En la arena de la plaza
Llevaba años entrenando, preparándose para enfrentarse al animal que en esos momentos corría en la arena dejándose burlar por su compañero. Mientras esperaba observando desde la barrera, su corazón se volvió revoltoso y decidió por su cuenta prepararse en serio para la corrida. Se escurrió desde su pecho y decidió situarse en la boca del estómago, provocando que los nervios y la tensión se multiplicasen infinitamente. Le faltaba el aire y le sudaban las manos, su compañero continuaba lidiando en la plaza y el toro parecía mucho más bravo de lo habitual. De repente, y entre los griteríos de la muchedumbre, una cornada le atravesó las costillas, dejándolo en el suelo, inmóvil, indefenso ante los constantes ataques del toro.
Entonces la vio, mientras el público se desgarraba las gargantas y se escandalizaba ante su compañero moribundo en el centro de la plaza, mientras el mundo desataba uno de esos episodios de caos inminente y secuestraba los sentidos, Carlos sintió como el mundo se silenciaba súbitamente.
Entonces la vio, mientras el público se desgarraba las gargantas y se escandalizaba ante su compañero moribundo en el centro de la plaza, mientras el mundo desataba uno de esos episodios de caos inminente y secuestraba los sentidos, Carlos sintió como el mundo se silenciaba súbitamente.
Allá entre la multitud, más allá del bullicio y el pánico, ajena a lo que sucedía en la plaza, ella besaba apasionadamente al que había sido su maestro durante todos estos años. Ignoraban que desde la barrera un par de ojos los miraban escrutadores, unos ojos que se negaban a derramar ninguna lágrima, pero notaban como el peso del llanto comenzaba a ser insoportable bajo sus párpados.
Todo dejó de tener sentido, esa iniciación, tomar la alternativa, esa corrida de toros, la vida, pero sabía que le tocaba enfrentarse al toro que había dejado a José Antonio en el suelo. Y por primera vez miró a la vida a los ojos.
El animal se había detenido a escasos metros de su compañero, había dejado de golpearle y ajeno a las llamadas de los banderilleros y picadores, parecía dar cabezazos contra el aire, como si una pared invisible se hubiese construido para salvar a José Antonio de su, hasta entonces, previsible muerte.
Esa suerte de milagro provocó un aplauso general y un griterío alegre entre el público asistente, pero Carlos, sumido en toda su rabia y gestando ese rencor amargo en la boca del estómago fue capaz de ver el vuelo de un pequeño escarabajo que se había plantado orgulloso frente al toro lo había despistado y entretenido, propiciando que las personas allí presentes volvieran a tener fe.
Había llegado el momento de saltar al ruedo, de dejarse la vida frente a ese toro de lidia, ya libre de las triquiñuelas del pequeño escarabajo y conseguir esas dos orejas para mirarla a ella de frente y regalárselas como agradecimiento por todo aquel tiempo de engaños.
(Explicación eliminada por el autor)
7 comentarios:
cuando tenemos que escribir disculpas anticipadas por un texto literario algo va mal, yo me he visto forzado a hacerlo en dos ocasiones en mi blog y por gente que ha buscado la polémica por la polémica donde no la había... buff...
Un saludote.
@Canichu: Lo sé, sé que algo va mal. Pero también sé que al estar escribiendo algo público, y por ello, en cierta medida, para el público, prefiero adelantarme a los acontecimientos y evitar tener que dar explicaciones sobre lo que pienso o no pienso individualmente a cada lector -pq que conste que no he pedido disculpas por escribirlo, ¿eh?-.
Aunque como tu dices, en realidad ni siquiera tengo por qué dar explicaciones...
El que le gusta escribir, le gusta contar y experimentar sensaciones mientra escribe. Acuerdo o en desacuerdo con ellos mismos. Eso es la magía de escribir algo nuevo, para el público y para el escritor.
Buen texto.
Un lazo caótico más.
Una situación verdaderamente crítica. Eligió crecerse ante ella, cuando podía haber elegido morir. Un texto muy interesante, te felicito. Saludos cordiales.
Yo te aplaudo, te doy las dos orejas y el rabo( con perdon de la expresión) independientemente de que no me gusten los toros, es un texto precioso y trasmite lo que debe trasmitir.
Te aconsejo si no lo has leido ya, un libro de Almudena Grandes, llamado "estaciones de paso"
Odio las corridas, pero una de las historias de ese libro habla de toros y consiguió emocionarme a pesar del desinteres de su tema.
Un abrazo.
Jl.
Estoy con Isabel, es un texto interesante, con un simbolismo muy bonito, con una situación muy particular...me ha gustado mucho.
Me ha sorprendido la retirada de la explicación, Alnitak, que me dió tiempo a leer.Cada uno escribe sobre lo que quiere y cómo quiere, y no por eso significa que te guste o estés de acuerdo con ello, pero la explicación no me parecía nada terrible, por el contrario, me parecía una buena idea, porque la gente se confunde (este tema es muy polémico, aunque el texto no tenga nada que ver en realidad con la tauromaquia) y se te podía llenar el post de exhaltados buscando polémica.
A mi los toros me encanta verlos, me parece asombroso el hecho de que una persona se enfrente a un animal de 600 kilos sólo con un capote, pero detesto ver como los pican y los matan de una forma tan cruel, por eso no soy aficionado.Me gustaria que luego los dejaran vivos y sanos...
En fin, somos libres de escribir lo que queramos, con y sin explicaciones, es la magia de la escritura, es uno de nuestros privilegios, que no los hay en todas partes del mundo desgraciadamente...
Lo único que realmente es libre...las palabras y las ideas.
Me ha gustado mucho.
Besos caóticos, chica-estrella.
G.
Mucha suerte, arrrr
Publicar un comentario