucho más de tu tiempo que todos nuestros encuentros en la playa o nuestros helados compartidos o los inviernos que pasamos en la casa de tus padres en el campo. Pero ellas eran "especiales", yo no.

Y eso lo cambiaba todo, cambiaba los nombres de las calles, los sueños de los niños, el vuelo de los pájaros y las gaviotas cayendo en picado contra las olas, como esos fundidos en negro de las películas que se alargan demasiado y cuando vuelve la luz el mundo ha cambiado y los personajes han desaparecido de la escena. Ellas no provocaban fundidos en negro, yo era lo que aparecía después de los fundidos, ese paisaje y esa escena que no te desagrada pero te incomoda porque no era exactamente lo que esperabas ver y porque sustituye a los protagonistas que aparecían justo antes de que la sala se tiñera de negro. Con el tiempo descubrí que eran "especiales" precisamente porque no estaban ahí, en cierto sentido no existían, ni vivían en las inmediaciones de tu casa, ni podían acariciar tu pelo mientras compartían contigo una película de madrugada, ni podían pasear por la calle a tu lado.

Y decidí marcharme, convertirme en una de esas chicas "especiales" que vagan por el mundo, dejando tras de sí a chicos que se acuerdan de ellas como si recordaran su mejor juego en la infancia, ese gol que les hizo sentirse importantes en la escuela primaria y los cotilleos de las niñas para discutir quién los invitaría al baile -o quien no- y aquí sigo, lejos, vagando, viviendo, sintiendo y descubriendo, al fin, que las "especiales" siempre son otras.

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viernes, abril 24, 2009

Semana Literaria. Texto 5: Entre acentos...

Los infiernos de tus exclamaciones
descansan hoy en punto y aparte
retrasando el hueco que dejaron
las comas en mi estómago.

Se han enmudecido las vocales
-y las cuerdas-
al abrir este paréntesis en mis ilusiones
que deshoja las palabras que no se escaparon.

Aguardan las interrogaciones dormidas
pasivas
sin principio ni punto y final
entre corchetes de tono exasperado.

Prefiero parafrasear el vacío de las letras
que quedaron mudas
y los silencios y los fonemas
que marcan la diferencia.

Antepongo recordar con diéresis
los errores cometidos,
poner al tiempo como testigo
y separar con guiones mi futuro.

Quisiera declamar con dos puntos
sobre todas las tildes,
las que marcaron nuestros pasos
y dieron ritmo a nuestros puntos
y a los seguidos.

Hoy recogeré mis puntos suspensivos
uno a uno
y volveré a releer las citas guardadas
y descifrar entre líneas
el significado de todas las comillas.

Apacigua, si puedes, tus siglas
y las mías
antes de que se acabe este verso
y el punto y coma nos arrebate
como siempre
el mejor de los finales.

Si quieres leer más textos de la Semana Literaria, aquí están.

La réplica escrita hoy por Darkblue7, aquí.


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jueves, abril 23, 2009

Semana Literaria. Texto 3: Y si el mundo fallase... (réplica)

...sólo por un momento.

Si dejara de girar a una velocidad constante, si de repente se detuviera en el tiempo, ¿nos detendríamos nosotros también? Quizás ya se detuvo en algún momento en el que perdimos la sonrisa y se congelaron las lágrimas, en algún momento en el que la vida dejó de pasarnos.

Si dejara a medias su recorrido en torno al sol, si nos fallaran los astros y los satélites, y dejaran de llegar las olas a esta orilla, ¿dejaría de sentirme tan sola en medio de este planeta inhóspito? Quizás ya todo eso ocurrió y por eso no llegaron los mensajes de auxilio que te mandé en una botella, los que lancé desde la playa en la que viví mi infancia, en la que crecieron mis sueños.

Si se saliera de su órbita para tomar su propio el rumbo, para conocer otras partes del universo, si nos dejara atrás flotando en una nada invisible, sin atmósfera, sin posibilidad de comunicarnos ni respirar para vagar todos solos a la deriva entre las estrellas, ¿seguiría echando de menos nuestras risas? Quizás estoy vagando ya, desde hace meses, en esta nada que no es nada ni es algo, en este universo tan bello que no he ganado aún mi derecho a disfrutarlo.

