Enfermedades comunes
Quizás hoy no es un día como esos, o tal vez esos días no son como hoy, porque hoy se han acomodado en su garganta y no parecen tener intención de volver a salir.
En días como hoy, o en días que parecen como hoy, yo solía cantarle alguna canción a Lidia. Alguna de esas que salen en los anuncios de televisión, o alguna de su serie favorita, a veces incluso le cantaba alguna de esas tan horribles que nos cantaban de pequeñas, y ella asentía con la mirada notando como sus pestañas comenzaban a volver a su lugar.
Hoy, sin embargo, no vuelven, pero a Lidia le siguen doliendo las pestañas. Supongo que será como esa sensación después de una de esas noches más o menos divertidas, más o menos locas, en las que me descubro maquillándome entre bastidores, y me levanto pegada al rimmel olvidado en mis pestañas. Esa sensación de "sé que eso que debe verse en el espejo, aunque no lo parezca, soy yo" que, por otra parte, soy incapaz de ver porque mis pestañas se niegan a separarse. Se han enamorado, solía decir Alejandro.
Pues las de Lidia a estas alturas deben estar con los papeles del divorcio sobre la mesa, y con un puñado de verdades bajo el brazo que han sido escondidas durante todos estos años esperando el verdadero momento para herir de verdad.
Lidia es fuerte, eso es cierto, pero también es un manojo de nervios y una cotorra sin remedio -aunque eso sea sólo algunas de todas las cosas que también es- y el dolor intenso y la incapacidad para hablar la están sacando de quicio. Los médicos dicen que si esta situación se alarga demasiado, podría morir de dolor de pestañas.
Siempre sería mejor que morir de un ataque al oído interno o una infección de uñas, pero no me gustaría estar aquí cuando sus cuerdas vocales se cansen definitivamente de permanecer tapadas por las pestañas y decidan instalarse en la planta del pie. Eso sí que sería verdadero dolor.
En días como hoy, preferiría tener amigas con enfermedades menos comunes, pues al menos no podría prever como va a acabar todo.