Casualidades
“Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta. Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande, y eso que las he tenido de muchas clases. Sí, podría contar mi vida uniendo casualidades.”
Los amantes del Círculo Polar
A veces nos olvidamos de hacer como Ana, de esperar las casualidades que consiguen dar sentido a nuestro trabajo, a nuestras aficiones, a nuestras relaciones, a nuestra vida. La casualidad es una frase repetida en dos graffitis de dos paredes de dos ciudades diferentes, de dos ciudades que forman parte de nuestra historia.
Pero es también sentarse en el metro junto a una persona que tiene la misma camiseta que tú; cantar sin motivo la canción preferida de alguien a quién acabas de conocer; es descubrir que la persona de la que te has enamorado estuvo en el mismo sitio y el mismo día que tú años antes de que la conocieras; es abrir un periódico y encontrar una cita del libro que lees; es encontrar en un restaurante de tu ciudad a una amiga que vive a 3.000km de distancia; es hablar por Internet y sin saberlo con una persona que parece cortada por la misma tijera que tú, que tiene tu mismo nombre, tu misma mirada.
La serendipia, como se denomina a esos hallazgos descubiertos por casualidad, es algo más que un invento de los ilusos para creerse más felices: sin ella no habrían sido posibles muchos de los avances o descubrimientos científicos.
Esperar las casualidades es el paso necesario para encontrarlas. No se trata de sentarse en un banco del Polo Norte a esperar como Ana, se trata de mantener los ojos abiertos, y suscribo las palabras de Eva Snijder en su blog: La magia no ocurre porque crees en ella, pero si no crees, te aseguro que se mantendrá invisible a tus ojos.
Las casualidades pasan, sí, y no se provocan. Las casualidades hacen que nuestra vida sea un poquito más alegre, más curiosa si cabe, nos permiten pensar que estamos en el camino correcto, en el momento adecuado y en el lugar adecuado, nos permiten creer en algo, sea lo que sea.