sábado, junio 25, 2011

Un poco de azúcar

El calor que entra por la ventana es tan pegajoso que tu presencia aquí, junto a mí, en mi cama, me resulta de todo menos agradable. Noto tu respiración que no me deja dormir y tu aliento en mi nuca que convierte este bochorno en algo más insoportable si cabe. Se supone que estoy enamorada de ti, o eso dicen, pero no encuentro los motivos para tener que soportarte día a día, ni el resto de mi vida, ni los próximos cinco meses. Me sobran, sin embargo, los motivos para dejarte marchar, o para echarte de mi casa (y de mi cama) si fuera necesario.

Me cansa tu manera de pensar en esta relación como una forma de incrementar tu ego, sin ver más allá, sin ser capaz de entender cuánto supone, cuánto cambia, cuánto se siente. Me irrita tu desesperación por ponerle nombre a las cosas, por cerrarlas, enjaular los sentimientos, como si se pudiera, como si sentir fuera algo medible, como si el amor pudiera decidirse, como si pudiera pesarse como se pesan 150 kg de azúcar.

Azúcar también te faltó siempre, el suficiente dulce como para mirarme a los ojos mientras me haces el amor y y sonreír como si nada más en el mundo fuera necesario, y lo bastante como para escribir nuestros nombres en un trozo de pizza, comprar un pastel con "nuestra primera casa juntos" de sabor a chocholate, enseñarme el funcionamiento de las cámaras de vídeo con un agujero de tu ventana que reproduce en la pared de tu habitación todo lo que sucede en un parque cercano, te falta el dulce que da el vino compartido en baños de espuma, el suficiente dulce para tirar abajo todas estas barreras defensivas que antepongo entre tus manos sudorosas y mi piel, castigada por el desengaño de los espejismos en el desierto.

Era fácil. Era lógico que después de tantos años de camino sobre las dunas, con apenas unas migajas de pan y un poco de agua para calmar la sed, aparecieras ante mí, como tantos otros espejismos que nublan la razón y enloquecen el alma. Y ahora, después de haberte traído hasta mi casa, me descubro engañada, ilusa, esperando que despiertes y te des cuenta de todo aquello que estás a punto de perder. Esperando que no pienses que ésta es sólo una noche más que pasamos juntos, sino que seas consciente de que es posiblemente la última noche. El calor aprieta y esta cama no es lo bastante grande para albergar esperanzas amargas. Llevo demasiado tiempo guardando toneladas de azúcar para repartir. Nunca podré decir que no lo he intentado, pero tu sabor no casa con el azúcar como no lo hacen los buenos caldos, que tampoco casan con el verano.

Quizás hay historias que sólo pueden durar un invierno. Yo, después de tanto espejismo, vuelvo a preferir las historias de verano, a la larga, siempre son mucho más dulces, como los helados que las acompañan.

Leer más...
Son tiempos difíciles para los soñadores...
Creative Commons License

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Alnitak no se responsabiliza de las opiniones y comentarios vertidos por los usuarios. Cualquier sugerencia será bien recibida.


Ellos me contaron que...

Followers

  ©Template by Dicas Blogger.