A veces el mundo falla. Y mi cama antes pequeña se transforma en una constelación sin estrellas y a mi lado noto el hueco de un agujero negro que hace tiempo intenta absorberme, y que no tengo muy claro por qué ha llegado a crecer tanto desde que te fuiste.

Y si pudiésemos arreglarlo...

...sólo por un momento.



Éste texto es una réplica al escrito hoy por Darkblue7.

Si quieres leer más textos de la Semana Literaria, aquí están.


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miércoles, abril 22, 2009

Semana Literaria. Texto 3: Sin artificios

A menudo sólo somos. Así, sin más, sin artificios, ni definiciones ni preámbulos, ni nubes en el rostro ni aviones que caen en picado.

Lo bueno sería aceptar y asumir que sólo somos, que no hay que darle más vueltas, que no tiene sentido, que el universo está lleno de elementos que sólo son y no por ello dejan de ser, ni son más o menos útiles, ni más o menos bellos.

Somos y justo ahí está el secreto.

No te escabullas mientras duermo para rizar los jirones de nuestra existencia ni salgas corriendo cuando el miedo ya no te deje existir. Al final sólo somos y eso es lo que cuenta.


Puedes leer la versión de Darkblue7.

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martes, abril 21, 2009

Semana Literaria. Texto 2: El olor de tu reflejo (réplica)

El día que decidí morir ni siquiera mi familia estaba cerca para impedírmelo. Elegí uno de esos días en los que las visitas estaban prohibidas, uno de esos festivos en los que la mayor parte del personal se tomaba el día libre para visitar a sus parientes. El día que decidí quitarme la vida, probablemente ni siquiera yo estaba allí.

Las cosas no estaban tan mal por ese entonces, el mundo parecía haberse reordenado tras la tormenta y los días transcurrían tranquilamente. Ya no necesitaba los calmantes y podía pasarme horas conversando con las enfermeras de mi planta sobre el clima, el gobierno de turno, lo guapo que aparecía Jude Law en su última película o las erratas que aparecían en los libros que leía mientras permanecí en el hospital.

No era un día especialmente trágico, no había ningún suceso anterior en mi vida que hubiese recordado, ninguna nota en el calendario que provocara una recaída, ni siquiera una llamada o una carta que no me apeteciera recibir. No, mi pasado no volvía a tomar las riendas en mi vida ni me impedía sonreír. Alejandro, el psicólogo que llevaba mi caso, tampoco lo entendió. Había dedicado media vida al estudio y a la especialización en su campo y de repente una paciente que parece curada decide saltar por la ventana sin razón aparente.

Pero siempre hay razones para las acciones enfermizas.

Ni siquiera una estricta dictadura militar podría haber impedido mi caída al vacío aquella tarde, ni el recuerdo de los días en el campo con los abuelos. Cualquiera en mi situación lo hubiese entendido sin reparos.

Nuestra relación siempre fue enfermiza, una adicción al otro, probablemente sin motivos, pero más peligrosa que cualquiera de las drogas y una desaparición que nunca entendí, bueno, que nadie entendió, no había sido la mejor forma de ponerle fin.

Todas las drogas que he tomado, he conseguido dejarlas poco a poco, sin decisiones bruscas, sin aspavientos, en pequeñas dosis. Tu partida no sirvió para nada. Me quedé aquí, sufriendo el mono, anclada en este sin saber, en esta sensación de que me falta algo, de que ya nada tiene sentido, de que mataría por tener tan sólo una pequeña dosis de ti.

Y eso hice. Aquella mañana me desperté con tu olor en mi almohada, y de repente, comenzaron de nuevo las taquicardias, la ansiedad, la búsqueda, los ojos en blanco, la vida, la euforia, el caos. Busqué infructuosamente el origen del olor con la mirada. No había nadie en la habitación, nadie en la puerta, no se escuchaban voces en el pasillo, la televisión apagada, la ventana cerrada, el suelo limpio, flores en el jarrón, sábanas recién estrenadas, nada.

