El ruido de la vida
Silencio. A mi alrededor nada, conmigo nada, contigo nada. Así comienzan todos mis días y así terminan. El el resto del tiempo que paso alejada de ti es tan odiosamente infinito como la sensación que provoca en mí el echarte de menos cada segundo.
El ruido de la vida se convierte para mí en una intensa tortura que me recoge por la mañana en el lado derecho de tu cama, me pasea por el mundo, me lleva al trabajo y me clava las comisuras de los labios a las mejillas dando forma a esta asquerosa y fingida sonrisa que me acompaña desde que veo el sol.
Me pregunto que pasaría si tuviese la posibilidad de vivir en uno de esos lugares en los que el sol se esconde más de seis meses al año. ¿Podría permanecer en ese silencio cálido, tierno, insaciable que me envuelve, me abraza y me abriga cuando permanezco a tu lado? Probablemente nunca llegaría a disfrutar de esos minutos de silencio desbocado, moriría ahogada por la oscuridad y la sonoridad visible de los rayos solares en los meses diurnos.
Uno de estos días decidiré cambiar mi rutina, escaparme por una rendija y evitar que el ruido de la vida me descubra escapando a tu encuentro. Te prometo que voy a urdir el plan más perfecto, a milimetrar uno a uno todos los pasos y buscaré el momento exacto para correr y refugiarme acurrucada en el lado izquierdo de tu cama. Justo donde el ruido de la vida nunca iría a buscarme, porque sabe bien que no puedo quedarme dormida mirando hacia la izquierda y jamás me permitiría dormir de espaldas a ti por el miedo a que pudieses levantarte de la cama y dejarme allí, a solas con la vida.
El ruido de la vida se convierte para mí en una intensa tortura que me recoge por la mañana en el lado derecho de tu cama, me pasea por el mundo, me lleva al trabajo y me clava las comisuras de los labios a las mejillas dando forma a esta asquerosa y fingida sonrisa que me acompaña desde que veo el sol.
Me pregunto que pasaría si tuviese la posibilidad de vivir en uno de esos lugares en los que el sol se esconde más de seis meses al año. ¿Podría permanecer en ese silencio cálido, tierno, insaciable que me envuelve, me abraza y me abriga cuando permanezco a tu lado? Probablemente nunca llegaría a disfrutar de esos minutos de silencio desbocado, moriría ahogada por la oscuridad y la sonoridad visible de los rayos solares en los meses diurnos.
Uno de estos días decidiré cambiar mi rutina, escaparme por una rendija y evitar que el ruido de la vida me descubra escapando a tu encuentro. Te prometo que voy a urdir el plan más perfecto, a milimetrar uno a uno todos los pasos y buscaré el momento exacto para correr y refugiarme acurrucada en el lado izquierdo de tu cama. Justo donde el ruido de la vida nunca iría a buscarme, porque sabe bien que no puedo quedarme dormida mirando hacia la izquierda y jamás me permitiría dormir de espaldas a ti por el miedo a que pudieses levantarte de la cama y dejarme allí, a solas con la vida.