Corazas
Le conocí previsiblemente desnuda
a falta de blindajes equívocos
le observé eludir mis aldabas
sin las corazas idóneas
percibí su olor,
arrastrándose en mis entrañas,
sin los permisos previstos
sin mancillar las cerraduras
filtrándose, sin más,
como la arena entre los dedos.
Ví como sus dedos serpenteaban mis cicatrices,
el color revuelto de sus púpilas
se clavaba en la parte interna de mis lunares
y la tortura de su mano en mi yo más íntimo
levando las anclas de aquella máscara
del hielo, que se postró sobre mis hombros.
No me sirven ahora los recuerdos
ni la sensación vacua de su incursión en mí
aquí, un silogismo queda sólo desierto,
lisiado, deforme, incapaz,
falto de la respuesta que juraron sus labios mudos
a la espera de esa proposición certera
que el ruido de sus pasos intentaban deducir.
Y en su lugar tropiezo con los escombros
con las armaduras quebradas
abierta en dos mitades irremediablemente opuestas
apuñalada de muerte en el hueco del ombligo
justo donde comienza la vida.
Hoy anochece sobre mis lorigas raídas
tras la pasión sin palabras
que trepó hasta la boca del estómago
y después emigró a París
como emigran los sueños robados
abandonándome a la soledad
y a la magnitud de las sábanas vacías.