Entonces lo vi. Había un pequeño pájaro muerto junto a la puerta. No sé cómo llegó allí ni cómo murió, probablemente se golpeó tontamente contra el cristal de la ventana o el ventanal de la puerta. Pero allí estaba, trayendo ese olor hacía mí, ese olor a muerte, a tu muerte, a ti. Regalándome los efluvios de tu último día conmigo. Entonces lo vi. Había encontrado la solución a mi enfermedad.

Ahora todo está oscuro, alguien canta algo a mi alrededor y noto como el mundo se mueve bajo mis pies. Han intentado perfumarme para liberarme de tu olor incluso ahora, que todo tiene sentido. Pero no lo han conseguido.

Yo sí, porque siempre hay razones para las acciones enfermizas, y este ataúd cerrado con el olor a nuestra muerte es justo la dosis que necesitaba para el resto de mi vida.


Puedes leer el original en la página de Darkblue7.

Si lo que quieres es saber de qué va la Semana Literaria, aquí te lo cuento.

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lunes, abril 20, 2009

Semana Literaria. Texto 1: Océanos de barro

Hay océanos de barro entre tu cara y la mía
y me asaltan las verdades en el pecho
y me agotan los temblores
y siento la soga al cuello
en el momento de cruzarlos
y vuelvo a los inviernos cerrados
y los veranos abiertos
a silenciar los susurros
a intentar perderme entre tus dedos.

Hay otoños sin duelos entre esta habitación y el destino
y me atacan mis miedos -y los tuyos-
y me inquietan las ilusiones
y me ahoga respirar este humo
otra vez tan cerca del cielo
y vuelvo a quemar nuestros cuerpos
y a vaciarlos por dentro
y a ordenar nuestras cadenas
sin olvidar que sigo anclada en este encierro.


Nota de la autora: Así comienza la semana literaria, una pequeña apuesta por la creación literaria como única forma de mejorar y de mantener la inspiración a lo largo del tiempo, y también como parte de este gran juego que es escribir y que refleja toda la magia del proceso de creación.
En esta aventura literaria me acompañará Darkblue7 desde su blog No hay gravedad capaz de atarme el suelo. Un día uno escribirá una réplica basada en el texto del otro, y al día siguiente al revés. Hoy me ha tocado empezar a mí, espero que disfruten de esto tanto como nosotros.

Puedes ver la réplica de Darkblue7.

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lunes, abril 13, 2009

En el control de seguridad

Identifíquese.


Cuénteme quién es, cuénteme su vida, qué le gusta, que le apasiona, qué desea, qué siente.


Identifíquese.


La máquina detectora de ADN se ha estropeado, vamos a tener que fiarnos de su palabra.


Identifíquese.


Cuéntenos cómo se llama, de qué color es su pelo y sus ojos, a qué saben sus besos, cómo suena su risa o sus pasos en el asfalto.


Identifíquese.


No nos importa su número de identidad ni su cuenta corriente, queremos saber cuántos amigos tiene, dónde pasó el fin de semana, a quién ama y a quién echa de menos, a quién llora si lo hace alguna vez y a quién abraza sin sentido.


Identifíquese.


No nos hace falta saber su raza, ni su religión, ni su historial clínico ni penal ni criminal, de su pasado sólo queremos saber si alguien le leía cuentos por la noche, si tenía y conserva amigos de la escuela o el instituto y cuándo fue su primer beso, cuándo perdió su virginidad y con quién.


Identifíquese.


No nos cuente qué carrera estudió pero sí los años que tardó en terminarla, qué considera injusto y en qué quiere trabajar porque su empleo actual tampoco nos dice nada sobre usted.


Identifíquese.


Su estado civil es secundario y también su número de hijos, nos interesa si tiene tendencia al suicidio, si está a favor del aborto, de la eutanasia y si ha llevado alguna vez un tratamiento de fertilidad o asiste a manifestaciones contra la guerra.


Identifíquese.


Cuéntenos por favor su última fantasía sexual y la última que llevó a cabo, cuántas parejas sexuales ha tenido a lo largo de su vida y cuántas en el último año, también si no le importa nos gustaría saber cuántas situaciones de riesgo de transmisión de enfermedades sexuales ha vivido.


Identifíquese.


No nos interesa con quién ha mantenido una relación, pero sí con cuántos, si es famoso, no tiene interés para nosotros por qué lo es, pero avísenos si sale en la televisión o en cine para estar prevenidos.


