jueves, septiembre 28, 2006

El cascabel

Llevo un cascabel en el zapato. Sí, lo reconozco. Ese incansable tintineo que suena por aquí soy yo. Y la verdad es que no tengo muy claro aún por qué lo llevo. Sé que lo encontré hace días en una caja de recuerdos. Este pequeño cascabel estuvo una vez atado al cuello de un elegante conejito de chocolate que alguna de mis duendes dejó para mí un amanecer frente a la puerta de mi habitación. Ese día fue el comienzo de una de mis nuevas vidas, fue el comienzo de la esperanza y de la ilusión, de la adrenalina incontrolada y la sensación de hacer por fin lo que realmente me gustaba. Ese conejito me prometía suerte y me la dio.
Hace unos días encontré su cascabel –obviamente el chocolate en mi poder no sobrevive tanto tiempo- y no supe qué hacer con él. No podía deshacerme de él, era un recuerdo, pero tampoco podía dejar un cascabel mudo dentro de una caja de memorias. Así que me lo puse en el cordón de mi zapato.
Y ahí está. Al principio me pareció bastante tonto llamar de ese modo la atención a mi paso, de hecho me resultó incluso vergonzoso, pero cuando descubrí que normalmente la gente no descubre de dónde proviene el tintineo y a menudo ni siquiera se dan cuenta de que existe, entonces decidí llevarlo para siempre. Posiblemente, supongo, están tan atareados y estresados que piensan que el tintineo es fruto de su imaginación o de la locura momentánea de sus cerebros, una especie de llamada de atención de sus cuerpos física y mentalmente cansados.
Y me gustó la sensación. Me gustó llevar un cascabel en el zapato, me gustó llevar un cascabel que marcara mi paso, me gustó de verdad poder pensar: “¡Qué loca estoy! ¡Llevo un cascabel en el zapato!”
Y los demás...mejor que se preocupen de sus propias locuras.

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miércoles, septiembre 13, 2006

Condiciones de Aislamiento y Penosidad

Las aulas y las bibliotecas se llenan de estudiantes. Unos se pelean por no entrar, por no volver al colegio, otros, los más jóvenes, se alegran de volver a estar con sus amigos, de compartir juegos y risas, de burlarse de la profesora, otros, los universitarios, caminan hastiados y se pelean por conseguir un sitio en la biblioteca deseando terminar de una vez para sentirse por fin libres, al menos durante un par de semanas. Ella está leyendo una especie de contrato concienzudamente, no tiene presiones, ni más exámenes, sólo una lista con las cosas que le quedan por comprar y una mochila con lo básico y necesario para estos próximos 20 días, y ese contrato. Tiene que firmarlo y lo más extraño es que parece contenta, ilusionada mientras acepta las Condiciones de Aislamiento y Penosidad que allí se exponen, mientras con su nombre, DNI, y un garabato, afirma: Sí, quiero. Se va tres semanas a vivir en condiciones de aislamiento y penosidad, a pasar hambre, a comer alimentos poco saludables y puede que incluso en malas condiciones, a olvidarse del agua corriente, pero se va porque quiere, se va porque se acerca una aventura, se va porque sabe que cuando vuelva habrá cambiado, habrá madurado, habrá crecido como persona y habrá avanzado a pasos gigantescos en el conocimiento de la vida, se va a cuidar tortugas a una pequeña isla de Cabo Verde, a cuidar tortugas sin más, sin premio. Se irá con dos vacunas más en su cuerpo, una mosquitera, y un botiquín, y como no, con las Condiciones de Aislamiento y Penosidad perfectamente firmadas.

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miércoles, septiembre 06, 2006

Empezar de nuevo

Empezar de nuevo, sin destino y sin tener un camino cierto que me enseñe a no perder la fe, escapar de este dolor, sin pensar en lo que fue cuanto aguanta un corazón sin el latido del creer...



Ellos dicen que lucharemos juntos por los cuatro días, sean los planeados o sean otros, pero lucharemos sin que eso afecte a nuestra vida, o mejor aún lucharemos para que eso afecte pero de forma positiva.
Sin duda, hay amigos que son de verdad y para siempre, aunque sólo nos veamos cuatro días en 10 años.

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domingo, septiembre 03, 2006

Coge el trabajo

Coge el trabajo. Coge el trabajo. Coge el trabajo. Todo el mundo me repite lo mismo, todo el mundo. Pero yo no puedo tomar decisiones así. No puedo tomar decisiones cuando las ventajas y desventajas se miden con diferente rasero. No puedo tomar decisiones cuando las desventajas afectan a mi estado emocional, a la necesidad de ver a ciertos amigos a los que no volveré a ver nunca, sólo esos cuatro días. Y las ventajas afectan a mi futuro profesional, a mis sueños, a poder disfrutar de mi futuro e independizarme durante el próximo año de mi vida. No puedo tomar decisiones cuando además tomar esa decisión implica sacrificar un año más, gastar un año más, aunque luego el año se gaste solo de todas formas, y olvidarme de vivir. Pero sobre todo no puedo tomar una decisión cuando tengo que elegir entre mis amigos o una posibilidad de cumplir mi sueño -tampoco es la única, aunque sí la más segura-. No puedo tomar una decisión cuando significa retrasar un poco, o quizás mucho, o quizás para siempre la reconstrucción de uno de los pilares, o retrasar un poco, mucho, o tal vez para siempre, la reconstrucción de otro.
La verdad lo único que se me ocurre es retrasar la decisión tomarla cuando ya no necesite decidir, arriesgándome con ello a que pierda el trabajo, a que pierda la posibilidad de reconstrucción de este pilar -aunque tampoco tiene por qué ser la única- pero asegurándome que estaré allí con ellos, que podré verlos -aunque sea por última vez- esos cuatro días.
Así no se pueden tomar decisiones.
Esto es un desastre.

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viernes, septiembre 01, 2006

Nada

(Y aquí lo que quería escribir antes de que el mundo se desmoronara de repente)
Son las cinco de la tarde y nada. Simplemente nada. Miro alrededor y nada. Miro dentro y nada. Sólo la nada que es el principio y el fin. Nada.
Algunos dicen que la nada visible es el reflejo de una mente compleja e inconformista y en consecuencia analítica por naturaleza. Yo los escucho y nada. Pienso que en realidad es sinónimo de falta de personalidad y de vacío interior. Lo pienso, lo creo, lo pienso en voz alta y nada.
Si al menos al preguntar escuchara el eco de mi voz, aún quedaría esperanza. Si al menos al descartar, pudiese quedarme con algo más allá de la nada. Algo. Pero nada. Aún sigo aquí, buscando entre los despojos de lo que algún día fui. Suspirando, respirando y volviendo a suspirar. Y nada. Ni siquiera un tercer suspiro puede ahora llenar este vacío. Nada, nada aquí y ahora, nada en el pasado difuso de unos sueños, nada en el futuro invisible de ese ayer en blanco, nada.
Y en la nada, por primera vez, absolutamente nada, ni siquiera yo.

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Son tiempos difíciles para los soñadores...
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Ellos me contaron que...

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