sábado, octubre 21, 2006

Bésame

Agosto 2002.Fue entonces cuando ella creyendo conocer por primera vez el amor, escribió estas palabras, escuchó esa canción y suplicó a gritos que la besara. "Bésame, mírame a los ojos y bésame", no necesitaba nada más.
Han pasado cuatro años, y ella ha dejado de suplicar, ha dejado de creer en el poder de los besos, ha dejado de confiar en ellos, incluso ha dejado de desearlos. Ha intentado en vano explicar lo que se siente, pero no lo recuerda.
Ha buscado a gritos un momento que recordar, una voz que gritara en susurros "Bésame", pero no ha encontrado nada. Y se ha puesto a divagar ante el papel en blanco, se ha puesto a soñar y se ha olvidado de besar de nuevo.
Ha olvidado que no existen palabras para pedir un beso, que los besos no se piden, se dan, que los besos se piden con miradas y se escriben con momentos, que los besos se sueñan y se viven con igual intensidad. Ha olvidado lo que significa “bésame” porque jamás lo escuchó de nadie, ha olvidado lo que significan los besos, porque jamás le pidieron uno y jamás los pidió.
Ha olvidado por olvidar, porque en realidad nunca recordó el olvido más que ahora.

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domingo, octubre 15, 2006

16ºC

Increíblemente desubicada. Me siento así y sé que en el fondo es así porque estoy de vuelta. Desubicada porque sé que este no es mi sitio y por mucho que me empeñe no encajo aquí. Desubicada porque aunque quizás Madrid y Valencia tampoco lo sean, al menos allí con un poco de esfuerzo podría encajarme con facilidad.Aquí no.
Desubicada porque los cuatro días de Valencia me han transportado dos años atrás y me han hecho sentir y vivir como lo hacía entonces, con la gente con la que lo hacía entonces, con el ambiente donde me movía entonces, con los cafés que me tomaba entonces, y con gente nueva. Como si nada hubiera cambiado excepto el alojamiento, todo seguía igual, ellos y ellas seguían igual, la Bodega, el Radio City y el Café Lisboa seguían igual. Y yo me sentí a gusto viviendo este flashback momentáneo, esta vuelta al pasado que parecía tan real y tan eterna como lo parecía entonces. Gracias a todos.
Desubicada porque aún me siento allí, porque mi alma se ha quedado allí, porque mi ganas se han quedado allí, porque mi ilusión se ha quedado allí.
Desubicada porque los tres días de Madrid me han hecho volver a recuperar cariño olvidado, guardado en un baúl, conversaciones interminables, abrazos, sueños compartidos, vacíos comunes, y futuros inestables pero comprensibles para nosotros. Desubicada por volver a compartir momentos con ciudadanos del mundo, perdidos en sus búsquedas y sus ciudades, pero enteros, complejos, enormes en su infinita profundidad. Desubicada porque me doy cuenta de cuánto los necesito, de cuánto los sigo necesitando, de cuánto no quiero perder. Gracias a los 3 por un día inolvidable.
Desubicada porque he vuelto a vivir el fin y el principio de la mejor etapa de mi vida. El fin y el principio de golpe, con millones de sensaciones, con la infinita serenidad y la paz de quien se siente bien, absolutamente bien, completamente bien. El fin y el principio en 7 días, con toda la nostalgia que eso significa.
Desubicada porque después de vivir allí extrañamente cuatro días de 30ºC y tres días de 22ºC, llego aquí y el señor clima me obsequia con unos míseros 16ºC sin sentido, incomprensibles, estresantes 16ºC.
Desubicada porque estoy aquí pero no me siento aquí. Desubicada porque soy yo y no me siento yo. Desubicada por ser y no estar. Desubicada por sentirme engullida por un agujero negro que comienza ya a crecer en mi interior. Desubicada porque sí, sin más; pero desubicada al fin y al cabo.
Desubicada porque no me encuentro. Aquí no.