Identifíquese.


Puede usted llevar una pistola en el avión pero no se olvide de advertirnos si tiene instintos asesinos o si disfruta esparciendo sesos por las paredes.


Identifíquese.


No nos cuente dónde nació pero sí a dónde va de vacaciones cada verano y a dónde le gustaría ir realmente si pudiera permitírselo y no se olvide de contarnos si no lo hace porque su marido se lo prohibe, o si sufre maltrato.


Identífiquese, pero no se preocupe por su seguridad porque toda esta información se recoge de forma absolutamente anónima y todo es confidencial.

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domingo, abril 05, 2009

Blogosexo

Llevaba 10 minutos observándole mientras charlaba con sus amigos en la barra. Estaba casi segura de que era él pero un par de fotos borrosas subidas en algunas entradas años atrás y registradas tímidamente en mi memoria no eran garantía para nada ni nadie.

En persona resultaba mucho más guapo y más alto de lo que recordaba, la camiseta negra y los vaqueros le hacían justicia y me entraron unas ganas locas de desnudarle allí, sobre la barra del bar.

Él me descubrió en la Red unos años antes aunque nunca supe muy bien cómo. Un único comentario en mi blog y una lectura rápida del suyo fueron suficientes para crear esa conexión que se genera irreversiblemente entre los nuevos escritores de internet.

-Perdona, ¿tú eres Holden de 'Señor Antolini'?, me ha parecido que...

Después una cara extrañada, un sí, ¿y tú? Alnitak de Érase una vez el caos. Ah, encantado, nunca había visto una foto tuya. ¿Y el blog? Lo echamos de menos. Lo he dejado. A mi inspiración le faltan recursos para sobrevivir a la crisis. Nos cierran. Vivo aquí. Dos besos. Nos vemos pronto. A lo mejor te apetece subir. Después de todo eso, sólo fueron necesarias un par de palabras para llevarme hasta su cama.

Me convertí en una nueva entrada sin salida posible y formateé todos sus archivos pasados, resulté ser el
widget más deseado, llené su librería de sensaciones íntimas, dibujé la forma de su boca sobre su espalda, escribí un par de poemas en su regazo, imaginé temperaturas de más de 40ºC , conseguí subir el volumen de sus gemidos, releí despacio su cádaver exquisito mientras él se dejaba en la punta de la lengua mis instintos.

Esa noche dejé que pasara de leer mis letras a leer mis curvas, a consciencia, que me recitara al oído todo aquello que nunca podría escribir en el blog, que dejara su firma en el interior de mis muslos, que deletreara nuestros nombres en mi ombligo, que redactara cuatro entradas en el camino que va entre el lóbulo de mi oreja y mi pecho, que colocara un par de enlaces en el nacimiento de mi nuca, que afilara la línea que escriben mis hombros, que garabateara sus deseos cerca de mis pezones, y corrigiera el diseño de los lunares que descansan en la ruta que marca mi columna vertical, que revisara la ortografía de todos mis labios con su lengua, que tecleara un par de frases en mi interior, que pasara de entrar en mi blog a entrar en mí y que descargara por fin algunos de sus archivos.

Nos separamos cuando salió el sol, exhaustos pero llenos de vida, después de un desayuno como el que sólo se merecen las noches así, y volvimos a nuestros mundos paralelos que, de repente, nos parecían tan lejanos.

Desde entonces, todo sigue igual.

Es lo bueno de inventarse nuevas palabras como el '
blogosexo' y llevarlas a la práctica, después no hay lugares comunes, amigos comunes, ni pasatiempos ni actividades compartidas, ni ninguna relación que pueda llegar más allá de nuestra red de blogs.

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lunes, marzo 23, 2009

Triangulo del arte

A veces toca hacer un poco de autopromoción. Y éste es uno de esos momentos.

Como no tengo ya pocas cosas en las que participar, he decidido comenzar junto a algunos compañeros de historias un nuevo blog. Sí, sí, otro, por si alguien no tenía ya bastante con soportarme por Érase, ahora Alnitak por partida doble.

