martes, septiembre 06, 2022

Casualidades

 “Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta. Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande, y eso que las he tenido de muchas clases. Sí, podría contar mi vida uniendo casualidades.”

Los amantes del Círculo Polar

 

A veces nos olvidamos de hacer como Ana, de esperar las casualidades que consiguen dar sentido a nuestro trabajo, a nuestras aficiones, a nuestras relaciones, a nuestra vida. La casualidad es una frase repetida en dos graffitis de dos paredes de dos ciudades diferentes, de dos ciudades que forman parte de nuestra historia.

 

Pero es también sentarse en el metro junto a una persona que tiene la misma camiseta que tú; cantar sin motivo la canción preferida de alguien a quién acabas de conocer; es descubrir que la persona de la que te has enamorado estuvo en el mismo sitio y el mismo día que tú años antes de que la conocieras; es abrir un periódico y encontrar una cita del libro que lees; es encontrar en un restaurante de tu ciudad a una amiga que vive a 3.000km de distancia; es hablar por Internet y sin saberlo con una persona que parece cortada por la misma tijera que tú, que tiene tu mismo nombre, tu misma mirada.

 

La serendipia, como se denomina a esos hallazgos descubiertos por casualidad, es algo más que un invento de los ilusos para creerse más felices: sin ella no habrían sido posibles muchos de los avances o descubrimientos científicos.

 

Esperar las casualidades es el paso necesario para encontrarlas. No se trata de sentarse en un banco del Polo Norte a esperar como Ana, se trata de mantener los ojos abiertos, y suscribo las palabras de Eva Snijder en su blog:  La magia no ocurre porque crees en ella, pero si no crees, te aseguro que se mantendrá invisible a tus ojos.

 

Las casualidades pasan, sí, y no se provocan. Las casualidades hacen que nuestra vida sea un poquito más alegre, más curiosa si cabe, nos permiten pensar que estamos en el camino correcto, en el momento adecuado y en el lugar adecuado, nos permiten creer en algo, sea lo que sea.


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sábado, febrero 04, 2017

Página en blanco

Empezar un cuaderno nuevo siempre da un poco de pánico, como lanzarse al vacío, más o menos. A Victoria siempre le ocurría lo mismo, llenaba páginas, con palabras sin sentido, mientras se veía incapaz de rellenar una sola cara de la primera hoja.

"Sagrada", se llamaba la hoja, pero ni siquiera tenía puesto el nombre, para averiguarlo tenías que preguntarle a la segunda hoja, "Sabelotodo", que era una especie de índice, lleno de tachones y correcciones, como todos los índices hechos a mano, que parecen más un collage improvisado que algo similar a una guía. Y de ahí se saltaba a la tercera, titulada irremediablemente "Caos", por si todo lo anterior no lo había dejado claro aún.

"Caos" era..., bueno, era una hoja, aunque a ratos sólo una página, y algunas veces era página en blanco, pero atrás en negro. Y era también un lienzo donde se mezclaban palabras e imágenes y todos cantaban a una, porque bailar era mucho más triste a pesar del desorden y el sinsentido.
La cuarta hoja se llamaba "En Blanco" y ésta sí que tenía un nombre acorde con su personalidad también blanca, tan en blanco que ni siquiera sabía escribir su nombre.

"Sueños" se llamaba la quinta hoja y allí todo estaba nublado, Victoria escribía con tinta de sopor y lápices de siesta y, a veces, sólo a veces, borraba algunas frases con goma de soñar despierto y líquido de insomnio y ni así funcionaba.

Y lo demás... casi mejor que lo descubras por ti mismo, ¿no?

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lunes, febrero 18, 2013

Respirar, a duras penas

A menudo siento que me miras  a escondidas, pero aunque lo intentes, noto tu mirada, ahí haciéndome cosquillas en la nuca,  como un niño travieso que intenta colarse por el cuello de mi camisa. A menudo siento tus manos deslizándose por mi cintura y apretando tu cuerpo con fuerza junto al mío. Siento como acompasamos nuestras respiraciones, sin intentarlo, sin esforzarnos, como parte del proceso natural de llegar a ser uno, con nuestras particularidades pero respirando al unísono.  

Ahora que tu respiración ha dejado de escucharse, que volvemos a ser suspiros discontinuos, que no he sido capaz de mantener el ritmo de mi respiración acompasada a la tuya, sobrevivo con exhalaciones confusas, irregulares, con esta especie de apnea inconclusa que permite el paso del aire justo para mantenerme con vida pero no el suficiente para llevar una vida regular.

Lo sé,  soy la única culpable, ha sido decisión mía permanecer intacta, inamovible junto a mi respirador, ese que ahora, oxidado, sopla para que no me desinfle por completo. Soy yo la que no ha sabido comprometerse de verdad, la que huyó asustada el día en el que nos conocimos,  el dia en el que me visitaste y casi todos los dias desde entonces.

Soy yo la que tiene demasiado miedo a tirar a la basura el respirador incluso cuando respirar era una actividad sana junto a ti. Soy yo la que huye ahora, porque se siente sin fuerzas para compartir respiración,  sin fuerzas para seguir intentándolo,  sin fuerzas, sin más.

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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