A veces simplemente no soy yo. Me siento triste, abatida, cansada de todo y de nada. En esos días, cuando el mundo gira alrededor y me siento incapaz de retomar el curso de mis alas, me gustaría poder soñar, pero la neurastenia ni siquiera me permite dormir bien. Ella es así. De repente, aparece se adueña de mi vida, me aprisiona, me encierra y me desarma. Me debilita tanto que ni siquiera el dolor de saber que me he dado por vencida me ayuda a levantar la cabeza.
Son días en los que camino a gatas, intentando disimular torpemente que ni soy así, ni vivo así, ni siento así.La mayor parte de las personas ni siquiera son conscientes de esta enfermedad que me patea las entrañas, así que debe ser que en realidad lo disimulo bien. Estoy segura de que no soy la única,de que somos un pequeño grupo de sinvergüenzas y atolondrados que caminamos a tumbos por la vida, limitando nuestra capacidad de sentir por nuestra capacidad de pensar o reflexionar... Sea lo que sea, no me gusta.
Hace unos días, ella volvió, se revolvía en mi interior, me atrapaba el estómago, me martilleaba la cabeza, me impedía relajarme y soñar, me irritaba y me impedía ser feliz, ser yo. El insomnio me ha perseguido siguiendo sus órdenes y los sueños han huido espantados por el cansancio y la desilusión. En ese momento, cuando la migraña me cuarteaba las sienes y el silencio sonaba en mis oídos como la gota que cae monótona y resuena en medio de la noche, entonces, me di cuenta de lo que la neurastenia había hecho contigo. La pérdida de memoria es inevitable, es una consecuencia más de su efecto en el estado mental de los que lo sufrimos. A lo mejor habría preferido olvidar la fecha de mi cumpleaños o el color de los ojos de mi madre, pero no, el azar ha decidido que haya conseguido olvidar tus susurros al oído o el roce de tu piel. Sé que estuvieron ahí, pero no los recuerdo, lo he intentado y no aparecen en mi mente. Se han esfumado.
Hoy me siento libre. Ella también se ha esfumado. Por fin. Sin más y sin menos. Pero se ha marchado que es lo que importa. Luce el sol. La gente me sonríe por la calle y hoy me han saludado dos personas a las que no conocía de nada (les he devuelto el saludo,claro, una es un poco tonta pero también es una persona educada). Hoy me he permitido soñar despierta. Sonreír a los desconocidos. Escuchar el silencio. Dejar que los rayos de sol acaricien mi rostro. Hoy me he permitido ser yo. Y disfrutar de lo bien que me sienta.
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