El blog se llama Triángulo del arte (sí, como la zona de Madrid) e intenta imitar la vida en una residencia virtual en la que viven, por ahora, siete personajes. Cada participante está encargado de escribir algo así como el "diario" de un personaje y contar cosas sobre su vida en la residencia o sus opiniones, etc.

Estamos empezando así que el blog está "en pañales" y todavía no tiene una historia demasiado formada, pero esperemos que comience a tener una coherencia fuerte entre los personajes y su historia común en cuanto le cojamos el truco a los personajes.

Sobra decir que no les voy a decir cuál es mi personaje (él o ella), aunque supongo que para los que me leen en Érase una vez el caos... no será muy complicado reconocer mis letras.

Espero que les guste.

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miércoles, marzo 11, 2009

El vacío

¿Qué es el vacío?, me preguntó Martín. Martín tenía sólo 5 años y no podía entender que un vaso vacío estuviera realmente siempre lleno. No podía entender que lo que había dentro del vaso vacío era aire, y por tanto el vaso estaba en realidad lleno.

En ese momento, y mientras intentaba encontrar la mejor forma de explicarle a Martín la definición científica de vacío, yo me pregunté qué pasaba entonces con los refranes y los consejos.

Se supone que deberíamos ver siempre el vaso medio lleno y no medio vacío, pero todo cambia si nos damos cuenta que en realidad, el vaso está siempre lleno, lo que cambia es el contenido.

En ese caso quizás, lo importante no es ver el vaso medio lleno, sino tener claro que el vaso, siempre, siempre, siempre está lleno, y que tenemos que aceptarlo y alegrarnos de que lo esté, pero sobre todo, ser conscientes de todo lo que contiene nuestro vaso, tanto si es en estado líquido como gaseoso.

Pero además, según la Sociedad Americana de Vacío (AVS), el término vacío se refiere a cierto espacio lleno con gases que se encuentra a una presión total menor que la presión atmosférica, y por tanto, entre menos presión se ejerza menos vacío.

¿No debería ser al revés? La presión social, cultural, psicológica e incluso la física al final nos llevan al vacío, al no saber quiénes somos y a la pérdida de nuestra verdadera identidad.

-Bueno, Martín es que es un poco difícil de explicar.

La filosofía oriental dice que todo está vacío, que no existe nada que tenga una esencia individual sino que todos y todo formamos parte de un sistema mucho más amplio, siempre relacionados e interdependientes entre nosotros.

Muy bonito. Pero me gusta más pensar que mi vaso nunca está vacío. Pensar que todo es vacío no me parece nada productivo aunque el budismo lo haya tomado como base de muchas de sus ideas.Y hay días en los que me siento llena, muy llena, completamente llena. Hoy no, pero no me gustaría dejar de tener esa sensación.

- A ver Martín, yo creo que todo está lleno, porque aunque esté vacío, en realidad, eso significa que hay vacío y si hay vacío hay algo...

¡Ay! Me dí cuenta de que estaba comenzando a no entender nada y por tanto no iba a poder explicárselo a Martín. Aunque también temía reconocer que nunca lo había entendido, como todas esas cosas que estudiamos en el colegio y que nunca llegamos a comprender pero asumimos como verdaderas (con la suficiente fe) para que no nos suspendieran.

O quizás lo olvidé. Con los años. Quizás se ha creado un vacío en mi memoria en torno a la definición de vacío. La Psicología Social alabaría los vacíos que se generan en la memoria (¿o era en la forma de estudiar la memoria?), esas casillas vacías del tablero de ajedrez que nos permiten movernos hacia un lugar seguro o hacia la esquina adecuada para atacar al enemigo y nos ayudan a cambiar la perspectiva de la partida.

Me gusta el vacío. Sin duda. En el fondo, es útil, es práctico, es necesario, es interesante, es difícil, es curioso, pero sobre todo, el vacío está lleno.

-¿Lo entiendes Martín? No sé quizás deberías esperar unos años para poder comprenderlo mejor. Cuando seas mayor...

Cuando seas mayor lo único que tendrás claro es cómo se siente uno cuando experimenta alguno de los dos vacíos importantes: el del corazón (que no es doloroso pero nos hace sentirnos un tanto raros) y ese que parece que va creciendo con cada segundo que pasa y se vuelve omnipotente tras periodos de enfermedad vigilada, ese agujero en el estómago, que nos avisa de que ha llegado la hora de comer.


