martes, diciembre 08, 2009

To Chicago

Es el momento en el que el tren se pone en marcha el que paraliza nuestros sentidos, ese segundo, ese casi imperceptible vaivén en el que toda la maquinaria retrocede un milímetro para reemprender su camino, esta vez con nosotros dentro. Es el momento en el andén, la incertidumbre, las carreras, las prisas, la vida, que te empuja hasta ese preciso momento, en la puerta de un tren que no sabes a dónde se dirige, que no sabes ni siquiera de dónde viene, ese momento en el que sólo el instinto te puede ayudar a decidir si debes o no entrar, si quieres saltar de un tren en marcha a otro, o prefieres quedarte a esperar el siguiente tren en el andén.

Y de repente, una mano que se tiende, una ayuda, una mano que te promete que todo saldrá bien, una mano que surge de la nada, que no sabes de dónde viene ni a dónde va, que no puede decirte que dirección tiene ese tren porque probablemente tampoco lo sepa, pero que te promete, sinceramente, que todo va a salir bien, que no importa a dónde te lleve este tren, o el siguiente, o el que decidas coger, pero que va a salir bien, que en esta vida no nos queda otro remedio que seguir adelante, cambiar de tren, saltar en marcha, subirnos en el último momento, pero seguir adelante, dejarnos llevar, arriesgarnos, hacia algún lugar, y no tener miedo a ser felices, y ocupar nuestra plaza en el nuevo tren, porque el tiempo que se pierde en los andenes nunca se recupera y todos, o casi todos, tenemos en nuestros billetes demasiado tiempo perdido en el andén que recuperar.

Y hay mil trenes que se cruzan cada día, gente que ha saltado, que ha subido en trenes paralelos, gente que cambia de tren, gente a la que te encuentras en el nuevo tren después de años de aquel primer encuentro en aquel vagón lleno de gente a la que detestabas, gente que te sacó a rastras de varios trenes que te estaban matando por dentro, el olor, el ambiente, direcciones equivocadas, quién sabe, son trenes que se quedaron atrás, trenes en los que nunca te sentiste totalmente cómoda, trenes en los que no había asiento para ti, trenes completos, sold out, vuelva otro día, trenes sin destino, trenes perdidos, trenes que dejaste perder por tu bien o el de otros, o el de muchos otros y tantos otros que llegaban tarde, plazas para viajar en otros trenes que regalaste, trenes que nunca pasaron, trenes y más trenes.

Un pitido, la puerta va a cerrarse, ¿te atreves a probar el nuevo tren?¿Te arriesgas?

5 comentarios:

Carmen María mar dic 08, 01:46:00 a. m.  

"El amor es pasajero, yo no" Dijo mientras miraba irse el último tren". Los trenes dan para mucho, y es una hermosa metáfora de las decisiones y los caminos. Me gustó tu blog, y lo visitaré seguido.

Yaiza mar dic 08, 11:15:00 a. m.  

No arriesgarse es morir en vida. Un beso!

Anónimo,  mar dic 08, 07:36:00 p. m.  

PRECIOSO.

Y estimulante.

Anónimo,  jue dic 17, 09:57:00 p. m.  

Pues a mí me gustan los andenes ( y las mesas de otras).
Hay gente pa tó.

Dácil mié ene 20, 11:55:00 a. m.  

Aquí estamos otra vez votándote, "QUIEN MIRA HACIA FUERA SUEÑA, QUIEN MIRA HACIA DENTRO DESPIERTA"
UN BESO

Son tiempos difíciles para los soñadores...
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