Álex ha estado repasando sus recuerdos y ordenando sus memorias. Ha pasado una larga tarde de domingo, dándole vueltas a su pasado y midiendo el tiempo que pasamos juntos. Posiblemente nunca me habría contado que había invertido su tarde de domingo en esa curiosa tarea si no fuera porque al final, como cabía esperar, le ha pasado factura.
Eran las 6 de la tarde cuando mi teléfono sonó.-Niña, sólo quería contarte una cosa que me ha dejado un poco preocupado -le escuché balbucear al otro lado de la línea-.
Yo esperaba alguna queja, algún silencio desagradable y un siento haberte llamado para esto pero necesitaba desahogarme, que se había vuelto tan común en nuestra relación últimamente. Pero su revelación fue mucho más sorprendente.
-He estado haciendo inventario del tiempo que pasamos juntos y las cuentas no cuadran: nos dejamos cientos de segundos en el tintero.
Cientos. Eso era mucho más de lo que pensé dejar. Estaba acostumbrada a vivir mis relaciones intensamente, segundo a segundo, minuto a minuto, viviendo siempre cada momento como si fuera el último. Para mí el tiempo juntos no eran sólo los momentos que compartimos sino todo lo que hicimos los dos solos, juntos o con otras personas durante los años que duró nuestra relación. Haberme dejado segundos en el tintero era algo que no encajaba con mi forma de ser y tampoco con la de Álex.
Él no quiso ahondar más en la cuestión y colgó el teléfono con un sobrio "Sólo quería decírtelo", pero sin quererlo me metió de lleno en su saco de preocupaciones. Ambos sabíamos que muchas otras veces perdimos un tiempo considerable en otras relaciones, puesto que no todo el mundo está dispuesto a administrarlo y aprovecharlo de esa manera. Pero hasta ayer los dos pensábamos que eso no había ocurrido entre nosotros, estábamos completamente de acuerdo en lo que significaba para nosotros el tiempo juntos y por eso encajábamos a la perfección. Posteriormente, cuando consideramos separarnos fue debido a otros motivos que no tienen ahora ningún interés real, pero mientras lo nuestro duró aprovechamos cada segundo. O eso creíamos.
Cientos de segundos en el tintero... La frase estuvo rebotando en mi cabeza durante toda la tarde y hasta bien entrada la noche, pero por más vueltas que le daba no conseguía recordar cuándo olvidamos esos segundos, cuándo los perdimos...
Quizás fueron los segundos anteriores a nuestro primer encuentro, nuestra primera sonrisa, nuestro primer beso, nuestro primer polvo, esos en los que deseas a gritos dar el primer paso pero el miedo a ser rechazado te paraliza y lo retrasa eternamente. Quizás fueron los segundos posteriores a nuestro primer desacuerdo, nuestra primera discusión, nuestro primer enfado, esos en los que el orgullo te impide acercarte cuanto antes a solucionar la situación. Quizás fueron los segundos que pasaron hasta que pudimos mostrar nuestro amor en público, hasta que ambos reconocimos que se trataba de algo más que un lío de una noche, hasta que fuimos capaces de aceptar el compromiso, los segundos hasta nuestro primer Te quiero, esos segundos que perdimos cuando el miedo al compromiso y a perder el tiempo nos ataban a nuestra aparente independencia. Quizás fueron los segundos que perdimos cuando olvidamos nuestra pasión en el armario, cuando comenzamos a disfrutar del coqueteo con otras personas, cuando nos aburrimos de nuestras conversaciones, cuando pensábamos que sólo era una etapa a superar, esos segundos en los que aguantamos y tiramos de la relación hasta que nos obligamos a reconocer que todo había acabado.
He seguido dándole vueltas toda la noche, y he llegado a la conclusión de que Álex está equivocado: no sólo nos dejamos cientos de segundos en el tintero, dejamos miles... pero al menos esto nos ha enseñado que no siempre es posible vivir segundo a segundo.
Leer más...