Yo prefiero salir huyendo y dejarme caer por la décima y undécima acepción de vacío que aporta la Real Acadamia Española de la Lengua, disfrutar del abismo y bailar un rato para olvidar tanto vacío de otros tipos.

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viernes, febrero 13, 2009

Yo

Ego, yo, yo misma, alter ego, superego, y siempre yo, yo y yo. Yo dando vueltas alrededor de mí misma, yo pensando en mí, yo pensando que tú piensas en mí, pero al fin y al cabo siempre yo.

Ego, según la RAE, algo relacionado con Freud, un yo parcialmente consciente, ego y yo. ¿Parcialmente consciente? ¿hasta qué punto? ¿Dónde queda la inconsciencia y dónde empieza la consciencia? Algunos egos son más conscientes que otros, y eso no lo puede dudar ni el mismísimo Freud.

Ego, según Freud, mediador entre el Ello, lo que quiera que sea eso, y el Superyo. ¿Superyo o super Ego? ¿Cuál es la diferencia? Al fin y al cabo, todo es yo, todo tiene que ver conmigo y todo termina siendo y será siempre yo.

Ego, según la segunda acepción de la RAE, exceso de autoestima, y autoestima como la valoración positiva de uno mismo, es decir, la valoración positiva del yo, es decir, yo y siempre yo.

Ego, para ti y para mí, Ego es mi problema, mi obstáculo y mi desahogo. Ego es la forma que tenemos de vivir, la tuya y la mía, que al final no deja de ser sólo la mía, porque al fin y al cabo tú eres yo y siempre yo.

Ego, yo, yo misma, alter ego, yo en torno a mí, tú en torno a mí, él en torno a mí, y mi vida que gira en torno a mí y sólo en torno a mí. Ego, sin más ni menos, simple Ego, es lo que me sobra y lo que tengo, lo que me falta y lo que quiero, Ego, simple y llanamente Ego.

Ego, según ellos, lo que escasea en mí, lo que no encuentro, lo que necesito y lo que refuerzo. Ego, como simple analogía de mi realismo absurdo y de mi bien fingida modestia, Ego, como solución a los problemas, Ego.

Tanto tiempo escondiendo y disfrazando mi forma de ser, que no se dan cuenta de que todo lo que me sobra y me molesta, todo lo que me entristece y enorgullece, todo eso no es más que EGO.
Epicentro 23 Enero 2007

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sábado, enero 17, 2009

A veces dudo...

A veces dudo de tu presencia, de que me tengas en cuenta, y entonces se me abre la herida que me deja tu partida.

Es el estribillo de una canción, es la banda sonora de una película y posiblemente la banda sonora de muchas vidas. Quizás debería buscar una forma más sencilla, más propia, más mía, de decirte lo que siento, pero siempre supieron los demás describir mejor mis sentimientos que yo misma.

A veces me entretengo dibujando historias que no pasarán, y leyendo la sipnosis de alguna película que ni siquiera llegará a grabarse, pero en el fondo sólo intento dispersar mis pensamientos para no recordar que te echo de menos.

Ya ves, no me sobran las palabras, cuando se trata de explicar cómo me siento se crea un nudo en mi interior que me colapsa y me desespera, y me quedo aquí sentada, delante de esta hoja en blanco sin saber qué decir.

Y me dedico a dar vueltas sin sentido, a dar vueltas alrededor de mí misma, de mi mundo, a dar vueltas alredededor de la nada, de este papel vacío y de un sinfín de historias sin final.

A veces creo que te invento para poder seguir viviendo aunque sea una quimera.

[La canción me ayuda a continuar sintiendo, antes de que vuelva a perderme por las ramas.]

A veces tengo la sensación de que no estás, de que vives en un mundo paralelo que sólo se cruza con el mío en momentos concretos y que sólo nos permite compartir un par de segundos de su tiempo.

Pero sé que estás ahí, sé que eres real, y cuando vuelvo en mí y soy consciente, entonces no entiendo nada, entonces me cuestiono, y te cuestiono. No quiero convertirme en una obligación más, en una cita obligada cada dos meses por prescripción médica o propia o qué se yo. ¿Qué fue de la espontaneidad? ¿Qué fue de la risa? ¿Qué fue de la vida?

