jueves, abril 26, 2007

Cumplo un año

Bueno, yo no, de hecho ni siquiera Alnitak cumple un año. Cumple un año este blog, este mundo, este cuento. Algunos pensarán que no, que cumplimos un año en marzo pero se equivocan: darse de alta en el servidor y comenzar esta aventura son dos acciones diferentes y el Érase una vez el caos que conocen nació el 26 de Mayo de 2007. Felicidades a todo lo que significa, a todo un camino recorrido y todo el que nos queda por recorrer y Gracias a todos los que nos han leído alguna vez durante este año, a los que han leído a Alnitak, y a mí a través de sus letras, a los que se han perdido en este caos y han decidido quedarse o visitarlo frecuentemente, a los que acaban de llegar y a los que no volvieron. A todos, porque este cumpleaños es también de ustedes.

Ahora, y con razón, nos tomamos unas vacaciones. Sólo diez días, a lo sumo quince, pero unas vacaciones, al fin y al cabo para celebrar este aniversario. A ver si podemos traer algunos cambios... Nos vemos a la vuelta.

Alnitak y el Duende de los Girasoles

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miércoles, abril 25, 2007

En la arena de la plaza

Llevaba años entrenando, preparándose para enfrentarse al animal que en esos momentos corría en la arena dejándose burlar por su compañero. Mientras esperaba observando desde la barrera, su corazón se volvió revoltoso y decidió por su cuenta prepararse en serio para la corrida. Se escurrió desde su pecho y decidió situarse en la boca del estómago, provocando que los nervios y la tensión se multiplicasen infinitamente. Le faltaba el aire y le sudaban las manos, su compañero continuaba lidiando en la plaza y el toro parecía mucho más bravo de lo habitual. De repente, y entre los griteríos de la muchedumbre, una cornada le atravesó las costillas, dejándolo en el suelo, inmóvil, indefenso ante los constantes ataques del toro.
Entonces la vio, mientras el público se desgarraba las gargantas y se escandalizaba ante su compañero moribundo en el centro de la plaza, mientras el mundo desataba uno de esos episodios de caos inminente y secuestraba los sentidos, Carlos sintió como el mundo se silenciaba súbitamente.

Allá entre la multitud, más allá del bullicio y el pánico, ajena a lo que sucedía en la plaza, ella besaba apasionadamente al que había sido su maestro durante todos estos años. Ignoraban que desde la barrera un par de ojos los miraban escrutadores, unos ojos que se negaban a derramar ninguna lágrima, pero notaban como el peso del llanto comenzaba a ser insoportable bajo sus párpados.
Todo dejó de tener sentido, esa iniciación, tomar la alternativa, esa corrida de toros, la vida, pero sabía que le tocaba enfrentarse al toro que había dejado a José Antonio en el suelo. Y por primera vez miró a la vida a los ojos.
El animal se había detenido a escasos metros de su compañero, había dejado de golpearle y ajeno a las llamadas de los banderilleros y picadores, parecía dar cabezazos contra el aire, como si una pared invisible se hubiese construido para salvar a José Antonio de su, hasta entonces, previsible muerte.
Esa suerte de milagro provocó un aplauso general y un griterío alegre entre el público asistente, pero Carlos, sumido en toda su rabia y gestando ese rencor amargo en la boca del estómago fue capaz de ver el vuelo de un pequeño escarabajo que se había plantado orgulloso frente al toro lo había despistado y entretenido, propiciando que las personas allí presentes volvieran a tener fe.

Había llegado el momento de saltar al ruedo, de dejarse la vida frente a ese toro de lidia, ya libre de las triquiñuelas del pequeño escarabajo y conseguir esas dos orejas para mirarla a ella de frente y regalárselas como agradecimiento por todo aquel tiempo de engaños.


(Explicación eliminada por el autor)


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lunes, abril 16, 2007

Segundos en el tintero

Álex ha estado repasando sus recuerdos y ordenando sus memorias. Ha pasado una larga tarde de domingo, dándole vueltas a su pasado y midiendo el tiempo que pasamos juntos. Posiblemente nunca me habría contado que había invertido su tarde de domingo en esa curiosa tarea si no fuera porque al final, como cabía esperar, le ha pasado factura.
Eran las 6 de la tarde cuando mi teléfono sonó.

-Niña, sólo quería contarte una cosa que me ha dejado un poco preocupado -le escuché balbucear al otro lado de la línea-.

Yo esperaba alguna queja, algún silencio desagradable y un siento haberte llamado para esto pero necesitaba desahogarme, que se había vuelto tan común en nuestra relación últimamente. Pero su revelación fue mucho más sorprendente.

-He estado haciendo inventario del tiempo que pasamos juntos y las cuentas no cuadran: nos dejamos cientos de segundos en el tintero.

