lunes, diciembre 21, 2009

365 palabras para 365 días

Este año, cuando comenzó, vino con un pan bajo el brazo, un pan de esos que te aportan la energía suficiente para seguir adelante durante doce largos meses, un pan de esos que te ofrecen en la sala de espera en la que has estado durante años y en la que conoces a otras personas que como tú han estado esperando su momento y a las que irremediablemente echarás de menos.

Ese pan fue el alimento diario para esta montaña rusa que comenzó con la creación de más de mil grullas que exige la tradición japonesa para poder pedir que se cumplieran mis sueños, más de mil grullas que me llevaron a ver mis escritos al otro lado del Atlántico, a filmar con mayor o menor acierto todo lo que encontré a mi paso, y a volar por primera vez como una verdadera abeja reina, sin prejuicios, sin remordimientos, a dejarme llevar más allá de mis límites y a traer de vuelta a mi vida a aquella niña que aún se permitía soñar.

"Siento que el 2009 va a ser un año en el que nos pasarán cosas importantes", fue la profecía de una pequeña bruja que me visita en ocasiones. Y así ha sido. Ha sido el año del aprendizaje, del autoconocimiento, de bordear los límites, de superar los errores y sobrellevar algunas pérdidas -una vez más-, el año de aprender a dejarse llevar -y de todo el esfuerzo que eso supuso-, para que la vida pudiera acercarme a todo lo que realmente estaba esperando.

Y lo que parece un final, un final de año, de ciclo, quizás de ciudad, no debería ser más que un alto en el camino, una parada para coger aire y recuperar lo conseguido durante el último año, lo avanzado. Pero como cada año, nuestro calendario anual culmina a las puertas del invierno, que este año parece mucho menos frío, que parece por primera vez en mucho tiempo, un buen invierno, quizás porque tú estás aquí, porque has llegado y nunca es tarde para hacerte un hueco en el nuevo año que comienza, si te apetece quedarte, y porque pase lo que pase, todo va a salir bien.


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martes, diciembre 08, 2009

To Chicago

Es el momento en el que el tren se pone en marcha el que paraliza nuestros sentidos, ese segundo, ese casi imperceptible vaivén en el que toda la maquinaria retrocede un milímetro para reemprender su camino, esta vez con nosotros dentro. Es el momento en el andén, la incertidumbre, las carreras, las prisas, la vida, que te empuja hasta ese preciso momento, en la puerta de un tren que no sabes a dónde se dirige, que no sabes ni siquiera de dónde viene, ese momento en el que sólo el instinto te puede ayudar a decidir si debes o no entrar, si quieres saltar de un tren en marcha a otro, o prefieres quedarte a esperar el siguiente tren en el andén.

Y de repente, una mano que se tiende, una ayuda, una mano que te promete que todo saldrá bien, una mano que surge de la nada, que no sabes de dónde viene ni a dónde va, que no puede decirte que dirección tiene ese tren porque probablemente tampoco lo sepa, pero que te promete, sinceramente, que todo va a salir bien, que no importa a dónde te lleve este tren, o el siguiente, o el que decidas coger, pero que va a salir bien, que en esta vida no nos queda otro remedio que seguir adelante, cambiar de tren, saltar en marcha, subirnos en el último momento, pero seguir adelante, dejarnos llevar, arriesgarnos, hacia algún lugar, y no tener miedo a ser felices, y ocupar nuestra plaza en el nuevo tren, porque el tiempo que se pierde en los andenes nunca se recupera y todos, o casi todos, tenemos en nuestros billetes demasiado tiempo perdido en el andén que recuperar.

Y hay mil trenes que se cruzan cada día, gente que ha saltado, que ha subido en trenes paralelos, gente que cambia de tren, gente a la que te encuentras en el nuevo tren después de años de aquel primer encuentro en aquel vagón lleno de gente a la que detestabas, gente que te sacó a rastras de varios trenes que te estaban matando por dentro, el olor, el ambiente, direcciones equivocadas, quién sabe, son trenes que se quedaron atrás, trenes en los que nunca te sentiste totalmente cómoda, trenes en los que no había asiento para ti, trenes completos, sold out, vuelva otro día, trenes sin destino, trenes perdidos, trenes que dejaste perder por tu bien o el de otros, o el de muchos otros y tantos otros que llegaban tarde, plazas para viajar en otros trenes que regalaste, trenes que nunca pasaron, trenes y más trenes.

Un pitido, la puerta va a cerrarse, ¿te atreves a probar el nuevo tren?¿Te arriesgas?

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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