Me gustaría que realmente nos viésemos porque quieres verme, que me beses sólo cuando te mueras de ganas por hacerlo, que me descubras junto a ti sólo cuando me sueñes, y que quieras estrujarme porque realmente necesitas lo que te aportan mis abrazos.

Si no, nada tiene sentido. Quiero dejar de ser una obligación, prefiero ser entonces una amiga con la que tomas un café los domingos por la tarde, dos besos en la mejilla y un a ver cuando quedamos como despedida. Es mucho más sencillo, más verdadero y mucho más sano.

Mientras tanto, estaré por aquí, acumulando películas y libros para completar mi ración semanal de endorfinas y sintiendo, intentando sentir de verdad, intentando sentir la vida.

Y me peleo porque dicen que el que algo quiere algo le cuesta, y ese fantasma no me deja y yo me canso de luchar.





*Canción Imaginarte de Alba Gárate (LANTANA), parte de la banda sonora original de AzulOscuroCasiNegro, nominada a los Premios Goya 2007 como Mejor Canción Original

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jueves, enero 15, 2009

Algodón de azúcar para llevar


Domingo y festivo. Días que la gente odia porque no suponen un día menos que trabajar y se pierden en el calendario disimuladamente.

Hace más de media hora que la espero. Siempre llega tarde, no tiene remedio. Se supone que íbamos a pasear y a tomarnos un café a solas, por fin. Estoy harto de sus amigas, de sus amigos, del cine y las visitas a la tienda de cómics. Se piensa que porque le guste jugar a las Magic puede ir por ahí alardeando sobre lo mucho que sabe sobre juegos de rol y se considera toda una experta.

El mensajito de llego tarde que se me escapó la guagua no podía faltar. Quien me mandará a quedar con ella, si ni siquiera tiene sentido cantarle las cuarenta. Estoy harto, harto de andar suplicándole para quedar, harto de que no sea capaz de callarse cuando le hablo y harto de aparecer en el último puesto de su lista de amigos.

Hay gente que da y otros que se limitan a recibir. Ella es de los segundos. Llega aquí y pone esa carita de me alegro mucho de verte y se piensa que todos los problemas del mundo se solucionan inmediatamente y que estoy aquí a su disposición como si no tuviera nada mejor que hacer.

Luego me tocará escuchar sus historias, consolarle las lágrimas y verla marcharse sin que haya podido explicarle lo que me pasa. Pero esta vez no. Esta vez necesito hablar con alguien y sé que ella puede escucharme, y si no puede lo va a hacer porque ya está bien de dar y no recibir nada a cambio.

A la mierda el chico que la sigue a la universidad o el que se le declaró hace dos semanas en una fiesta de la universidad, no me importa una mierda lo que haya pasado con ellos. Y a ella tampoco deberían importarle.

Está encerrada en su maraña de pensamientos, liando y construyendo historias que nunca suceden, levantando castillos en el aire y viviendo su vida como si se tratara de la nueva temporada de Ally McBeal. Y nosotros, personajes de una novela que nos comportamos como tales, y ella la pobre víctima que nunca está a la altura del papel de la protagonista, y a la que por tanto no le queda otro remedio que echarse a llorar continuamente y sin razón aparente.

A la mierda su novela y a la mierda ella. Lleva 45 minutos de retraso y estoy hasta las narices de esperar. En la esquina del parque está el puesto de dulces como siempre que hay fiesta en la ciudad. Aún guardo el recuerdo del primer algodón de azúcar que compartimos.

Estoy harto de esperar. Me voy a casa. Ni se te ocurra llamarme que no estoy de humor.

Que llore ahora. Que llore todo lo que quiera. Yo no tengo por qué seguir aguantando estas cosas. Voy a comprar un algodón de azúcar y me marcho. No me vendrá mal algo dulce para quitarme este mal humor.

-Yo me voy contigo así que tendrás que pedir el algodón de azúcar para llevar ¿no?

Y sonríe como si no pasara nada. Tendrá morro.

-Siento el retraso.

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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Ellos me contaron que...

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