Cerrar con llave
Hace días que te miro por el hueco de tu cerradura. Tú no lo sabes y yo no lo sé, pero no puedo dejar de hacerlo. Espío cada uno de tus movimientos, los comparto, los vivo y me pregunto qué podría guardar dentro de esa sonrisa que le dedicas al espejo. Me deleito contemplando el azul y el verde de tu jersey a rayas mientras el cielo deja de ser azul y en esta zona el verde brilla un poco por su ausencia. Esta ciudad se me resiste, me engaña, me embelesa, me distrae y pierdo la noción del tiempo. Aún no he salido a contar las hojas que caen en tu parque ni a descalzarme para poder saltar en cada charco. No entiendo que hago metida en estas cuatro paredes, deshojando sueños sin margaritas y contando estrellas a plena luz del día.
Y mientras tanto sigo espiándote. Quizás cuando pueda irme habré visto pasar tantos madrugones y tantas chicas por tu cama que seré inmune a cualquier cosa que digas o hagas, o tal vez te desee tanto que esta cerradura no pueda controlar mis instintos. La de ayer no te merece y lo sabes, pero ya me he dado cuenta de que te gusta traerlas a casa aunque lo sepas de antemano. Y disfrutas imaginando donde estará la que sigues esperando.
Y yo debería también estar buscando, pero sé que aún no es el momento ni el lugar, que debería estar reinventando esta ciudad, modelándola a mi manera, marcando escondites mágicos en algunas de las calles de ese gran mapa que he comprado para el salón, pero la magia me ha dejado, quizás para siempre, justo en el momento en el que me retabas a esconderme en el hueco de tu cerradura.
Y mientras tanto sigo espiándote. Quizás cuando pueda irme habré visto pasar tantos madrugones y tantas chicas por tu cama que seré inmune a cualquier cosa que digas o hagas, o tal vez te desee tanto que esta cerradura no pueda controlar mis instintos. La de ayer no te merece y lo sabes, pero ya me he dado cuenta de que te gusta traerlas a casa aunque lo sepas de antemano. Y disfrutas imaginando donde estará la que sigues esperando.
Y yo debería también estar buscando, pero sé que aún no es el momento ni el lugar, que debería estar reinventando esta ciudad, modelándola a mi manera, marcando escondites mágicos en algunas de las calles de ese gran mapa que he comprado para el salón, pero la magia me ha dejado, quizás para siempre, justo en el momento en el que me retabas a esconderme en el hueco de tu cerradura.