domingo, marzo 21, 2010

Abismo #2

Antes solía leer al menos dos horas al día, me gustaba aprovechar el tiempo invertido en los transportes públicos para mi lectura diaria, podía leer cualquier cosa que cayera en mis manos aunque no siempre disfrutara con ello, excepto los días en los que mis sábanas olían a él. Esos días los pasaba soñando despierta y me costaba mucho más de lo habitual levantarme de la cama porque su olor me servía de ancla con el mundo y me era imposible levarla en medio de la tormenta. El "izad las velas" que gritaba la tripulación al retomar la ruta era para mí el comienzo de una jornada en la que la lectura no sólo se hacía difícil, se convertía en una tarea irrealizable.

En Abismo no está permitido leer ni escribir, requisaron todos mis libros y cuadernos en la entrada, el niño los guardó en un cajón de su mesa, y la última vez que utilicé mi bolígrafo fue para firmar las hojas de registro, un sinfín de papeleo escrito en la lengua de los juzgados que ni me interesa ni quiero aprender. Tienes cinco meses, aprovechálos, decían, pero el tiempo pasa y yo no encuentro la forma en la que poder invertirlo.

Al menos una vez al día juego a identificar y a seguir los olores que me llegan. Resulta extraño que en medio de tanta oscuridad los olores parezcan los únicos supervivientes en el Sistema, quizás sea simplemente que la imposibilidad de ver está incentivando el resto de mis sentidos y estos olores proceden de un lugar lejano al que nunca podré siquiera acercarme. El olor a libros recién comprados, el olor a tierra mojada tras la tormenta, el aroma de las naranjas en mis manos después de hacer zumo, marejada y sol primaveral, champú de melocotón, crema solar hidratante, su olor en la almohada, quedan relegados al recuerdo a pesar de que la mayoría de los olores que me llegan y que no puedo aún identificar no pueden compararse con los de la vida que llevaba antes. Estar en Abismo es como empezar de cero, de nuevo, nacer en un mundo totalmente desconocido donde lo anterior parece únicamente un mal sueño. Me lo dijeron, sólo cinco meses, pero ¿cinco meses para qué?

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martes, marzo 09, 2010

Abismo

Nunca imaginé que el camino al otro lado fuese tan oscuro. Me recordaba a mí misma como Alicia, dormida bajo el árbol, persiguiendo conejos que siempre llegan tarde, saltando al otro lado del espejo y asustada -siempre me asustó- por esa gran sonrisa de gato que me perseguía por todas partes, pero nadie me contó que el camino al otro lado fuese tan oscuro. Imaginaba la vida en Abismo como uno de esos cuentos de hadas, bueno, no realmente como un cuento de hadas pero sí como una escalera de esas enormes, que comienzas a subir con entusiasmo, de la que te vas cansando poco a poco, de esas que te hacen pensar en dar marcha atrás y abandonar la subida, de esas que miras con satisfacción desde arriba, con el paso del tiempo y con la suficiente madurez para reconocer tu esfuerzo, yo subí todos esos escalones, diría. Recuerdo que había una de esas escaleras frente a una iglesia de Roma, aunque ya ni siquiera recuerdo el nombre y no sé si alguna vez podré volver a visitarla.

Aún me confunde esta oscuridad y tengo la sensación de que por algún motivo, en algún momento escogí el camino equivocado, giré en alguna desviación errónea o simplemente me equivoqué en más de una decisión, porque dicen que equivocarse una vez es necesario, que no existen destinos a los que se llegue sin haberse equivocado una vez, y yo les creo. Eso también me lo repitió el niño de la puerta. Se reía mucho cuando le dije que por fin había llegado, tantos años después de haber comenzado mi camino hacia Abismo, tantos años después de que la Anfitriona tatuara en mi muñeca mi destino, el que me correspondía según los resultados de mis test de personalidad. Quizás él ya sabía que me había equivocado de camino, en ese momento pensé que reía porque aún me quedaban todos esos escalones que subir, pero ahora tengo tantas dudas que incluso he llegado a pensar que cabe la posibilidad de que esto no sea Abismo, de que tenga que deshacer de nuevo todo el camino, pero con esta oscuridad no existe la forma de volver a atrás y ni siquiera tengo claro que exista un "atrás".


Desde que estoy en Abismo, incluso he perdido la cuenta de los días, me paso el día caminando y duermo cuando encuentro algo mullido en el suelo, pero no he vuelto a ver a nadie más desde que me despedí del niño de la puerta y su sonrisa sigue grabada en mi memoria, como la del gato de Alicia, y no puedo decir que la imagen del niño me asuste menos, ni siquiera un poco.

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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