lunes, enero 29, 2007

Sobre el arroz

Se nos pasa el arroz. Hace tiempo que teníamos que haber apagado el fuego y sentado la cabeza. Hace tiempo que este mundo está repleto de cabezas sentadas, fuegos apagados y arroces en su justo punto. Quizás debería haber comprado uno de esos arroces que no se pasan pero no he tenido tiempo, y esa es la razón de que mi arroz no se pase aún. No se pasa porque ni siquiera he empezado a cocerlo.
Y el otro mundo está lleno de arroces que se pasan, de fuegos que no se apagan, de cabezas que no se terminan de sentar. Habría que preguntarse quién decide en qué mundo debe estar uno, quién decide la edad en la que debería mudarme al otro mundo. ¿Lo decides tú? ¿Yo? ¿El mundo? ¿Lo decide el arroz? ¿El fuego? ¿La marca del arroz? Habría que preguntarse dónde quedan aquellos cuyo arroz no se pasa nunca. ¿Están aquí? ¿Allí? ¿En ese mundo? ¿En aquel otro?

La calle aún no me huele a arroces pasados, a fuego apagado y no veo cabezas decididas a sentarse. Quizás hace años que vivo ciega, luchando en mis propias tinieblas por encontrar mi paquete de arroz, pero al menos vivo tranquila porque sé, que por ahora, no se nos pasa el arroz.

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martes, enero 16, 2007

Prisa por crecer

Mientras caminaba sumida en mis pensamientos he escuchado en la trastienda de la realidad una frase que me llamó lo suficiente la atención como para traerme de nuevo a la plena consciencia: "Sí, entonces Paris Hilton me llamó y me dijo: Vane, tu no te preocupes que los 70€ de la factura del móvil los pago yo". Tras mi sorpresa inicial comprendí que la "Vane" estaba relatando a su novio -muy entusiasmado con la historia el chico-un sueño que había tenido. Y entonces me di cuenta que las diferencias entre las personas están escritas en lo más profundo de nuestro subconsciente.
Fui capaz de observar divertida que entre Vane y yo debería haber una serie de abismos concatenados, porque estoy segura de que ni siquiera en mis peores pesadillas tendría yo el gusto de encontrarme con la "señorita" Paris y mucho menos conversando con una servidora. Pero, ¿es verdad que somos tan diferentes?
Vane debe tener unos 16 años y, como toda esa masa de adolescentes que se pasea por el país con demasiada prisa por crecer, viste como si tuviera algunos años más. Está peinada de peluquería, con el flequillo a un lado y el pelo planchado, la cara maquillada con elegancia, los labios con un toque de brillo muy natural. Lleva unos pantalones ajustados, unas merceditas, y una camiseta de tirantes que deja entrever los tirantes de un sujetador que imita la piel del guepardo. Muy mona, muy señorita, pero no me engaña: tiene 16 años.
Sí, definitivamente somos muy diferentes. Yo nunca tuve prisa por crecer, de hecho nunca quise dejar de ser una niña, por eso nunca soñé con Paris Hilton.

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martes, enero 09, 2007

La valse d'Amélie

Porque no hay mejor forma de empezar el año...

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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