lunes, agosto 28, 2006
martes, agosto 22, 2006
Entre juglares limítrofes
Ayer yo había sido la hija de un pescador en Nueva Zelanda, era una estudiante de Ciencias Marinas en Inglaterra e iba a ser una futura científica investigadora en los mares de la Macaronesia. Hoy, sin embargo, la línea ha cambiado de opinión, dice que nací en Aguascalientes, México; que estudio en la Universidad de Guadalajara y que voy a ser profesora de Español en Austin, Texas. Mañana... quien sabe. Y la verdad es que yo me estoy cansando ya de tanta broma, me estoy cansando ya de no saber nunca quien soy ni por qué, y mucho menos a dónde me dirijo. Y todo porque vivo entre juglares limítrofes.
Durante mucho tiempo fue gracioso, fue sumamente enriquecedor, y tomarse las cosas en broma me ayudó a vivir con mucha más holgura, pero el tiempo pasa y ahora en cierta manera envidio a los que viven entre caballeros limítrofes, entre mercaderes limítrofes o entre ladrones limítrofes. Les envidio por la vida que llevan, por tener objetivos claros, por saber lo que buscan y lo que son, pero en el fondo sé que si me mudara echaría de menos a mis juglares cada instante. Y es que después de tanto tiempo entre juglares ya me siento uno más de ellos.
sábado, agosto 19, 2006
Bienvenido a casa
"Me conformo con que me ames sólo cinco minutos, y luego cinco minutos más, y luego cinco más, y ..."
Pilar Lopez de Ayala. Bienvenido a casa
jueves, agosto 17, 2006
A veces
- Tu naturaleza salvaje ¿no?
- Sí, mi oculta naturaleza salvaje, la que sólo unos pocos consiguen descubrir pero la que en el fondo me guía siempre en mi vida. Parece irónico ¿no? Que algo que no es visible para lo demás sea capaz de gobernar de esta forma mi comportamiento. Sí, en el fondo es tan irónico como la vida. Pero después de todo sigo acá, viviendo tempestades, intentando bajar continuamente de este tren en ruta, intentando alargar las horas de mi día, conversando deprisa, sin pausas, escuchando poco, intentando ser capaz de hacer y pensar diez mil cosas a un tiempo, ninguna bien para variar. Consiguiendo así que nadie la vea. Irónica la vida ¿no?
Y el tiempo pasa...
- A veces me conformo sólo con mirarle a los ojos desde acá, entre la multitud, a escondidas. A veces me basta saber sólo que está bien, allá, en su casa de la playa jugando con los delfines, y en ocasiones, únicamente saber que está –sea como sea- es más que suficiente.
- ¿Cómo se enamora la gente?
- No sé, simplemente pasa. Yo creo que es cuestión de segundos: un día le mirás a los ojos y te preguntás cómo habéis sido capaz de sobrevivir hasta ese momento sin él en tu vida, entonces te dás cuenta de que es demasiado tarde, de que vos estás enamorada.
- ¿Y si no pasa? Puede que no pase nunca...
- Si no pasa será porque vos no habrás permitido que pase, te mentís sobre tus sentimientos, te negás a reconocer que te habéis enamorado, incluso sin darte cuenta. Hay mucha gente que tiene miedo al amor.
Y el tiempo sigue pasando...
- A veces me conformo sólo con mirarle a los ojos desde acá, desde la otra orilla, en secreto. A veces sólo me basta verlo pasear a los lejos, en su orilla paralela, y en ocasiones, lo único suficiente es poder pasear yo.
- ¿Y vos? ¿No te cansás de amar siempre, a ratos, a saltos? ¿no te cansás de amar tanto?
- ¿Para qué querés la vida si no amás? ¿para qué querés la vida si no dás todo lo que podés?
Andáte, y dejáte de preguntar boludeses.
Y el tiempo deja de pasar...
(suspiro)
viernes, agosto 11, 2006
Sobrevolando tejados
En realidad puede que simplemente esté loca. Eso explicaría muchas de las cosas que se oyen y se escuchan en su casa. Vive sola desde hace años y no deja entrar a nadie ni se deja ayudar por nadie. Y se oyen ruidos extraños... Lo sé porque pasamos muchas tardes sobrevolando su tejado.
A mí, sinceramente me da igual, me conformo con poder seguir volando sobre su tejado. Nadie más lo permitiría. Las personas correctamente normales no pueden evitar vernos con malos ojos, no lo comprenden. No entienden por qué no nos volvemos a casa a sobrevolar nuestros propios tejados, no entienden que nos guste un tejado diferente, aunque no tiene porqué ser uno diferente cada vez. Con el tejado de Doña Otilia tenemos suficiente.
miércoles, agosto 09, 2006
Ella
Y, simplemente, no dije nada, hablé mucho, pero no dije nada, y me subí a la guagua, y me dediqué a mirar por la ventana, hasta que alguien, una antigua conocida del colegio, se sentó a mi lado y me preguntó por mi vida, ¿mi vida?
(suspiro)
Y llené conversaciones vacías, y hablé de mi historia, sin mi historia, hablé de cosas sin importancia, y entonces, al subir una montaña, ella apareció ahí, imponente, brillante y única, la luna se alzó dorada y roja en un atardecer precioso, ella estaba ahí justo un poco por encima de la línea del horizonte, sin mirar ni ser mirada, mostrándose una vez más mucho más bonita que ese sol que parece mucho más fuerte que ella, y corté la conversación superficial, ¿no la ves?, ¿no te maravilla? ¿no te cuenta nada?, dos segundos, y mis palabras cayeron en saco roto, intenté fotografiarla y se escabulló, "mírala que astuta la luna no pide cuentas al sol", y cuando por fin aquella guagua me dejó mirarla a la cara, sin ventanas, sin cristales, decidí hacerlo, porque no es momento de empezar a mirar a la luna de reojo.
sábado, agosto 05, 2006
martes, agosto 01, 2006
Miramos...
Miramos por la ventanilla de la guagua sin poder evitar ir más allá de ese cristal vacío e insulso, sin poder evitar atravesarlo y saltar al vacío.
Miramos por la ventanilla de esa guagua y el mundo parece haber cambiado de color, pero... ¿de qué color?
Miramos por esa ventana y el mundo allá afuera está estático, detenido en un segundo, observado por nosotros, que miramos sin sentido a través de ese cristal.
Miramos, y me pregunto por qué lo hacemos, me pregunto qué pretendo encontrar allá afuera, qué pretendo encontrar en ese paisaje que responda los interrogantes de mi vida.
Miramos, y me pregunto por qué miras, me pregunto qué pretendes encontrar allá afuera, qué intentas descubrir entre los árboles, me pregunto si realmente estarás mirando...
Miramos, aunque no sé si las mismas cosas, miramos aunque no sé si el mismo mundo, miramos, pero no sé si con los mismos ojos, miramos, quizás, por el simple hecho de mirar.
Miramos, y vuelvo a cansarme de mirar, es precioso, sí, pero no me dice nada nuevo, aquí, al otro lado de la ventanilla, las cosas siguen igual que antes de que empezaramos a mirar.
Miramos, y de repente tú dejas de mirar, quizás nunca miraste, quizás también te has cansado de mirar.
Y ahora desde este lado de esa ventanilla, nadie mira ya.