Cientos. Eso era mucho más de lo que pensé dejar. Estaba acostumbrada a vivir mis relaciones intensamente, segundo a segundo, minuto a minuto, viviendo siempre cada momento como si fuera el último. Para mí el tiempo juntos no eran sólo los momentos que compartimos sino todo lo que hicimos los dos solos, juntos o con otras personas durante los años que duró nuestra relación. Haberme dejado segundos en el tintero era algo que no encajaba con mi forma de ser y tampoco con la de Álex.
Él no quiso ahondar más en la cuestión y colgó el teléfono con un sobrio "Sólo quería decírtelo", pero sin quererlo me metió de lleno en su saco de preocupaciones. Ambos sabíamos que muchas otras veces perdimos un tiempo considerable en otras relaciones, puesto que no todo el mundo está dispuesto a administrarlo y aprovecharlo de esa manera. Pero hasta ayer los dos pensábamos que eso no había ocurrido entre nosotros, estábamos completamente de acuerdo en lo que significaba para nosotros el tiempo juntos y por eso encajábamos a la perfección. Posteriormente, cuando consideramos separarnos fue debido a otros motivos que no tienen ahora ningún interés real, pero mientras lo nuestro duró aprovechamos cada segundo. O eso creíamos.
Cientos de segundos en el tintero... La frase estuvo rebotando en mi cabeza durante toda la tarde y hasta bien entrada la noche, pero por más vueltas que le daba no conseguía recordar cuándo olvidamos esos segundos, cuándo los perdimos...
Quizás fueron los segundos anteriores a nuestro primer encuentro, nuestra primera sonrisa, nuestro primer beso, nuestro primer polvo, esos en los que deseas a gritos dar el primer paso pero el miedo a ser rechazado te paraliza y lo retrasa eternamente. Quizás fueron los segundos posteriores a nuestro primer desacuerdo, nuestra primera discusión, nuestro primer enfado, esos en los que el orgullo te impide acercarte cuanto antes a solucionar la situación. Quizás fueron los segundos que pasaron hasta que pudimos mostrar nuestro amor en público, hasta que ambos reconocimos que se trataba de algo más que un lío de una noche, hasta que fuimos capaces de aceptar el compromiso, los segundos hasta nuestro primer Te quiero, esos segundos que perdimos cuando el miedo al compromiso y a perder el tiempo nos ataban a nuestra aparente independencia. Quizás fueron los segundos que perdimos cuando olvidamos nuestra pasión en el armario, cuando comenzamos a disfrutar del coqueteo con otras personas, cuando nos aburrimos de nuestras conversaciones, cuando pensábamos que sólo era una etapa a superar, esos segundos en los que aguantamos y tiramos de la relación hasta que nos obligamos a reconocer que todo había acabado.

He seguido dándole vueltas toda la noche, y he llegado a la conclusión de que Álex está equivocado: no sólo nos dejamos cientos de segundos en el tintero, dejamos miles... pero al menos esto nos ha enseñado que no siempre es posible vivir segundo a segundo.

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jueves, abril 05, 2007

Correspondencia con la línea 4

Mirarte a los ojos a través de los cristales del metro se ha vuelto un desafío incontrolable. Rehuir tu mirada desde el asiento contiguo es sencillo, Alicia a través del espejo se lleva durante esos instantes toda mi atención. Recorrer con mis ojos la costura de tu pantalón es una tortura que estoy dispuesta a pasar. Rezar porque aparezcas un día más entre los transeúntes, una obligación y suplicar para que no te acerques es la actividad a la que dedico el resto de mi tiempo.

Te deseo tanto que me da miedo pensar que todo pudiera terminar en un ¡cuánta gente hoy en el metro! ¿no? Te deseo tanto que no me importaría arrancarte a tiras la camiseta en medio de este sucio vagón de metro y descubrir a dentelladas los secretos escondidos bajo tu ropa, y los misterios de tu figura que se intuyen bajo el abrigo.

Sé que me deseas como yo lo hago, porque me lo contaron tus ojos desde el andén, a través de estos cristales del vagón de metro. Sé que me deseas como yo lo hago, porque me persiguen tus miradas lascivas entre la multitud y se cuelan por debajo de mi falda las garras de tus ansias y me destrozan las medias los arañazos de tu libido.

Y sin embargo, evito rozar tu mano cuando te sientas a mi lado, y susurrarte mis anhelos al oído cuando la multitud me coloca tras de ti. Disimulo ante posibles miradas furtivas, ante la curiosidad ajena de los viajantes y ante tu consabida prepotencia que utiliza mis ardores como apoyo a tu ya crecida autoestima.

Y bajo del metro en marcha y te miro a los ojos a través de los cristales para sacar de quicio a tu impaciencia y prometer para mañana lo que nunca pasará. Quizás algún día podamos decidirnos a follar con el metro en marcha y la multitud sumida en su atontamiento eterno.

Quizás algún día, pero hoy no, que después de cinco años casados, tengo suficiente con hacerte el amor entre bambalinas y jugar a los desconocidos en el metro.

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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Ellos me contaron que...

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