martes, octubre 30, 2007

Cerrar con llave

Hace días que te miro por el hueco de tu cerradura. Tú no lo sabes y yo no lo sé, pero no puedo dejar de hacerlo. Espío cada uno de tus movimientos, los comparto, los vivo y me pregunto qué podría guardar dentro de esa sonrisa que le dedicas al espejo. Me deleito contemplando el azul y el verde de tu jersey a rayas mientras el cielo deja de ser azul y en esta zona el verde brilla un poco por su ausencia. Esta ciudad se me resiste, me engaña, me embelesa, me distrae y pierdo la noción del tiempo. Aún no he salido a contar las hojas que caen en tu parque ni a descalzarme para poder saltar en cada charco. No entiendo que hago metida en estas cuatro paredes, deshojando sueños sin margaritas y contando estrellas a plena luz del día.

Y mientras tanto sigo espiándote. Quizás cuando pueda irme habré visto pasar tantos madrugones y tantas chicas por tu cama que seré inmune a cualquier cosa que digas o hagas, o tal vez te desee tanto que esta cerradura no pueda controlar mis instintos. La de ayer no te merece y lo sabes, pero ya me he dado cuenta de que te gusta traerlas a casa aunque lo sepas de antemano. Y disfrutas imaginando donde estará la que sigues esperando.

Y yo debería también estar buscando, pero sé que aún no es el momento ni el lugar, que debería estar reinventando esta ciudad, modelándola a mi manera, marcando escondites mágicos en algunas de las calles de ese gran mapa que he comprado para el salón, pero la magia me ha dejado, quizás para siempre, justo en el momento en el que me retabas a esconderme en el hueco de tu cerradura.

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viernes, octubre 19, 2007

Resurrección

Renacer y retomar su vida. Eso era lo único que le faltaba a Zaida. Renacer, crear su mundo, su entorno, reconocer las calles y revivir los momentos perdidos. Dejar de llorar en mitad de ninguna parte y sentirse parte de la muchedumbre que espera en el metro. Cambiar un tren por un metro. ¿Y eso qué significaba? No encontraba nada que calmase su desazón ni tiempo material para seguir buscando pero sabía, allá donde sólo se saben esas cosas, que le tocaba renacer de una vez y para siempre, con calma, con sigilo, con tranquilidad, pero renacer al fin y al cabo, para volver a ser sólo ella.

El mundo seguía girando a su alrededor sin comprenderla, sin intentarlo siquiera. Sentía que volaba sobre un suelo que no le pertenecía, que añoraba el mar de antojos y el cielo polvoriento, amarillo, opáco, pero en el fondo, acá en ese fondo, se sentía bien, tranquila, ilusionada, recostada sobre el mar de dudas y la imparable nitidez del tiempo. A Zaida le maravillaba la inquietante pasividad de Paula, me gusta mi trabajo porque el tiempo se me pasa volando, decía. ¿Volando? ¿Por qué volar? Cuando tenga 60 años podrá decir, me gustó mi vida porque pasó volando. No, eso no era lo que ella quería, quería desentumecerse y vivir, no volar, vivir, notar el suelo bajo sus pies y notar cómo de su cuerpo crecen una vez más nuevas raices.

Era otra persona, en otro lugar, con otros objetivos. Era un mundo aparte, una incertidumbre en un mar de dudas andantes, pero con una meta clara: Renacer, renacer de corazón por primera vez en su vida, renacer de veras, creer de veras, llorar de veras, y decidir que nunca más, nunca más amaría sólo a medias.



Video: Un mensaje, un mundo
Autor: As de piqas

Pd. As de piqas, como homenaje para desearte lo mejor en tu nueva vida, pongo el video tuyo que me cambió la visión del You Tube. ;-)

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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