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martes, octubre 10, 2006

Asfaltar el cielo

- Le diremos al piloto que aparte bien las nubes y asfalte el cielo.
Contesta ella ante las quejas sin sentido de los pasajeros. Perdemos altura y lo sé. Lo sé porque ella aparecía hace un rato en la parte central de mi ventanilla, me miraba cara a cara, de igual a igual pero no ha aguantado mucho mi impertinencia y ha trepado hasta lo más alto de mi cristal. Perdemos altura pero la sigo viendo, sigo quedándome absorta ante su majestuosidad. Se lo agradezco, le agradezco su generosidad o la de quien sea el culpable de que yo haya viajado hoy. La de aquel que nos ha hecho coincidir aquí, entre las nubes y su generosidad - o altanería- que la han arrastrado a mostrarse hoy más bella que nunca, completamente llena, visible como jamás lo había sido, en medio de esta inmensa oscuridad.
¿Asfaltar el cielo? Sólo nos faltaba eso. ¿qué importan cuatro nubes y tres turbulencias a cambio de una luna infinitamente bella?
Perdemos altura y las turbulencias aumentan y sé que es cosa tuya, no te pongas celosa, mi cielo, sólo necesitaba poner por escrito lo que siento por ti. A partir de ahora mis ojos serán sólo tuyos. Para siempre.
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Casualidades que han hecho posible este encuentro en el cielo: Que ellas vinieran esta semana, que no me cogieran en el trabajo, que decidiera tomar un avión, que el billete más barato fuera para este día, que el avión se retrasara hasta su aparición (una hora), que llegara a tiempo para elegir ventanilla y no pasillo y que la chica me haya dado la ventanilla del lado derecho. Siete casualidades. Siete casualidades que han permitido hoy nuestro encuentro. Definitivamente te mereces mis ojos. Para siempre.

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jueves, octubre 05, 2006

Un día

Un día. Un día y me habré marchado. Un día y comenzarán los cuatro días. Cuatro días y luego tres. Un día y estaré con ellos. Sí, al final no hay trabajo, no me quieren (aún), así que cuatro días. Cuatro días y luego tres. Cuatro días y tantas cosas, tanta gente, tantos abrazos, tanto por descubrir, tanto por recordar, tanto. Cuatro días y luego tres. Tres de locura, de abrazos, tres de reírnos por ser tan tontos que contamos los días que llevamos sin vernos –exactamente un año, tres meses y quince días-, tres días de reírnos de todos los que no comprenden nuestra amistad. Tres días. Cuatro días y luego tres. Cuatro días de Valencia, cuatro días de Jardines del Turia, cuatro días del Carmen, cuatro días del Black Note, la malvarrosa, cuatro días de Torres de Serrano, cuatro días de Cines Babel, cuatro días de Estació del Nord y cuatro días de Aragón, 1 sin Aragón, 1, esta vez. Cuatro días y luego tres. Tres días de Madrid, tres días del Retiro, tres días de Cibeles, del Prado, de metro y de atascos, tres días de capital, tres días de cafés aquí y allí, tres días de “aquí hay de todo”, tres días de rastro, tres días de Malasaña y de Antón Martín, tres días de “pongamos que hablo de Madrid”. Cuatro días y luego tres. Cuatro días de ellas, cuatro días de inglés y de alemán, cuatro días de te quieros y de te echo tanto de menos, cuatro días de envidia “al menos tú has conseguido volver”, cuatro días de futuros inestables y de pasados comunes, cuatro días, cuatro días perfectos. Cuatro días y luego tres. Tres de él, y de ellas, espero. Tres días de ciudadanos del mundo, de viajeros sin rumbo y de encuentros en aeropuertos, tres días de vidas ya completamente estables –trabajo, pareja y ahora convivencia-, tres días de recuerdos comunes y futuros tan diferentes, tres días de español y de madrileños.
Cuatro días y luego tres.

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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