El cascabel
Hace unos días encontré su cascabel –obviamente el chocolate en mi poder no sobrevive tanto tiempo- y no supe qué hacer con él. No podía deshacerme de él, era un recuerdo, pero tampoco podía dejar un cascabel mudo dentro de una caja de memorias. Así que me lo puse en el cordón de mi zapato.
Y ahí está. Al principio me pareció bastante tonto llamar de ese modo la atención a mi paso, de hecho me resultó incluso vergonzoso, pero cuando descubrí que normalmente la gente no descubre de dónde proviene el tintineo y a menudo ni siquiera se dan cuenta de que existe, entonces decidí llevarlo para siempre. Posiblemente, supongo, están tan atareados y estresados que piensan que el tintineo es fruto de su imaginación o de la locura momentánea de sus cerebros, una especie de llamada de atención de sus cuerpos física y mentalmente cansados.
Y me gustó la sensación. Me gustó llevar un cascabel en el zapato, me gustó llevar un cascabel que marcara mi paso, me gustó de verdad poder pensar: “¡Qué loca estoy! ¡Llevo un cascabel en el zapato!”
Y los demás...mejor que se preocupen de sus propias locuras.